Antonio Muñoz Molina: «Si para ser un grande hay que carecer de escrúpulos, no estoy interesado»
El escritor publica 'Como la sombra que se va', el relato de la estancia en Lisboa del asesino de Luther King y de su propio paso por la ciudad antes de ser un novelista de éxito
césar coca
Jueves, 11 de diciembre 2014, 01:33
En la última novela de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956), dos personajes vagan perdidos por Lisboa. Uno es James Earl Ray, que acaba de matar ... a Martin Luther King y busca una salida, un camino de huida hacia ninguna parte. El otro es el propio escritor que, dos décadas más tarde, viajó a la capital portuguesa por primera vez en busca de un territorio en el que ambientar la novela que en ese momento estaba escribiendo y que terminaría por cambiar su vida: 'El invierno en Lisboa'. 'Como la sombra que se va' (Ed. Seix Barral), ya en las librerías, es un relato en el que apenas hay ficción y en el que el autor ajusta cuentas consigo mismo porque no culpa a nadie de su desdicha de aquellos días. «Hago un examen de conciencia, un doloroso ejercicio que nos viene muy bien a todos», reconoce en una larga entrevista con este periódico.
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¿Cómo surgió el interés por James Earl Ray?
Yo tenía un vago recuerdo del asesinato de Luther King, pero estando en Estados Unidos vi un documental en la televisión pública y a partir de ahí empecé a leer cosas. Lo que me hizo plantearme el proyecto de esta novela fue su estancia de diez días en Lisboa, en plena huida, una etapa sobre la que hay mucha información. Al principio, me planteé una historia no muy larga acerca de esos días, pero fueron surgiendo conexiones y cambié de idea.
¿Suele suceder así con sus libros?
-Sí. Mientras leía documentos sobre el paso de Ray por Lisboa fui recuperando en mi memoria el viaje que hice para preparar 'El invierno...'. Cuando el año pasado nos fuimos allí Elvira (Lindo) y yo unos días, para descansar, todo se volvió más real. Fue un 'descanso' en el que aproveché para reproducir los paseos de Ray. Vi los rótulos de los bares que frecuentó y que siguen igual que hace casi medio siglo, recorrí las mismas calles... Siempre hace falta un catalizador que desencadene el proceso, y aquí fue conectar el viaje de Ray con la escritura de 'El invierno' y con mi propia vida.
Los dos personajes, Ray y usted, están perdidos en Lisboa.
Sí, en el sentido de que buscan una escapatoria porque tienen dificultades para conectar con el mundo exterior, buscan en la fantasía algo que no les da la realidad. Ray no tiene conexión con nada a su alrededor, el único lugar en el que se siente relacionado es la cárcel.
Si se olvida que ha asesinado a un líder social y político muy importante, Ray parece un ser indefenso.
Es un pobre desgraciado y al tiempo, un canalla. Viene de una clase de pobreza terrible, su infancia transcurrió durante la Gran Depresión, tuvo unos padres espantosos... Había sido condenado a veinte años de cárcel por un robo de cien dólares. Es verdad que eso no predestina a nadie ni atenúa la gravedad de lo que hizo, pero me pregunto cómo sería uno con una vida así. Y finalmente no sabemos por qué mata a Luther King.
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La formación del mito
Que en su novela es un hombre cansado, abrumado por su propia imagen, con una relación amorosa clandestina, criticado por los suyos. ¿Era así realmente?
Me han dicho que leyendo la novela da la impresión de que estaba deseando morir. No sé si tanto, pero sí que estaba muy cansado, llevaba catorce años sin parar al frente de una causa heroica y agotadora.
¿Su asesinato lo convierte en un mito?
Lo que rescata su prestigio para siempre, en efecto, es su asesinato. En ese momento, los jóvenes lo veían ya como algo antiguo. Ellos iban con el pelo largo y cazadoras de cuero, y King vestía traje, ese bigotito fino y el pelo muy corto. La alianza política con Johnson, que tanto fruto había dado, se había resquebrajado por su postura frente a la guerra de Vietnam...
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Un personaje en plena cuesta abajo.
Sí, porque todos lo acosaban. Los diarios se burlaban de él, acababa de presidir una marcha pacífica que terminó en saqueos. Ahora es un icono, pero me pregunto cómo soportaba el día a día con todo eso. Era una persona muy depresiva, que necesitaba somníferos para dormir, pero al tiempo estaba muy dotado para los placeres de la vida. No tenía intención de hacer un capítulo sobre él, pero al final lo incluí porque pensé que quizá el momento previo a su muerte fuera de felicidad, porque al fin podía descansar.
¿Qué pasaba en EE UU en esos años? Robert Kennedy fue asesinado dos meses más tarde, y el presidente lo había sido cinco años antes. ¿Por qué se generó tanto odio?
Hubo esos asesinatos y los de tantos activistas de los derechos humanos... Creo que la huella de la esclavitud es tan poderosa que ha marcado todo. Ves las imágenes de los incendios del verano de 1967, los guetos, la destrucción en las protestas posteriores al asesinato de King y te parece que estás ante una sociedad que se desmorona. Y luego están las tremendas diferencias sociales. Tengo amigos americanos que recuerdan esos años como una época de trastorno.
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En el libro intercala la peripecia de Ray con la suya propia. ¿Se siente menos libre un autor que escribe en primera persona, contando cosas de su vida?
Esa libertad está limitada por la consideración que te merezcan las personas de las que hablas. Los personajes de ficción te dan más libertad que si cuentas en primera persona cosas dolorosas de tu vida. El retrato que haces de una persona puede afectarla, que es algo muy serio. Por eso, hacerlo requiere cautelas, pudor, pero puede ser valioso para una narración franca de la propia experiencia. Y ofrece un relato más completo del mundo.
En esta novela habla de su enamoramiento cuando estaba casado con otra mujer. ¿No teme reabrir heridas?
Es delicado, sí. Pero hay que acostumbrar a la gente a que se puede hablar de cosas así sin necesidad de caer en un impudor grosero o en una pudibundez que oculta experiencias reales.
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La obra por encima de todo
Antes, las obras que afectaban directamente a personas reales se reservaban para su publicación cuando todos hubiesen muerto. ¿Ha pasado ese tiempo?
No todo tiene por qué ser dicho de manera inmediata, es cierto. Pero yo no hablo mal de nadie más que de mí mismo. Examino mi responsabilidad y no culpo a nadie de mis desdichas. Creo que soy poco complaciente. No pienso que la idea de que la obra está por encima de todo sea acertada.
No son pocos quienes la defienden.
Sí, por supuesto. Hace poco leí una biografía de Naipaul y pensé que quizá para ser un grande de verdad no hay que tener escrúpulos. Eso de que el talento requiere de todas las indulgencias... Si fuera así, yo no estaría interesado en serlo. Si un signo de grandeza es la falta de compasión, de miramientos, yo carezco de ello.
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Se retrata a sí mismo en esos años con un cierto aire de irresponsabilidad. ¿No cree que puede arruinar esa imagen de integridad, de ética irreductible que encarna para muchos?
Todos tenemos que aprender a vivir. En el libro hago un examen de conciencia. Es un ejercicio doloroso que nos viene bien a todos: examinar lo que somos y hemos sido. Por supuesto que nos gustaría construir una novela halagadora y exculpatoria con nosotros mismos... En realidad, tampoco confieso cosas tan malas. Creo que soy una persona sin talento para la mala vida. Estaba desorientado, eso sí. Un amigo me dijo en aquellos días que no tenía muy claro si era un infiltrado del ayuntamiento (donde era funcionario) en los bajos fondos, o de los bajos fondos en el ayuntamiento.
La novela se centra justo en el período anterior a su éxito literario y a un profundo cambio en su vida afectiva. ¿Se está explicando a sí mismo en esos años cruciales?
Sí, porque cuando vives estás en un remolino. Yo entonces solo aspiraba a mejorar mi trabajo en la Administración, tener un sueldo mayor y publicar más o menos algunos libros. Nunca pretendí ser un escritor conocido y vivir de ello. Pero en cuatro años paso de pagarme la edición de mi primer libro a ganar el Nacional. Y todo eso, en medio de turbulencias personales. Necesitas comprender lo que ha pasado dentro de ti, entender el enorme lío en el que has estado.
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