Marilú Báez

El tirón de orejas del Kanka al alcalde en su pregón: «Málaga debería ser de los malagueños»

El cantautor saca pecho de una feria abierta «donde cualquiera puede entrar en cualquier caseta» en uno de los textos más poéticos y reivindicativos de los últimos años

Sábado, 17 de agosto 2024, 22:11

No le pidan al Kanka gomina, traje y corbata. Tampoco homilías ni discursos pomposos. Lo suyo es algo mucho más terrenal, lejos del maquillaje y ... la pirotecnia. Por eso anoche se presentó en la portada del recinto ferial con camisa estampada de manga corta y abanico, entre tímido y abrumado, sin disfrazarse de otro, dispuesto no a dar un pregón sino a recitarlo. «En estas calles fui un crío, / con Málaga en el ayer», confesó en los versos iniciales: «Y hoy me toca agradecer / a este pueblo, que es el mío».

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Curtido en garitos, El Kanka es un artesano de la música, un obrero que ha escalado desde El Harén y La Botica hasta el WiZink Center sin saltarse un solo peldaño. No sorprende entonces que en su pregón, el más poético de los últimos años, también uno de los más hermosos, tuvieran cabida el Tintero y el Cautivo, los desayunos de pitufo y mitad, la cuestaelcoño, el Onda Pasadena, los camperos de pollo, el olor a fritanga, el Cartojal y Tabletom. Porque sus letras nunca se han despegado del suelo. No hablan de cielos y estrellas, no hay crepúsculos ni adjetivos imposibles. Aquí la sabiduría no tiene hechuras de alta literatura sino de puchero en el fuego, de charlas para arreglar el mundo entre cervezas y de vestidos estampados de señoras que toman el fresco en un patio andaluz.

Hubo tiempo para celebrar «una ciudad brillante, compasiva y tolerante», pero también para reclamar que se haga «algo con los Asperones»

Así es su poesía y así fue su pregón, cosido de recuerdos, de «ganas de guasa» y de «gente perita», de las colas para esperar el autobús y de resacas después de pasarse la noche «con el garrafón en vena / y cara de Jesucristo». Hubo tiempo para celebrar «una ciudad brillante, / compasiva y tolerante, / cuna de la libertad», una Málaga «sin maldad, / que abra todos los balcones, / que cuide de sus rincones / desde la montaña al puerto», pero también para reivindicar, frente al alcalde, que se haga «algo con los Asperones». Sabe de lo que habla: hace apenas unas semanas que, ukelele en mano, cambió los grandes estadios por el humilde escenario del colegio María de la O, en el barrio más marginado de de la ciudad, para cantar «Sí se puede, / que nadie te diga que no» a un centenar de niños de entre tres y doce años, la mayoría en situación de vulnerabilidad.

No fue el único tirón de orejas que dio El Kanka, ahora uno de los artistas más valorados y mejor posicionados de la música popular en España pero hace no mucho alguien que tenía que hacer malabares para llegar a fin de mes, acostumbrado a dormir en los sofás de sus colegas para ahorrarse el hotel y que los bolos no le salieran a pagar. Aún resuena en su cabeza el titular que un periódico de tirada nacional le dedicó hace años, cuando vivía en un semisótano de treinta metros cuadrados en Madrid: «El mejor cantautor del país vive en un minipiso». Tal vez por eso, con tantos políticos pendientes de sus palabras, hincar el diente a la masificación turística y la crisis de la vivienda adquiría para él condición de obligación moral. Y no esquivó el reto, asumido con elegancia. «Aquí acogemos a todos, / lo cual no quiere decir / que ahora tengamos que huir / de cualquier manera y modo», advirtió antes de sentenciar: «No soy un sabelotodo, / y en este tipo de empeños / me siento más bien pequeño, / mas según mi parecer / Málaga debería ser / también de los malagueños».

El cantautor criticó la masificación turística y los precios de la vivienda: «Aquí acogemos a todos, / lo cual no quiere decir / que ahora tengamos que huir»

Antes había lamido la herida de su orfandad con un inevitable recuerdo a sus padres, ambos fallecidos por cáncer, ella cuando el cantautor apenas era un adolescente que comenzaba a despuntar con la guitarra y él hace tres años: «De Tolox era mi madre, / y mi padre del Perchel; / tanto ella como él / de malaguísticos padres. / ¡Tanto pedigrí, compadre, / de más de ochos apellidos!». Un guiño a su hermana completó la referencia familiar, aunque sabe El Kanka, leal a compañeros de viaje como El Mani, su percusionista desde los inicios, cuando había menos dinero y más pelo, o María Pellicer, representante y escudera, que también la familia se elige, como canta en 'Sabéis quiénes sois': «A veces el viaje se pone cuesta abajo / y es bueno dar con quien / tragar los malos tragos / y brindar se vuelve necesario».

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El pregón, que en cierto modo cierra el círculo abierto por su reconocimiento como Malagueño del Año en diciembre, distinción otorgada por SUR a la que siguió su elección como cabeza de cartel en el Brisa Festival, no superó los quince minutos, pero hubo tiempo para brindar por Picasso y Marisol, para defender un vocabulario propio (pechá, merdellón, perita, aliquindoi, no ve vieo...), para despedirse a lo Chiquito («¡Hasta luego, Lucas!») y para sacar pecho de una feria que no exige etiquetas, una feria donde conviven «el vasallo y el señor, / el paciente y el doctor, / el chavea y el pureta, / porque aquí cualquiera puede / entrar en cualquier caseta». Para todo eso y para que El Kanka, por unos minutos, volviera a ser Juanillo, el niño que disfrutaba subido a la noria y que nunca imaginó «el honor / de ser profeta en mi tierra».

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