Miles de niños que necesitan atención temprana afrontan la desescalada sin garantía de tener asistencia presencial

Los colectivos que asisten a menores de 0 a 6 años con discapacidad mantienen las terapias vía telemática y temen los efectos de este parón

Sábado, 9 de mayo 2020, 01:05

Las dudas en torno a las fases de la desescalada y a las condiciones específicas que permitirán una vuelta a la normalidad no sólo afectan ... a sectores medulares como la hostelería, el turismo o la industria; también a otros cuyas consecuencias se lidian de puertas para adentro: en miles de familias y en toda la red asistencial que da soporte a los menores con discapacidad o determinados trastornos y que en estos días calibran el efecto del parón que representa el confinamiento. En el epicentro de este debate están los centros de atención infantil temprana (CAIT), que afrontan ese tránsito a la fase 1 de la normalización sin las garantías necesarias que permitan mantener el equilibrio entre la parte presencial de las terapias (basadas en el contacto y en la cercanía) y las distancias y requisitos de protección que exige la llamada «nueva normalidad».

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«Son cuestiones incompatibles», razona Domingo Collado, director general de Amappace (Asociación de Padres de Paralíticos Cerebrales de Málaga) y presidente de la Asociación de Centros de Atención Infantil Temprana (ACAIT), una plataforma que engloba a 17 de los 25 centros de estas características que funcionan en la provincia. Este colectivo da cobertura a más de 2.200 menores de 0 a 6 años y a sus familias; mientras que el cómputo global con el resto de centros (de titularidad privada o municipal) suma un millar más. Esa incompatibilidad, explica, reside en el hecho de que la «atención temprana necesita de una interacción directa y física entre terapeutas, familias y niños». Es decir, todo lo contrario a las medidas que se exigen para frenar el riesgo de contagio por coronavirus.

En este escenario, la entrada en la fase 1 de la desescalada se afronta con incertidumbre y con el trabajo en varios frentes para que la incorporación de profesionales, familias y menores a sus rutinas terapéuticas se hagan con todas las garantías. En concreto, el calendario del gobierno central para la vuelta paulatina a la normalidad fija que en esa fase 1 se podrán reactivar, de manera progresiva, «los servicios sociales, con atención prioritaria a colectivos más desfavorecidos, en función de las recomendaciones sanitarias establecidas. Entre ellos, y en atención a las personas con discapacidad, las terapias de atención temprana, ocupacionales, de rehabilitación y psicosociales». Ahí está la teoría. La práctica se libra, por el momento, con las dudas sobre en qué momento la provincia estará preparada para entrar en esa fase y, en el caso específico de la atención temprana, cómo y cuándo hacerlo. E incluso si hacerlo.

La decisión depende en todo caso del gobierno regional, en concreto de la Consejería de Familia de la Junta de Andalucía, que en estos días trabaja ya en las medidas que garanticen esa vuelta a los centros de atención temprana. Aunque Collado confirma que «aún no tenemos una propuesta sobre la mesa» también lanza un mensaje claro: «Lo que se haga, se tiene que hacer bien; en estos casos es mejor no precipitarse. La salud está por delante; de hecho las familias son las primeras que tienen miedo al contagio».

El aviso del presidente de ACAIT, que atiende a niños con discapacidades o trastornos relacionados con el autismo, disfunciones motoras o de desarrollo o parálisis cerebral; se sostiene también en el hecho de que desde que se decretara el estado de alarma el pasado 14 de marzo, «se han estado garantizando las terapias por vía telemática». A pesar de las «complicaciones iniciales», Collado confirma que durante ese primer fin de semana «se organizó un completo plan de trabajo que recibió el visto bueno por parte de la consejería y entre el lunes y el martes ya estábamos funcionando». Es decir, que los 85 profesionales (entre psicólogos, logopedas, fisioterapeutas y trabajadores sociales) que trabajan en los centros de atención temprana de ACAIT «han estado permanentemente conectados con las familias para atenderlas y sustituir las visitas presenciales a los centros», que en situaciones normales –sin confinamiento– abarcan entre una y dos citas por semana (entre 45 minutos y una hora y media).

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Una respuesta «positiva»

Desde el otro lado, Collado avanza que la respuesta de las familias a estos cambios a los que ha obligado el parón en seco de las rutinas de sus hijos ha sido, en general, «muy positiva». «El servicio que hemos estado prestando no ha sido por teléfono, sino a través de dispositivos que permiten la imagen (caso de teleconferencias vía Meet o WhatsApp) y la interacción directa», constata. De hecho, de las 2.250 familias integradas en algunas de estas 17 asociaciones «sólo hay un 1% que han decidido no seguir estas terapias por las complicaciones derivadas de esta situación, por ejemplo por problemas económicos o falta de acceso a las nuevas tecnologías». «Hemos conseguido un estado de normalidad que es bueno y positivo», añade Collado, quien prefiere ver el vaso medio lleno en el hecho de que muchos de esos padres estén teletrabajando «y por lo tanto tienen más posibilidades de estar pendientes de la asistencia que se les da a sus hijos».

Esa reflexión es compartida por José Reyes, presidente de la Asociación Autismo Málaga, que da cobertura a más de 240 familias de la provincia cuyos hijos tienen algún trastorno relacionado con el espectro autista (TEA). En su servicio de atención temprana hay unos 120 niños de 0 a 6 años que en las últimas semanas han recibido sus terapias a través de teleconferencias. «Las noticias que nos llegan de los padres es que están trabajando bien y tranquilos, aunque lógicamente dentro de las dificultades que esto representa», certifica Reyes.

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Pero esas dificultades que impone el confinamiento –admiten– tienen sus efectos en los niños . En este sentido, tanto como Collado como Reyes y padres consultados por SUR reconocen que, si no un retroceso claro, sí han detectado un parón más o menos importante en la evolución de sus hijos. «Yo sí lo he notado, que están frenados», avanza Antonia Calvente, madre de tres niños y dos de ellos (de 7 y 5 años) con TEA. Ambos siguen sus terapias de la mano de la asociación Autismo Málaga, aunque ahora en la distancia: «Para Luca, el mayor, su cita de los viernes es como agua de mayo; y con Carlo me cuesta aún más porque es menos autónomo y es difícil que se implique». A eso se suma, en el caso concreto de los niños con TEA, que los escenarios de aprendizaje y estímulo han cambiado y que para ellos el orden y la rutina son fundamentales. «De repente las cuatro paredes de la casa se han convertido también en una escuela; y yo que soy su madre, también en su maestra. Y eso es difícil que lo asuman», explica Calvente.

Más de 3.200 niños de 0 a 6 años reciben atención temprana en alguno de los 25 centros que hay en la provincia

Collado abunda en esa situación de parón en la que se encuentran algunos niños: «Cada caso es un mundo, pero hay que tener en cuenta que el desarrollo del niño no sólo depende de esas terapias específicas: sus estímulos se completan también a partir de la interacción con los otros niños en el parque, de la asistencia regular a la escuela... y eso sí que se ha cortado de manera radical».

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En efecto, esa supresión abrupta del curso escolar ha tenido un gran impacto para los niños con capacidades diferentes. De los 350.000 alumnos que hay escolarizados en la provincia, unos 10.000 presentan diferentes grados de discapacidad y trastornos específicos. Tienen entre 3 y 21 años (la educación obligatoria abarca hasta los 16 pero en estos casos se puede prolongar hasta los 21) y acuden o bien a los centros de educación especial que hay en la provincia –uno público y otro concertado en la capital y uno privado especializado en TEA en Antequera– o bien a las aulas específicas de la red de centros públicos. Entre este último grupo, a la falta rutinaria de clases se suma ese cambio en las condiciones en que reciben su atención temprana (de 0 a 6 años) o sus actividades en los centros de día (caso de los mayores de 6 años), cuya puesta en marcha también genera muchas dudas por las mismas causas que en los CAIT. Y en paralelo, hay que hacer también referencia al debate sobre el encaje que tendrán los centros de educación especial en la nueva ley (LOMLOE) que promueve el Ministerio de Educación.

En esa multitud de frentes para recuperar la normalidad trabajan ahora las asociaciones y los responsables de la Consejería de Familia. Fuentes autorizadas de esta cartera del gobierno regional han confirmado que ya se están estudiando esas medidas para calibrar «quién abre, en qué condiciones abre y, sobre todo, si se abre», aunque por el momento no hay ninguna decisión. Por parte de la ACAIT, su presidente avanza que los esfuerzos están centrados ahora en qué hacer cuando los padres tengan que volver al trabajo y sea más complejo ese encaje de la terapia en la nueva rutina. En este caso, apuestan por la «flexibilidad absoluta por parte de los profesionales», además de otras fórmulas que si bien no garantizan la apertura de los centros a corto plazo sí contemplan el estudio de «caso por caso» y la recuperación de la asistencia presencial a niños que necesiten fisioterapia. «Podrían hacerse en los centros, o bien que el profesional se desplace a las casas, que es lo ideal», avanza Collado antes de dejar un último mensaje: «Hay que valorar que por el momento estamos funcionando bien y comparar eso con el riesgo de la vuelta».

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