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Pilar R. Quirós
Málaga
Viernes, 5 de junio 2020, 00:44
Si a alguien le ha sentado como un jarro de agua fría la anulación de la feria de Málaga ha sido precisamente a los feriantes de la provincia, los que montan los carricoches para que los demás se diviertan donde ellos trabajan. Este año no habrá ni diversión ni negocio. «El virus este nos ha asesinado el negocio», afirma desconsolado el presidente de la Asociación de Empresarios Feriantes de Málaga y Provincia, Rafael Blánquez, apesadumbrado, con ese tono familiar y cercano como si fuera a hacer una confesión en la barra de un bar.
La Feria de Málaga 2020 ha muerto. Si alguien vivía anteayer con angustia la noticia, esperanzado hasta el final de que se pudiesen celebrar las fiestas ese era Fali, el hijo de El Maño, como le conocen sus amigos y los que trabajan con él. Bueno, Fali, y los 200 propietarios de carricoches que trabajan de feria en feria, noche tras noche, desde abril hasta octubre en la provincia. Con su apabullante espontaneidad no paran de salirle titulares: «Este año ni vamos a empezar ni vamos a terminar». De hecho, sienten que el Gobierno ha practicado con ellos un agravio comparativo, ya que se permitirá la apertura de parques de atracciones en la tercera fase (entrada con un aforo máximo del 50% y en las atracciones, un 33%) y ellos se han quedado sin ferias, sin circuito y sin trabajo todo el año 2020. Su temporada alta, su única temporada, tirada por la borda.
Lo peor, lo más cruel, es que no tuvieron tiempo de darse de alta como autónomos en el mes de abril como todos los años porque antes llegó el estado de alarma. «El negocio es estacional» explica, y la realidad pinta tan fea como que sus asociados y otros pequeños empresarios de este sector en Málaga están llamando a las puertas de Bancosol o Cruz Roja «para tener algo que llevarse a la boca». «Así que estamos en las últimas», indicaba, añadiendo que ellos son los olvidados de la desescalada y del Gobierno. «Estamos aquí, pero no rezamos en ningún sitio». Blánquez lo explica de forma meridiana: los feriantes no tienen ningún epígrafe dentro de la actividad económica, de tal forma que los trabajadores de las atracciones están dados de alta en el gremio del metal, y los que tienen puestos de buñuelos o algodón, en la hostelería. «Los feriantes no existimos como tal», explica.
Cuando acaba su temporada, en octubre, sacan para vivir el resto del año y para remozar y hacer nuevas inversiones en las atracciones y camiones para montarlas al año siguiente. «Todos tenemos algún préstamo para hacer frente al negocio; ya sabes para estar al día; como la mayoría somos autónomos discontinuos no hemos tenido ninguna ayuda». Ahora, Fali sólo hace hincapié en una cosa antes de despedirse: «Le pedimos al Gobierno que nos tenga en cuenta, que se acuerde de nosotros, que existimos aunque no nos quieran ver».
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