Voluntarios en la exhumación de Campillos: «Me impactó ver 20 cuerpos apilados en un metro de tierra»
Jóvenes participantes narran su experiencia en las fosas comunes, donde se estima que podrían recuperarse hasta 200 víctimas de la Guerra Civil tras la segunda fase, que arrancará en 2026
La primera fase de la exhumación en el cementerio municipal de Campillos no solo ha dejado un balance histórico con 73 cuerpos recuperados, sino también ... una huella profunda en quienes participaron en ella como voluntarios. Jóvenes estudiantes, en su mayoría de la Universidad de Málaga, se unieron al equipo técnico durante semanas de calor intenso para excavar la primera de las dos fosas localizadas. Entre ellos, Irene Ciudad, quien reconoce que lo que más le impresionó fue comprobar la magnitud de los enterramientos. «Me impactó ver 20 cuerpos apilados en un metro de tierra y uno de ellos con las manos atadas a la espalda», resume.
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La primera toma de contacto con la fosa fue recibida de forma dispar para los voluntarios. En el caso de Guillermo Gutiérrez confiesa que el choque inicial fue tan fuerte que apenas podía pensar. «Al principio no piensas en nada, porque si lo haces es demasiado duro», admite. Con el paso de los días, la rutina del trabajo arqueológico le obligó a concentrarse, aunque ciertas imágenes quedaron grabadas para siempre. Como el cuerpo de una mujer muy bien conservada que se quedó en su retina.
Tanto Irene Ciudad como Guillermo Guiterrez coinciden en que la experiencia les cambió la percepción de lo que significa trabajar con la memoria histórica. Ella, estudiante de Derecho, admite que al principio se sintió fuera de lugar: «Me chocó mucho, porque no tenía ninguna relación con la arqueología. Me dio respeto, pero a las pocas horas ya estaba tan concentrada en hacerlo bien que se fue pasando la sensación de intensidad». Él, que nunca había participado en una excavación, asegura que lo más sobrecogedor fue cuando aparecían objetos personales de las víctimas entre los que se encontró unas llaves, un colgante o unas monedas provocando, en el joven, que de golpe «dejaban de ser huesos y volvían a ser personas».
«Me dio respeto, pero a las pocas horas ya estaba tan concentrada en hacerlo bien que se fue pasando la sensación de intensidad», aclara Irene Ciudad
Ambos relatan que, más allá de los restos, el contacto con familiares fue lo que les dio mayor sentido al trabajo. «Cuando alguien te dice que ahí están sus abuelos o sus padres es imposible no sentirlo», recuerda el voluntario, que se emocionó especialmente al escuchar a un hombre que llevaba toda su vida reclamando la apertura de la fosa: «Cuando vino y nos contó su historia, ahí fue cuando rompí». La estudiante de Derecho, que no tuvo trato directo con descendientes, destaca sin embargo el valor social de este tipo de intervenciones: «Es importante para los familiares, pero también para la memoria democrática, porque esas personas dieron su vida por defender sus ideas».
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El aprendizaje personal también ha sido una constante. Ciudad asegura que participar en la exhumación le ayudó a perder el miedo a la muerte. «Siempre me daban impresión los cementerios, pero después de estas semanas he visto que no es para tanto. Todos acabamos ahí, y esto me ha servido para quitarme el tabú». Ruíz, por su parte, reconoce que la experiencia le ha hecho reflexionar sobre la ligereza con la que a veces se habla de política hoy: «Ellos murieron por lo que fue un fascismo real. Vivirlo de forma práctica, no solo en los libros, te hace ser más consciente».
Guillermo Ruíz recalca que «vivirlo de forma práctica, no solo en los libros, te hace ser más consciente»
Balance técnico
Los testimonios de los voluntarios se complementan con el balance técnico de los responsables de la intervención. María José Berlanga, profesora de la Universidad de Málaga y coordinadora del proyecto, subraya que ha sido un trabajo «muy especial e intenso», sobre todo por el contacto con las familias. El director de la excavación, Andrés Fernández Martín, explica que en la primera fosa aún queda una veintena de cuerpos por extraer, lo que permitirá acercarse al centenar solo en este espacio. De hecho, si la segunda fosa, aún intacta, resulta simétrica, se podrían superar las 150 víctimas con creces y alcanzar las 200.
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Según explica la historiadora Encarnación Barranquero, lo que une a esas víctimas es que no eran franquistas, sino población represaliada tras la entrada de las tropas sublevadas en septiembre de 1936. Aunque la identificación aún está en curso, se trataría sobre todo de civiles (milicianos, sindicalistas o familiares de cargos republicanos) ejecutados por su militancia o simplemente por parentesco. «No podemos decir que fueran combatientes, eran víctimas del franquismo», precisa.
La investigación ha permitido además distinguir hasta cinco grupos de enterramiento correspondientes a diferentes días de fusilamientos, lo que abre la puerta a establecer una cronología precisa vinculada con la documentación histórica. Otro dato llamativo es el porcentaje de mujeres exhumadas, que supera ya el 20 %, muy por encima de la media en Andalucía y España. Entre los restos también han aparecido objetos personales como pendientes o utensilios que refuerzan la hipótesis de que muchas de ellas fueron represaliadas junto a los hombres de sus familias.
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En paralelo a la excavación, se han recogido muestras de ADN tanto de víctimas como de familiares. Esas pruebas se enviarán al laboratorio especializado de la Universidad de Granada, encargado de cotejar los resultados para facilitar identificaciones. Según Fernández, la alta participación de descendientes en este proceso incrementa las posibilidades de poner nombre a los cuerpos recuperados. «Eso nos da más opciones de ofrecer respuestas y cerrar heridas abiertas desde hace casi 90 años», añade.
La segunda fase de los trabajos está prevista para 2026 y se centrará en la fosa paralela, siguiendo un esquema similar al de este año: dos meses y medio de excavación, un presupuesto cercano a los 30.000 euros y la participación de estudiantes de la Universidad de Málaga. Para Berlanga, mantener el componente formativo es fundamental: «Los alumnos no solo aprenden arqueología forense, también se sensibilizan con la historia y entienden el valor de la dignidad y la reparación».
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