Javier Castillo: «La Feria de Málaga es para perder la cordura»
El popular novelista hace un pregón íntimo y plagado de guiños a los recuerdos de su infancia y a la esencia de lo que significa ser malagueño
Palabra de Javier Castillo: «Esta feria es para perder la cordura y para dejarse enamorar». Este fue el punto álgido del pregón que ayer pronunció ... el popular novelista malagueño, a los pies de la nueva portada del real. Lo hizo en un claro guiño a la saga de novelas que lo han convertido en un superventas y que despertó una fuerte ovación de las decenas de fans que se dieron cita para escucharle.
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Pero antes de llegar a ese punto, Javier Castillo trazó un recorrido por su infancia, la esencia de lo que significa ser malagueño y cómo le ha marcado eso como escritor. «Málaga está en cada una de las palabras que escribo y en cada una de las emociones que siento. Málaga me ha convertido en quien soy, me ha enseñado a ver el mundo como sólo se entiende desde aquí, con esta luz que tenemos». «Todas mis historias son oscuras, pero en todas brilla la esperanza, la belleza y el amor de verdad».
Y es que el novelista contó a los presentes que creció viendo a su abuela añadiendo la mayonesa al gazpachuelo, y luego «la ayudaba a embadurnar de harina los boquerones del almuerzo». «Pasé los veranos subido a un hidropedal. Y mi primer recuerdo es en una playa, desnudo frente al mar. Mi infancia entera huele a orilla y mi madurez, lo admito, un poquito a vino dulce y Cartojal.
Escribir en el Cercanías
Sobre sus inicios literarios, el novelista recuerda cómo en los trayectos de tren de Cercanías desde Fuengirola (donde reside) al Centro escribió su primera historia, que le cambió la vida. «Pero es que Málaga tiene algo que no se puede explicar. Hayas nacido aquí, te hayas mudado hace tiempo o tan sólo estés de paso, se te agarra al pecho, no te suelta y te susurra al oído: 'no te vayas, no vas a encontrar otro sitio igual'».
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Guiños también para la gastronomía y el habla malagueña: «Este es el único lugar del mundo en el que un pitufo no es un hombrecillo azul, sino el tamaño perfecto de un bocadillo. Donde las nubes casi nunca las ves por el cielo y las convertimos en un café para desayunar. El lugar donde perita no es una pera pequeña, sino estar mejor que bien. Donde no sólo tenemos suerte, sino chorra. Aquí las zapatillas son para andar por casa, porque nosotros llevamos tenis para hacer deporte, con permiso del gran Rafa Nadal, que lloró en el Carpena, junto a toda la ciudad».
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Y capítulo también para sus referentes culturales y literarios: «Nací en el clínico en el 87, un año antes de que el gigantesco Manuel Alcántara estuviese sobre este escenario con su pregón, y os confieso que es un verdadero honor». Si Alcántara dijo entonces que Málaga era una forma de entender la vida y también una forma de desentenderse de ella, Castillo añade ahora: «Málaga es la única palabra del diccionario que es sinónimo al mismo tiempo de arte, de buen rollo, de cultura y, por encima de todo, de felicidad».
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«La tierra de Picasso, de Antonio Banderas y de Pepa Flores, de María Zambrano y Victoria Kent, de Juanito y de Hierro y de Isco. Esta es la tierra en la que todos los Pablos cantan con alma, y no olvidemos nunca que con la voz de un malagueño toda España fue minera; que de aquí nació el arte de Chiquito, que cambió la historia del humor, y también del gran Dani Rovira. Es la tierra del arte de Javi Calleja, de la música de Chambao, de María Peláez, Diana Navarro y Vanesa Martín, y también de las luces de Navidad (en este punto, se disculpa con sus lectores de Vigo).
Javier Castillo enalteció a la ciudad «en la que el olor a biznaga te guia por el Centro. La que acoge al que viene de fuera con los brazos abiertos y también la que protege con orgullo su historia, su acento y su manera de disfrutar». «Los malagueños sabemos que el espeto de sardinas es un arte y que ser boquerón es tener claro que la vida va de disfrutarla, como vamos a hacer esta feria, donde no hay puertas que dejen fuera a nadie que quiera pasarlo bien, sin sobrepasarse con ninguna mujer».
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Por último, el autor de El día que se perdió la cordura definió la Feria de Málaga como «un regalo para toda España y para la humanidad. Si vienes de otra provincia o país, como dejes que Málaga se te cuele dentro, tu cuerpo puede irse de vuelta, pero tu corazón se quedará. Málaga no está de moda. Málaga es la capital de la felicidad».
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