Juan José Flores o la épica del ring
CRÍTICA ·
Un chófer de Borges en la Barcelona de 1980 recupera la memoria de un boxeador exiliado en MéxicoIÑAKI EZKERRA
Sábado, 30 de abril 2022, 00:01
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Un chófer de Borges en la Barcelona de 1980 recupera la memoria de un boxeador exiliado en MéxicoIÑAKI EZKERRA
Sábado, 30 de abril 2022, 00:01
La utilización como personaje para una ficción novelesca de un escritor conocido tiene numerosos antecedentes, algunos de ellos muy dignos de celebración. En 'El combate interminable' el escritor catalán Juan José Flores fabrica una ficción a partir de la visita que Jorge Luis Borges hizo a la Barcelona de 1980 tras recibir, junto con Gerardo Diego, el premio Cervantes. La novela nos presenta a un Borges locuaz que no tarda mucho en entablar conversación con Germán Valdés, el chófer que han puesto a su disposición para sus desplazamientos por la Ciudad Condal y que en un momento determinado le informa al gran poeta argentino de su pasado de boxeador así como de la devoción que experimentó desde su infancia por un célebre púgil de la época de la Segunda República, Josep Gironès, apodado 'el Crack de Gràcia' y también 'el Canari', que llegó a estar en posesión del campeonato de Europa en el peso pluma y que se exilió en México después de haber sido uno de los escoltas de Lluís Companys durante la Guerra Civil.
Sobre Gironés pesaba un bulo -el de que torturaba a los presos en una checa durante los años de la contienda- cuya falsedad pudo demostrarse, pero no quiso hacer público el régimen franquista. Otro aspecto que se suma al halo legendario del olvidado boxeador es que decidió retirarse cuando fue vencido por el campeón mundial Freddie Miller. Flores pinta a un Borges interesado por este mito caído en desgracia y por el hecho de que el pequeño Germán Valdés fuera capaz de sentir admiración por esa retirada, que hubiera decepcionado a cualquier otro niño. Este planteamiento es verosímil dada la fascinación de Borges por los héroes trágicos. No es en cambio muy probable que el escritor bonaerense sintiera alguna empatía justiciera hacia el hombre calumniado por la Dictadura, dadas las reaccionarias simpatías que manifestó por el régimen de Videla y dada también su filosófica carencia de pasión por la justicia. De él es la sentencia de que «ningún acto humano es tan importante como para merecer el premio o el castigo eternos». El Borges real era un escéptico irredento que contrasta con este apasionado Borges que Flores retrata, capaz de sintonizar con un chófer iletrado a la manera en que lo hacía Neruda con un joven cartero sin estudios en la ficción de Antonio Skármeta, con la que este texto tiene algunos puntos en común. Aunque, por otra parte, es conocida la aversión de Borges al boxeo, Flores logra hacerla creíble explotando la fascinación que hay en la prosa y la poesía borgeanas por la lucha cuerpo a cuerpo entre gauchos pendencieros o guerreros mitológicos.
Es con esa vertiente épica de espadas y dagas que tiene el legado de Borges con el que argumentalmente sintoniza 'El combate interminable'. La novela se abre con un reencuentro: un Germán Valdés sesentón, ya instalado hace años en París al servicio de un tal Carranda, traficante de obras de arte y antigüedades, entra en la barbería de su viejo amigo Arístides, un culto cinéfilo al que el primero le lleva, en un día de abril de 2012, las conversaciones con el genio argentino que grabó treinta y dos años atrás en una obsoleta cinta magnetofónica. Dicho plano temporal se alterna en la novela con el de un niño, Samuel, que sueña con practicar el submarinismo y la pesca en alta mar dentro del velero de su padrastro y que padece un sonambulismo heredado de su bisabuelo. Es este personaje el que da una dimensión de 'novela de formación' a un texto que se caracteriza por la confluencia y la mezcla de otros géneros como son el metaliterario, que juega con la simbología de los espejos en la obra de Borges; como el relato político, que apela a la 'memoria histórica', o como el de la novela negra hacia la que amaga la deriva del argumento en su tramo final, en el que se unen y resuelven los principales planos narrativos.
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