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En Álora fallecieron el año pasado 138 vecinos. En este municipio de casi 13.000 habitantes ubicado en el corazón del Valle del Guadalhorce, la incineración era prácticamente tabú hasta hace una década. «No estaba ni bien visto», reconoce el concejal Francisco Martínez. Pero ese recelo empezó a perderse cuando el Ayuntamiento puso en marcha un crematorio municipal en el nuevo cementerio, abriéndose a una tendencia generalizada en la que las incineraciones van ganando terreno frente a los entierros tradicionales. En Málaga hace tiempo que le dieron la vuelta a esta proporción, hasta el punto de situarse como la capital española con mayor porcentaje de personas que optan por la cremación: un 79%, prácticamente el doble de la media nacional (40%).
Todos los santos
Volviendo a Álora, incineraciones e inhumaciones están ya a la par entre los perotes (69 cremaciones y 69 entierros), pero estas cifras nada tienen que ver con el movimiento que semana tras semana registra el horno de la localidad, que ha tenido incluso que ampliar plantilla con un tercer operario para dar respuesta a la demanda existente y contratar a una empresa para que atienda las llamadas de funerarias que se realizan por la noche. Los datos hablan por sí solos. El año pasado se realizaron 510 cremaciones en las instalaciones municipales y durante los primeros nueve meses de 2018 ya eran 320. A modo de referencia, en Parcemasa, con dos hornos que dan cobertura a buena parte del área metropolitana, en 2017 se contabilizaron 4.010 y en lo que va de 2018, otros 3.331.
Cierto es que este equipamiento se concibió para dar servicio a toda la comarca del Guadalhorce, pero detrás de esta circunstancia no hay otro motivo que el puramente económico demostrando que la competencia también ha llegado a las cremaciones. Frente a los 360 euros por servicio en día laborable (420 los fines de semana), los otros nueve crematorios que hay repartidos por la provincia no sólo es que difícilmente bajen de los 600 euros (la media nacional, en la que se sitúan Málaga, Ronda y Antequera), sino que algunos como los de Marbella y Fuengirola cobran prácticamente el doble (764 y 758 euros, respectivamente). Un abaratamiento que tiene su base en que en Álora, al estar gestionado directamente por el Consistorio, se considera una tasa municipal y no lleva IVA, que en el caso de los servicios funerarios está fijado en el 21%, como un artículo de lujo. El de la capital también está en manos públicas, pero en forma de concesión a la empresa municipal Parcemasa, por lo que las tarifas sí que llevan recargo tributario (592 euros). Salvo los de Fuengirola y Manilva, que también están en manos públicas, el resto (Estepona, Ronda, Antequera, Vélez, Benalmádena y Marbella) son explotados por empresas privadas, poco dadas a facilitar no sólo sus tarifas tanto por web como por vía telefónica, sino también un balance de su actividad. Lo que no ocultan son sus recelos hacia la competencia de Álora.
Y es que esta diferencia de precios es un filón para las funerarias, que han visto en Álora un buen negocio para reducir costes. Aunque el velatorio y el funeral se celebren en el municipio del difunto, el viaje compensa. En este sentido, cabe reseñar que aunque los seguros de decesos garantizan un capital para cubrir los gastos (unos 3.000 euros), lo que realmente se está contratando es la prestación de un servicio, por lo que en la práctica no supone un ahorro en la póliza. Negocio para las empresas, pero también para el municipio, que cada año se embolsa por esta vía unos 230.000 euros, el doble de lo que prevé recaudar por licencias de obras.
«Es, con diferencia, el más barato de la provincia, así que cada vez son más los servicios que se realizan aquí», afirma José Antonio Martínez, gerente de la funeraria local Mártir. «A veces han llamado particulares, pero como para el traslado necesitan una funeraria, finalmente se encargan estas empresas», explica el edil responsable de las instalaciones, Francisco Martínez.
Aunque el ritmo varía en función del territorio, de lo que no cabe duda es de que las cremaciones van a más. Primero, por una cuestión de hábitos sociales, pero también hay un factor económico, ya que aunque de partida el entierro es más barato (301 euros en la capital), a largo plazo supone un menor desembolso para la familia en cuestión de mantenimiento del nicho. Mientras en el litoral occidental la prevalencia de las incineraciones se sitúa en torno al 70% fruto también de la mayor presencia de extranjeros que se decantan por esta opción, la proporción desciende cuando el abanico se abre al interior de la provincia, especialmente en los municipios pequeños en los que las inhumaciones continúan más arraigadas.
«La tendencia va a más, incluso entre personas mayores, y ya está en torno al 50%», exponen desde el crematorio de Ronda. En la Axarquía, en torno a la mitad de los servicios que se prestan son incineraciones, mientras que en la comarca de Antequera seis de cada diez difuntos son enterrados. «Poco a poco, las familias van optando cada vez más por la incineración, aunque nada que ver con Málaga capital o la Costa», explica Auxiliadora Espildora, gerente del único crematorio existente en la zona norte de la provincia.
El seguro de decesos es, tras el de automóviles, el producto con mayor presencia en España. En la provincia de Málaga, dos de cada tres familias tienen contratada una póliza que garantiza la prestación del servicio funerario, dando cobertura a un total de 970.583 personas, lo que supone un crecimiento del 1,2% respecto al año anterior y la sitúa entre las diez provincias españolas con mayor porcentaje de implantación, según los datos de la patronal del sector Unespa. Desde que se abona la primera cuota, el seguro cubre por completo todo el servicio funerario, desde el alquiler de la tanatosala hasta el traslado del difunto, pasando por las coronas de flores, el féretro y, por supuesto, la incineración o el entierro.
En su conjunto, un sepelio suele costar en torno a los 3.000 euros, aunque la cifra puede variar en función de los productos contratados. Según la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef), la mitad de los costes son para el servicio funerario en el sentido estricto (arca, traslado, instalaciones para el velatorio y los trámites administrativos), mientras que el destino final (cementerio o cremación) suponen el 18,5% del gasto. Servicios complementarios como los certificados, coronas, lápidas o esquelas se llevan un 15%, mientras que el 17% restante corresponda a impuestos. Si no se cuenta con póliza, el montante dependerá de los servicios que se contraten, pero de forma aproximada un ataúd cuesta unos 700 euros, los traslados desde el lugar del fallecimiento al tanatorio y al lugar de la ceremonia unos 550, la cremación en torno a 600 euros y el uso de la tanatosala, otros 600.
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