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Dioni, Manuel y María, en los pasillos de la Facultad de Medicina. Migue Fernández

Los mejores del MIR: una historia de días largos y noches cortas

Dioni, María y Manuel son los jóvenes de la UMA con mejor nota en el examen que habilita a los graduados en Medicina a elegir una especialidad

Sábado, 31 de mayo 2025, 00:26

Días que se hacen muy largos y noches que se hacen muy cortas. Un profesor de una academia que perjura que su método representa el mejor camino para llegar al éxito. Horas sumando kilómetros por el paseo marítimo porque el deporte es la mejor válvula de escape. Una carrera de seis años que parece no tener fin. La perspectiva de una vida que se conjuga entre el aprendizaje práctico y guardias de 24 horas. Mano de obra que será fundamental para el funcionamiento de los hospitales, pero que no se pagará como corresponde.

Antes de que los estudiantes de Medicina puedan acceder a una especialidad, tienen que realizar el examen MIR. Tres letras que acompañan a lo largo de toda la carrera como una sombra que se estira y de repente acecha y envuelve.

Unos 14.500 jóvenes de todos los rincones del país libran un combate en una categoría en la que todos compiten contra todos porque las especialidades se eligen por nota pura y dura. El primero apunta y luego dispara. Dermatología, cirugía plástica o medicina forense. Empezarán a agotarse las mismas de los últimos años. Algunos entumecen cuando realizan que solo quedan plazas para médico de familia. Titulares trillados hablarán luego de las «especialidades de moda este año son...».

Dionisio Villodres

No es el caso de Dionisio Villodres Cazorla (25 años), Manuel Ferre Ruiz (25) y María Jiménez Salva (24). Detrás de estos nombres hay tres personas que merecen una distinción. Cada una con sus sueños y sus preocupaciones, cada una siendo un microcosmos cargado de matices y circunstancias. Pero a estos jóvenes hay algo que les une.

Algo que tienen en común, ganado con empeño, y que ya nadie les puede arrebatar. Como una plusmarca al velocista o el nombre de una estrella que le ha puesto el astrónomo que la ha descubierto. Dioni, Manuel y María son los tres mejores MIR de la Universidad de Málaga (UMA) del 2025.

SUR se encuentra con ellos para hablar sobre las experiencias acumuladas en estos años, conocer las inquietudes y presiones que rodean a un examen cargado de cierto misterio y que se resume, básicamente, en un jugártelo todo a una carta.

Manuel Ferre

A lo largo de la conversación se abordan maneras de afrontar estas pruebas, las rutinas de preparación y hasta estrategias basadas en el cálculo y la estadística. Manuel, el único de los tres que no es de Málaga, deja un apunte para los que vienen después: «Es mejor no dejarte ninguna pregunta en blanco. Si fallas, te resta menos que un posible acierto». Dioni y María asienten con la cabeza.

No solo es el examen. ¿Qué lleva a alguien a querer ser médico? ¿Cómo influye el entorno y, realmente, es una carrera tan endogámica como muchos creen?

La cita es en la Facultad de Medicina, un sábado a las diez y media de la mañana. Dioni, camisa blanca e impoluta, se coloca las mangas para la foto. Manuel luce un polo de tres colores y María, la última en llegar, aparca una maleta en la consejería. «De aquí me voy directa a la Feria de Córdoba», explica. Después un largo tiempo en 'régimen monasterial' para alcanzar el objetivo, su último mes habría sido un «no parar».

Con la plaza ya sellada, confirman los tres, también cae el peso de los hombros. A veces, lo sentían así. Otras, la propia inercia del estudio hacía que ni la notaras. «Pero sí, la presión está ahí. Claro que sí», confirma Dioni.

Luego se queda pensando y deja intuir que la presión es un concepto más abstracto de lo que parece. ¿Quién tiene más presión? Un estudiante que va a realizar el MIR o el padre que sale por la mañana a trabajar en lo que pilla y no sabe si va a poder llenar la nevera.

«Si hay algo que he aprendido en este tiempo y es algo que agradezco mucho, es a relativizar. ¿El MIR era importante? Sí, obvio. Pero si no me hubiera salido tan bien, seguiría siendo yo», añade. La validación, deja claro, es algo más que una nota.

María Jiménez

Consistencia

Medicina, ya se ha dicho, es lo más parecido a un 'Ironman' en lo académico. A los seis años de carrera le sigue otro de preparación para el MIR. Ahora, cuando miran a su alrededor, contemplan una facultad casi desierta. Pasillos que representan un segundo hogar y que ahora, salvo que vuelvan para la docencia o dar alguna charla, no volverán a pisar.

Dioni, Manuel y María entraron aquí cuando apenas habían rebasado la edad para conducir y salen cuando están en el ecuador de la veintena. Más que tiempo, una etapa de vida. Suficiente para hacer nuevas amistadas, ver como se diluyen otras, establecer parejas, romperlas, hacer Erasmus y crecer en lo personal. «Notas que has madurado», coinciden.

María no es la misma María de primero de carrera. No lo es Dioni ni tampoco lo es Manuel. A este proceso de crecimiento también contribuyen elementos que no se pueden controlar. Cuando Manuel hizo Selectividad, aún no existía Medicina en Almería. Tuvo que mudarse a Málaga, una ciudad con un pulso por encima de lo que a él le gusta en cuanto a bullicio.

Desde la distancia, vio como la Universidad de Almería instauraba Medicina. Una situación que ahora también le ha sumado en su decisión de volver a su ciudad natal. Dermatología en el Torrecárdenas. «Me han hablado muy bien del hospital. Y con una Facultad de Medicina que acaba de arrancar, creo que es un buen momento para estar ahí», resume con ilusión.

Las expectativas para los próximos años de residencia son altas. De alguna manera, es el primer contacto práctico de verdad con la profesión. Pasarán consulta, vivirán horas frenéticas en urgencias. Haber llegado hasta aquí, también invita a la siguiente pregunta. ¿Cómo y cuándo se sembró la semilla? Hablar de Medicina y destacar la vocación es una obviedad. Con la mera matriculación ya se da por existente. «Cuando estaba haciendo la ESO, ya era algo que tenía bastante en mente. Siempre me ha interesado mucho el cuerpo humano y, sobre todo, ayudar, que es lo que hacemos los médicos», mantiene.

Dioni, que ha podido elegir lo que hubiera querido en ese amplio mosaico de especialidades, también ha optado por dermatología. Una residencia que realizará en el Virgen de la Victoria.

Para María, las coordenadas estaban un poco marcadas de antemano. «Mi padre es médico y mi madre es enfermera. Entonces, como yo digo, parte de mi carga genética ya estaba enfocada a dedicarme a la sanidad», puntualiza. La especialidad elegida por María es cardiología, que hará también en el Virgen de la Victoria. Detrás de esta elección queda un amplio proceso de reflexión. Voces que susurran y «mucho ruido». María aprendió a darle el valor preciso a cada recomendación en función de dónde venía. «Sabía más o menos lo que me gustaba, pero no tenía una especialidad fija en mente. No es lo mismo que te guste mucho estudiar algo que trabajar en ello», precisa.

Mitos

Volviendo a los tópicos y a la creencia de que la mayoría de los que acaba en Medicina son hijos de médicos. Puede decirse que María procede de un entorno 'sanitario'. Dioni y Manuel, no. «Mi padre es jardinero y mi madre ama de casa. En mi familia hacemos bromas de cómo he acabado aquí. Lo que está claro es que si tienes un objetivo, nadie debe ponerte barreras», detalla Dioni. El caso de Manuel es parecido. «Vengo de un entorno humilde. Nunca nos ha faltado de nada, pero tampoco tengo precedentes de médicos en mi familia», señala. Ninguno de los tres ha estudiado en un centro privado. María en Gamarra, Dioni en el IES Belén y Manuel en el IES Los Ángeles (Almería).

El MIR consta de 200 preguntas. La preparación es ardua, exige una rutina y sacrificios. Las academias están ahí y cada una promete grandes resultados. Al final, resalta Manuel, el truco estaría en que cada uno se busque lo que mejor le funciona. «Conoces a tu cuerpo, sabes cuál es la mejor manera de funcionar», dice.

Luego, hay estados por los que un estudiante de MIR pasará en algún momento sí o sí. Según lo detallado por estos jóvenes, esta etapa se podría sintetizar, por ejemplo, así: una especie de aislamiento angustiado soportable. «Ni cuando salen bien las cosas uno es la leche ni cuando salen mal eres lo peor. Los días malos, lo que más me reconfortaba, era sentarme con mis padres, estar con ellos y sentir el calor de tu gente. Mira, estoy estudiando, pero a mí lo que me define no es el MIR, hay muchas otras cosas que forman parte de tu vida y son lo que realmente te definen», resalta María.

Ahora, a punto de empezar la residencia, los recuerdos del MIR empiezan a entumecerse y los momentos negativos están ya a la deriva de la memoria. «Te quedas con los positivos», subraya Dioni. El año que viene se repetirá el mismo ritual. Miles de jóvenes se jugarán su futuro en una partida a 200 preguntas. ¿Cómo definirían los protagonistas de esta historia el MIR con una palabra? María: «Constancia». Dioni: «Pasión». Manuel: «Optimizar».

Los mejores del MIR de la UMA también están entre los más destacados a nivel nacional. No sacan pecho de ello y en ningún momento piden que se resalte. Pero, por si acaso, aquí queda constancia. Dioni, puesto 14; Manuel, puesto 90; María, puesto 95. Como decía el bueno de Chomsky, la noticia está en el último párrafo.

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