«No soy un 'padre coraje', sólo un hombre que quería a su hijo y que necesita la verdad»
Su lucha ha permitido que se reabra el caso de Jorge García, que murió en 2011 en un accidente de moto
Juan Cano
Lunes, 18 de mayo 2015, 00:04
Al darle el pésame, un vecino le dijo: «Qué mala suerte ha tenido de que se le gripara la moto». Aurelio García negó con la ... cabeza. La versión oficial del accidente fue que su hijo perdió el control de su Yamaha XT de 600 centímetros cúbicos sin que intervinieran otros vehículos. Él nunca creyó esa teoría. Conocía la pericia de Jorge y sabía que era perfectamente capaz de maniobrar en esas circunstancias. «Cuando una moto se gripa se le va la rueda de atrás, pero basta con coger el embrague para controlarla», aclara.
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así comenzó
Logran reabrir el caso de la muerte de su hijo
Al día siguiente del entierro, Aurelio fue al lugar del siniestro, el kilómetro 265 de la autovía A-7 a su paso por Vélez-Málaga. Jorge, de 22 años, el menor de sus tres hijos, iba a recoger a su novia para ir a buscar unos muebles para el piso en el que convivían. Su padre quiso ver con sus propios ojos dónde ocurrió todo, buscar en el asfalto una explicación para lo inexplicable. «Había una huella de frenada muy fuerte que empezaba en el mismo punto que las marcas de pintura de la moto», recuerda.
Aquellos restos de rueda sobre la carretera acrecentaron sus dudas. Y ahí comenzó su lucha. Aurelio y su mujer, Isabel Jiménez, tienen la convicción de que hubo otro coche implicado en el accidente que le costó la vida a Jorge la tarde del 18 de junio de 2011. Y, desde entonces, no han descansado ni un solo día. «No me considero un padre coraje», afirma Aurelio, «sólo un hombre que quería a su hijo y que necesita la verdad». Las pruebas que él ha ido recabando han permitido que, cuatro años después, y tras varios mazazos en forma de archivos judiciales, la investigación por la muerte de su hijo se reabra. Ésta ha sido su búsqueda de esa «verdad» que tanto anhela.
Durante el primer mes, Aurelio estuvo yendo cada día al juzgado de Vélez que instruía la causa esperando noticias. Cuando le entregaron el atestado, no pudo esperar a llegar a casa para verlo. «Lo leí allí mismo», apostilla. «Ahí ya pensé que había algo raro. No había fotos de la huella de frenada ni se había identificado al conductor del coche que se paró en el lugar del accidente».
Al día siguiente de que Aurelio recibiera el atestado, el juzgado archivó el caso. Él contactó con un abogado para que lo asesorara al presentar la denuncia, «pese a que la funcionaria que nos atendió nos dijo que no servía para nada, que mi hijo se cayó solo», añade. El único testigo hablaba de un Mercedes Benz de color gris en el que viajaban un médico y una enfermera que «tuvo que maniobrar hacia la derecha para no atropellar al motorista», según su declaración ante la Guardia Civil. «Si ese coche va tan pegado a la moto de mi hijo, ¿cómo podía ver él si le tocó o no le tocó?», se preguntaba entonces y todavía sigue haciéndolo el padre de Jorge.
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Durante tres meses estuvo recorriendo centros de salud y hospitales de Málaga a Nerja para tratar de encontrar el Mercedes gris, «hasta que contraté a un detective», apunta Aurelio. Él fue quien le dio una nueva pista. «Tras hacer varias gestiones, me dijo: No lo busques entre los médicos, que no lo es. Me han dicho el detective localizó a otros tres testigos que se identificó como compañero ante los agentes», continúa relatando el padre de Jorge. «Me olvidé de los hospitales y empecé a buscar coches en los alrededores de comisarías y cuarteles». Así fue como, al tercer día, de casualidad, se topó con un Mercedes gris aparcado en la zona reservada para funcionarios de los juzgados de Vélez. «Me acerqué y vi que tenía un golpe en la aleta delantera derecha que habían querido disimular con un spray», sostiene.
El investigador privado descubrió la identidad del propietario, que resultó ser un fiscal sustituto quien además, según el escrito presentado por la familia ante el juez para pedir la reapertura del caso, fue identificado por dos testigos como la persona que estuvo en el lugar del accidente. En marzo de 2012, aquel Mercedes gris fue reparado en un taller de Torremolinos. «Llamó a la compañía de seguro para decir que había tenido un roce con un Grand Cherokee y que lo iba a arreglar él por su cuenta. El detective fue al pueblo de Zamora donde vive el propietario de ese vehículo, que era familiar lejano del fiscal, al que, según le contó, no veía desde hacía años. Le confirmó que no había tenido ningún roce con su coche e incluso le dijo que el todoterreno sólo lo usa en una finca porcina que tiene en el campo. Y además asegura que no ha estado nunca en Málaga. Está todo grabado», insiste Aurelio. La Audiencia Provincial, en el auto de reapertura del caso, dice al respecto: «No se comprende la razón por la que [el fiscal sustituto y la enfermera] han negado su presencia [en el lugar del accidente], e incluso ha faltado presuntamente a la verdad [el conductor] respecto a los daños sufridos por su vehículo».
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El padre de Jorge también encargó a un perito que examinara los desperfectos de la motocicleta de su hijo. El experto halló lo que «parecen ser marcas de pintura gris metalizada» en los neumáticos y señaló como «causa probable» del accidente un roce que desequilibró la moto. Aurelio le ofreció al juez costear de su bolsillo una prueba pericial para comprobar si esa pintura correspondía a la del Mercedes, pero se la denegaron. Lleva gastados entre 50.000 y 60.000 euros entre detective y abogados: «El dinero es lo de menos, sólo quiero que se haga justicia y que mi mujer y yo podamos descansar. No quiero nada. Si pudiera gastar cualquier indemnización en comprar años de cárcel para el responsable, lo haría sin dudarlo».
Su objetivo, insiste, es que los nuevos testigos declaren y el conductor del coche al que dos testigos sitúan en el lugar del siniestro «se siente delante del juez y dé explicaciones». Los magistrados de la Sección Primera de la Audiencia, a tenor de su resolución (que es firme), comparten el criterio del padre: «[...] Lo que debe necesariamente determinar su imputación (que no necesariamente su condena) para que en sede judicial ofrezca su versión de los hechos». Un paso más para que Aurelio y su mujer conozcan, definitivamente, la verdad que tanto buscan. «Mi hijo es el que me está guiando, me lleva de la mano en todo esto. Le juré ante su tumba que no iba a parar hasta que se aclare lo que pasó. Y no voy a hacerlo», sentencia.
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