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isabel vargas
Lunes, 14 de septiembre 2015, 00:58
Pasión Vega demostró anoche que la figura de Carlos Cano está más viva que nunca. Sus canciones, un fiel retrato de la variopinta Andalucía, más todavía. Lo consiguió gracias a un directo de dos horas donde la copla, el tango, el jazz, el pasodoble y el son cubano se fundieron de forma elegante. Presentaba Pasión por Cano, su particular homenaje a una de sus mayores influencias, Carlos Cano. «No hay nada más importante en la vida que querer». Las arrebatadoras palabras del cantautor retumbaron en las paredes del Teatro Cervantes, también en los corazones de los asistentes mientras sonaban de fondo las olas del mar. Se intuyó desde el principio que pasaría a ser uno de los conciertos más memorables de la cantante en su «Málaga querida».
Ataviada con un largo vestido negro, Vega arrancó su función con esa inconfundible sonrisa que la caracteriza allá donde va. «Bienvenidos. Viva Málaga», gritó alto antes de cantar Danzón del corazón, el segundo single de este último trabajo y la primera pieza en abrir este conseguido homenaje al «periodista con guitarra». No tardaría la malagueña en hablar de Cano. «Este cantautor hizo su vida canción, puso en ella el corazón y por eso es inmortal». De la lapidaria frase brotó de la boca de Vega las primeras estrofas de Alacena de las monjas. Mientras, sus manos alzaban un mantón de manila en donde se proyectaba una imagen de Cano. Después se atrevió a mirar al pasodoble de reojo, acompañada de su banda, que hizo las delicias del público con los arreglos de cuerda en este tema.
Durante las dos horas de concierto decenas de admiradores gritaron multitud de piropos, en los que «eres única» o «guapa» no pudieron faltar. Era de esperar con un complicado setlist al que la cantante se enfrentó mirando de frente a los ojos de Carlos. Su voz acarició el jazz con la historia de Billie Holiday (La reina del blues), probó las mieles del tango con El último bolero y lució popera en María se bebe las calles.
Una historia cruel
Pasión homenajeó también a su paisano Miguel de Molina. «Carlos le escribió una bella canción a Miguel [] Dios reparte talento, pero no reparte la misma suerte. Os presento esta historia tan cruel y hermosa a la vez», declaró una Pasión Vega abrumada por el cariño que se le trasladó desde los asientos. Sonaba Dormido entre rosas. A este gran tema le siguió La bien pagá, la copla por excelencia de Molina. Las primeras filas no pudieron contener un «olé» tan rotundo como los agudos que ejecutó con gracia Vega.
Los temas de Cano con alto contenido de denuncia social llegaron en la segunda parte del montaje, donde Pasión apareció vestida de blanco. Las murgas de Emilio el Moro, Romance de Ocaña o Soy del sur (la única inédita del disco y su reencuentro con el compositor Martínez Ares) acabaron por hacer cantar a un público con ganas de más. Bastó con que la artista interpretara Habaneras de Cádiz, pero no fue hasta Malagueña salerosa cuando se escucharía el aplauso más grande. El público había asistido a la resurrección de Carlos Cano en boca de Pasión Vega.
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