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Antonio Javier López
Jueves, 22 de diciembre 2016, 23:50
Anuncia la solapa interior que Ignacio Moreno Gozálvez (Málaga, 1962) «pasó la infancia en una casa grande y alegre de Antequera». Y ese pasado, ese amor por el terruño y la necesidad de echar raíces donde la vida te lleve surca El Encanto (editada por el sello malagueño EDA Libros), su estreno en la novela, que en apenas un mes ha agotado su primera edición. La segunda ya está en las librerías.
¿Cómo le surgió la idea de escribir El Encanto?
Escribí un primer borrador de la novela mientras vivía en Rusia. Fui allí, con mi mujer y nuestro hijo de un año, después de haber vivido en California. Por las tardes, después de regresar por las calles nevadas de trabajar en la embajada, me ponía a escribir en casa en el increíble silencio ruso, y redacté ese primer borrador, que luego pulí al regresar a España en 2013. Escribir El Encanto me trasladaba a los paisajes solares de Andalucía y California en los que se desarrolla la novela. Los Ángeles y Málaga son ciudades que, aun separadas por miles de kilómetros y nueve horas de diferencia horaria, poseen una naturaleza asombrosamente semejante. Para un andaluz es emocionante atravesar un océano y un continente para llegar a una especie de Málaga traspapelada en el mapa.
¿Es El Encanto la historia de una búsqueda?
La novela trata de la influencia de la gracia en la visión del mundo de unos personajes. En el ADN de El Encanto están los valores y sentimientos que Cervantes despliega en El Quijote: la fidelidad, la fe, la necesidad de romper con el pasado para nacer de nuevo, la utopía, la compasión, el entusiasmo Estilísticamente, el libro bebe en fuentes cercanas a la naturaleza y a lo sensorial, en Virgilio, Garcilaso, Juan Ramón y, por supuesto, José Antonio Muñoz Rojas, que como yo creció en Antequera y es tío abuelo mío.
Habla de su pasado antequerano, ¿qué peso tiene en la novela?
Viví mi niñez y adolescencia en Antequera, cerca del campo, en el que pasaba mucho tiempo. La hermosa Antequera y su entorno rural son referentes fundamentales en mi vida, siguen colmando mi cabeza de ideas. Pero cuando, años después, por vez primera salí destinado a trabajar al extranjero, a Estados Unidos, pasé nueve meses seguidos sin regresar a España. De aquella nostalgia por mi tierra materna, pero también de la certidumbre de que es necesario echar raíces y florecer allá donde nos lleve la mano de Dios la experiencia de tantos jóvenes hoy día, surgió la trama de El Encanto, cuyos protagonistas son dos desarraigados que a través del trabajo de la tierra acaban dando sentido a sus vidas y encontrándose a sí mismos. El Encanto es una novela de ideas, pero es también una novela de formación.
Uno de los protagonistas de El Encanto es un estudiante americano de doctorado que viaja a Andalucía para escribir una tesis y que ve cómo cambia la idea preconcebida que traía de don Quijote. ¿Cree que Alonso Quijano sigue siendo, pese a todo, un gran desconocido?
Creo que don Quijote, a pesar de su inmensa popularidad, sigue siendo en buena medida un incomprendido en España y fuera de ella. Se le considera un loco, un loco simpático, soñador, que nos cae bien y nos hace gracia, pero un loco. Sin embargo, don Quijote es un personaje que encarna maravillosos valores de nuestro ser español: el entusiasmo, la fe, la abnegación, la generosidad, el esfuerzo, la alegría de vivir El diccionario de la RAE sigue definiendo el vocablo quijotismo como «engreimiento, orgullo». ¿Por qué no lo define como capacidad de sacrificio, entusiasmo, generosidad? Es una muestra más de esa dificultad que tenemos los españoles para entendernos y, a partir del entendimiento, para respetarnos y amarnos a nosotros mismos. Debemos esforzarnos por conocernos realmente, por valorar todo lo bueno que atesoramos. Sólo así seremos capaces de construir ese relato común que nos permita trabajar juntos, esa narrativa compartida capaz de unirnos de una vez por todas. Pensé que esa evolución en la percepción del personaje del hidalgo era novelable. A fin de cuentas, a lo mejor resulta que el loco no es don Quijote, sino Hamlet, enfermo de ese mal tan paralizante, tan común hoy día, la melancolía.
Una apuesta editorial
Con El Encanto debuta en la novela y en apenas un mes se ha agotado la primera edición. Al sello malagueño EDA Libros, que edita su novela, le ha salido bien la apuesta...
Paco Torres es un editor valiente y amante de la literatura, que edita lo que le gusta y sólo eso. Le envié el manuscrito de la novela y la aceptó. EDA Libros edita primorosamente, es heredera de la gran tradición impresora malagueña. Para la portada elegimos un dibujo de un vencejo acudiendo a su nido realizado por Gonzalo Muñoz Brandon, que creo que refleja bien la migración, el anhelo, la fragilidad y al mismo tiempo la fuerza de los personajes de la novela. Gonzalo es uno de los mejores diseñadores que tenemos en España. Es el único artista vivo con obra permanentemente expuesta en la sala de las Meninas del Museo del Prado: Las sillas.
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