Un año de la dana en el Guadalhorce: ¿Podrían repetirse las inundaciones?
Doce meses después de la riada, recorremos las actuaciones realizadas en Cártama y Álora y comprobamos las medidas pendientes para evitar nuevos desbordamientos
Hace justo un año, el Valle del Guadalhorce se despertó bajo un diluvio que transformó su paisaje y su vida cotidiana. La dana del 29 ... de octubre de 2024 dejó a su paso viviendas anegadas, carreteras cortadas, campos arrasados y un recuerdo aún presente en quienes lo vivieron. Doce meses después, los municipios más afectados, Álora y Cártama, hacen balance de un año de obras, gestiones y promesas. Los cauces han sido limpiados en parte, los caminos reparados y los equipos de bombeo sustituidos, pero la pregunta sigue flotando en el aire: ¿podría volver a pasar?
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Limpieza del Guadalhorce: avances, pero con zonas pendientes
Durante el último año, la Junta de Andalucía ha desarrollado trabajos de limpieza en algunos tramos del río Guadalhorce, especialmente en la barriada de Doña Ana de Cártama y en el cauce que atraviesa el núcleo urbano de Álora. Se retiraron lodos, maleza y residuos vegetales, y se ejecutaron perfilados para mejorar el flujo del agua. Los ayuntamientos, por su parte, han reforzado estas actuaciones con medios propios, centrando los esfuerzos en los arroyos secundarios y en los márgenes más deteriorados. En Cártama, se actuó en los cauces del Río Grande, Fahala y Guadalhorce, mientras que en Álora se impulsó la limpiezas en el tramo del puente de madera.
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El alcalde de Álora, Francisco Martínez, reconoce el avance pero considera que «se ha hecho poco para la magnitud del problema». «El río, en muchos puntos, tiene el sedimento más alto que las propias parcelas», señala. «Se ha actuado de forma puntual, pero necesitamos una limpieza integral, especialmente en La Isla o la desembocadura del arroyo Gema, las zonas más afectadas». En la misma línea, Miguel Espinosa, primer teniente de alcalde de Cártama, advierte de que la actuación de la Junta «ha sido parcial e insuficiente». «Cártama vive con un riesgo real de inundaciones; nos atraviesan tres ríos y recibimos el agua de toda la sierra. El mantenimiento del cauce debe hacerse cada año», reclama.
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Caminos rurales y accesos: unión entre las instituciones
Tras la dana, la Junta de Andalucía declaró la zona como de emergencia y financió varias obras de reparación en caminos rurales, carreteras y zonas agrícolas. En Álora, se rehabilitaron unos quince caminos con apoyo autonómico, mientras que el Ayuntamiento asumió la reparación de otros 180 kilómetros con medios propios. En Cártama, se reforzaron los viales rurales y se actuó en los accesos principales, especialmente en el que conecta con la Estación, uno de los puntos más afectados.
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El alcalde de Álora explica que su consistorio tuvo que adelantar más de 700.000 euros para acometer obras de urgencia entre octubre y marzo. «Era eso o dejar a los vecinos aislados», afirma. «Fue un esfuerzo económico enorme, que nos ha dejado un agujero importante en el presupuesto». Aunque también reconoce que organismos como la Diputación de Málaga ayudaran a la localidad a seguir saliendo a flote de este problema.
Espinosa sobre la entrada a Cártama Estación: «Necesitamos duplicar el acceso y subir la cota varios metros»
En Cártama, Espinosa subraya el problema de fondo: «El acceso principal a la Estación está muy bajo. Cuando el río se desborda, 15.000 vecinos quedan incomunicados. Se elevó un tramo, pero necesitamos duplicar el acceso y subir la cota varios metros». Ambos municipios coinciden en que el mantenimiento constante de los caminos es fundamental para evitar el aislamiento de barriadas rurales en futuras lluvias torrenciales.
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Infraestructuras hidráulicas: inversiones para evitar otro colapso
El agua no solo anegó viviendas y caminos; también dañó las infraestructuras básicas. Especialmente en la localidad de Álora, donde los pozos quedaron inutilizados y las bombas de extracción sepultadas por el barro, lo que dejó al municipio doce días sin suministro. Desde entonces, el Ayuntamiento ha sustituido el equipamiento dañado e instalado una bomba nueva de 200 caballos en El Chorro, además de iniciar la compra de una parcela para construir un pozo alternativo más alejado del cauce. «Queremos garantizar que no vuelva a cegarse con los lodos cada vez que crece el río», explica Martínez. El Consistorio también estudia una planta de filtración de arena para mejorar la calidad del agua en episodios de turbidez.
La Junta ha ejecutado obras de emergencia en colectores y redes de saneamiento, mientras que Cártama ha reforzado los sistemas de drenaje urbano. Se han revisado colectores, instalado válvulas antirretorno y mejorado las bombas en las zonas más bajas. «Queremos evitar que el agua vuelva a salir por los desagües, como ocurrió el año pasado», explican fuentes municipales. Espinosa resume la prioridad: «La prevención es ahora el eje de nuestro trabajo; limpiar cauces y reforzar drenajes antes de las lluvias es clave para no improvisar».
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Doña Ana: la zona más expuesta y el debate sobre su futuro
La barriada de Doña Ana, junto al cauce del Guadalhorce, sigue siendo uno de los puntos más vulnerables de Cartama. Durante la dana de 2024, varias viviendas quedaron anegadas y los vecinos aseguran que cada alerta por lluvia reaviva la inquietud. Desde el Ayuntamiento, el primer teniente de alcalde, Miguel Espinosa, recuerda que «es una barriada histórica, pero está muy próxima al río y cada vez que hay crecida, el riesgo se repite», además es catalogada como zona inundable por su proximidad al Gudalhorce.
El Consistorio planteó hace meses la posibilidad de estudiar una expropiación o compensación económica para las viviendas más expuestas, una idea que, según Espinosa, «debería valorarse a largo plazo si mantener el cauce resulta más costoso que reubicar a las familias». Por ahora, se han realizado tareas de limpieza y excavación en el río en coordinación con la Junta de Andalucía, aunque los residentes admiten que la preocupación no desaparece. «Como pasa, puede volver a pasar», resume Remedios Navarrete, vecina de la zona.
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Los vecinos: sin miedo, pero con precaución
Doce meses después de la dana, los vecinos del Valle del Guadalhorce intentan recuperar la normalidad, aunque el recuerdo de aquella madrugada sigue muy presente. En Cártama, Soraya García, madre de dos niños pequeños, recuerda cómo el agua se abrió paso por cada rincón de su casa. «Entraba por la puerta, por la ventana e incluso por el cajón de la lavadora», contaba entonces. Perdieron todo lo que tenían en la planta baja y tardaron semanas en limpiar y reparar los daños. Hoy su vivienda vuelve a estar en pie, pero el miedo no desaparece del todo. «Ahora está todo tranquilo, pero no sabemos si volverá a pasar. Si ocurre otra vez, me voy», admite con resignación. Como muchos vecinos, confía en que las obras en el cauce sirvan para evitar una nueva riada, aunque reconoce que «hasta que no se vea llover de verdad, uno no se queda tranquilo».
En la misma barriada de Doña Ana, Alan García lo vivió con incertidumbre: «Veías el agua desde la ventana y parecía una piscina. No podías salir ni hacer una vida normal». Su casa se salvó, pero no las de muchos de alrededor. «Los que vivimos aquí sabemos lo que es esto. Ser precavido no es exagerar; algunos todavía tienen puestas compuertas por si acaso». Las familias han aprendido a convivir con el río, reforzando entradas, muros y desagües, pequeños gestos que, dicen, dan algo de seguridad cuando las nubes se cierran sobre el valle.
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Entre los vecinos más veteranos, Rafael Rebollo y Francisca Jiménez, ella criada en la barriada hace más de setenta años, aportan la memoria de décadas de crecidas. «Yo estaba en Málaga cuando empezó todo; cuando llegué, el agua ya estaba entrando en las primeras casas», recuerda Francisca. Aún se conservan las marcas del nivel del agua en las paredes. Rafael, que lleva toda la vida en la zona, asegura que cada episodio sirve de aviso: «Tenemos compuertas preparadas por si acaso, pero como la del 89, ninguna. Aun así, siempre la última es la que más recuerdas». Sus palabras resumen un sentir común en la comarca: acostumbrarse al riesgo sin perder el respeto al río.
En Álora, el relato es muy parecido. David Sánchez, vecino de la zona de La Isla, una de las más afectadas, revive aquellos minutos de angustia: «Un amigo nos llamó para que saliéramos corriendo. En pocos minutos el agua me llegaba por la cintura». Su familia perdió muebles y electrodomésticos, pero se considera afortunado: «A una persona la tuvieron que sacar en helicóptero y hubo una víctima. Nosotros tuvimos suerte». Durante días limpiaron barro con ayuda de Cruz Roja y voluntarios. Aun hoy, su casa conserva heridas visibles: «Algunas puertas siguen hinchadas y hay rincones con barro. Pero si el río se mantiene limpio como hasta ahora, no debería volver a pasar».
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