Pedro Gutiérrez Moya 'El Niño de la Capea' (Salamanca, 1952) acaba de cumplir cincuenta años de alternativa –la tomó en Bilbao en 1972– y con ... ese motivo acudió ayer a Málaga para participar en una charla con el crítico taurino Juan Ortega. El Niño de la Capea fue un torero predilecto de la afición de La Malagueta, plaza donde cosechó grandes triunfos, como atestigua el hecho de que ganó cuatro Capotes de Paseo (en los años 1976, 1980, 1987 y 1988). De su relación con Málaga, del aniversario de su doctorado y de la situación de la fiesta habló en esta entrevista con SUR.
–¿Qué sintió cuando hace unas semanas volvió a vestirse de luces y torear ante el público en Guijuelo al cumplirse cincuenta años de su alternativa?
–Volví a vivir. Sentí una emoción que llevaba muchos sin sentir, una emoción que sólo el toro es capaz de transmitir. Para mí fue un regalo del cielo
–¿Se plantea alguna otra corrida extraordinaria?
–No, no. Es una locura que nadie se había atrevido a hacerla con mi edad. A mí no sé por qué se me ocurrió, fue un impulso. En principio mi hijo y mi yerno me decían que toreara un festival, pero yo pensé que mi carrera no ha sido de festivales, sino que ha sido una carrera muy seria para un día tomarla a broma.
–Medio siglo desde que tomó la alternativa, ¿cómo ha visto la evolución del toreo?
–El torero como profesional ha evolucionado muchísimo y a mejor. Es un profesional de los pies a la cabeza. El torero moderno asume muchísimos riesgos, no mide su propio miedo ni su esfuerzo y eso no se les valora en su justa medida. En mi época se era más consciente de eso, de donde había que hacer más o menos esfuerzo, ahora los toreros, para honra del toreo, no miden el esfuerzo.
–¿Y en cuanto al toro?
–También ha evolucionado. Ahora sale más grande que nunca y más 'manejable'. La movilidad probablemente sea menor y el toro llega al último tercio más parado, por eso a los toreros de poder les cuesta más.
–¿Cuál es su diagnóstico de la tauromaquia actualmente?
–El mayor problema actualmente es el Gobierno, que se ha declarado abiertamente en contra de los toros. Creo que es un error que lo pagara políticamente porque los toros no nos pertenece a nadie, nada más que al pueblo. Y el pueblo tiene que decidir sobre su futuro y no se le puede robar una cultura que le pertenece. No deja de ser un problemón que el primer enemigo de los toros sea el Gobierno. Pero está habiendo una respuesta, entre ellos de mucha gente joven, que va a los toros como diciendo: a mí que no me quiten nada. En segundo lugar, hay un absurdo mundo animalista que está poniendo por encima de las personas a los animales, cosa inaudita y absurda que no me entra en la cabeza. Al animal hay que respetarlo como siempre se ha respetado, por lo menos dentro del mundo del toro, pero jamás puede estar por encima del ser humano.
Lanceando, a la verónica.
salvador salas
–¿Recuerda cuántos paseíllos hizo usted en Málaga?
– No lo recuerdo, pero tengo la fortuna de poder decir que desde que me vestí de torero, siendo novillero, nunca falté a Málaga. Siempre ha habido una conexión con Málaga especial y jamás dejé de asistir a sus ferias. Para mí es un orgullo sentirme un torero querido, admirado y respetado en Málaga.
–¿En su carrera profesional, qué significa la plaza de Málaga y su afición?
–Mucho. Una afición que te entienda no es fácil encontrarla y en Málaga siempre me entendieron, en las tardes buenas y en las malas. Y ahí está lo difícil, en tardes malas y conflictivas también me entendieron. Eso no me ha ocurrido ni en mi tierra, Salamanca. Málaga siempre se identificó mucho con mi manera de ser, mi manera de actuar en la plaza. Siempre hubo una conexión de cercanía que es muy difícil en una plaza y además durante tantos años ya que mi carrera fue larga.
Sobre la situación de la fiesta: «El mayor problema actualmente es el Gobierno que se ha declarado abiertamente contra los toros»
–¿Una tarde en La Malagueta que recuerde especialmente?
–Muchas y con mucho cariño. Hay una anécdota que nada más que me ocurrió en Málaga. Una tarde toreé en el 'boom' de Paco Ojeda y Espartaco con ellos dos una corrida de Cebada Gago y fui el triunfador. Esa noche, entrando a cenar Antonio Martín, al abrir la puerta del comedor se puso todo el mundo en pie a darme una ovación más grande que en La Malagueta. Eso significa que había sido tan importante esa tarde, que había habido tal conexión, que la gente me tributó esa ovación, un detalle que no se olvida jamás. Luego hubo una tarde dura que fue la reaparición de El Monaguillo, en un cartel que compartí con Ortega Cano. Sin saber por qué me convertí en el hombre de confianza de El Monaguillo en el ruedo, ayudándole porque la corrida fue muy dura. Aquello me lo reconoció la gente y pese a ser una salida sin orejas fue de las más bonitas que yo he tenido en una plaza de toros. En ese reconocimiento del público se notaba, se palpaba, que yo había cumplido con mi obligación de profesional y eso es muy halagador para un torero.
–Usted apadrinó y acogió a Javier Conde, ¿cómo ha visto la carrera de este torero?
–Él vino conmigo a mi casa y le enseñé lo que pude. Con 14 años le prometí que le daría la alternativa. Yo estaba retirado y reaparecí para cumplir una promesa a un niño. Eso también dice mucho del cariño y el respeto que yo sentía por Málaga y su gente. Javier Conde ha sido un torero genial, un torero totalmente distinto y hay que agradecerle esa espontaneidad que tiene en el ruedo, para lo malo y para lo bueno, porque eso es el toreo.
–Su hijo, Pedro El Capea tomó la alternativa en Málaga y se la dio Javier Conde.
–Sí. Ahí también salió el cariño por esta plaza y lo que significaba el vínculo emotivo y familiar con Málaga.
–También ha lidiado en Málaga como ganadero.
–Sí. También ha habido suerte porque he lidiado grandes toros aquí. Recuerdo uno que fue la vez que he visto torear más despacio a Francisco Rivera Ordóñez y que nos dejó impresionados a todo.
Sobre los toreros malagueños: «Javier Conde ha sido un torero genial y totalmente distinto. El valor de Fortes no es normal»
–De los toreros actuales, ¿uno que le atraiga especialmente?
–Hay toreros extraordinarios y hay mucha diversidad de estilos, Juli, Manzanares, Morante, Roca Rey, Talavante...Y después hay muchos chavales nuevos que empujan. Ahí está el valor de Jiménez Fortes que no es normal, es algo increíble y siempre te mantiene en tensión; hay toreros con mucha clase como Aguado, Ortega o Tomás Ruffo.
–¿Pasa más miedo ahora cuando torea su hijo, Pedro, o su yerno, Miguel Ángel Perera, o cuando usted toreaba?
–Ahora porque tengo mayor conocimiento del toro.
–¿Le queda alguna espina clavada que le quedó por hacer en los ruedos?
–Si miramos la estadística, no. A nivel emocional a todos los toreros se nos queda algo en el tintero siempre. Esa faena soñada, ese sueño que tenemos en la cabeza no hemos sabido capaz de conjuntarlo; lo hemos hecho en pequeñas dosis en muchos sitios, pero conjuntarlo todo, eso no.
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