Todos los pasos del lenguaje más flamenco de La Lupi
Junto a su compañía, la bailaora malagueña muestra su poderío y hace un recorrido por su carrera con el estreno de 'Épicus' en el Soho
cristina pinto
Domingo, 16 de mayo 2021, 00:30
Aquí, en Málaga, donde todo comenzó a florecer. Esa semilla que se puso hace 50 años, ha dado y sigue dando sus frutos. El florecer ... del flamenco, un flamenco lleno de raíces con mucha tradición y herencia. El flamenco de Susana Lupiáñez, la bailaora de raza malagueña 'La Lupi', llegó en la noche del sábado a uno de los puntos donde está el corazón del arte de la ciudad: el Teatro del Soho. Dentro del ciclo de Flamenco, junto a su compañía presentó su último espectáculo, 'Épicus', nacido en el confinamiento y que recorre el camino de su carrera artística.
El principio ya tenía un guiño especial a su tierra, un sombrero de verdiales era el único iluminado en las tablas del teatro y los claveles, a manos de La Lupi, ya flotaban entre los acordes de las guitarras. Eran las ocho de la tarde y, sobre el escenario, la historia de aquella pequeña Susana empezaba a contarse para los allí presentes, que casi llenan el aforo.
Los volantes rosas y malvas ya tomaron las tablas. La Lupi ya desgarraba su poderío poco a poco con el taconeo al compás más flamenco que podía sonar en las paredes del Soho. Acompañándole al baile estuvieron Marina Perea y Sara Carnero, al cante Alfredo Tejada y Miguel Ortega y, con las cuerdas de las guitarras, los maestros Óscar Lago y Curro de María. No estaba sola en el escenario, pero la escenografía con el foco puesto en los artistas que la acompañaban y en ella, creó un espectáculo íntimo. El flamenco que empieza a florecer.
Los gestos más simbólicos
Movimientos firmes y golpes secos sobre el escenario del Soho. «Vamos, maestra», se escuchaba desde el público en el silencio del teatro. Un silencio que desembocó en la sombra de Susana: elegancia en sus movimientos con el sombrero y juego con la sombra que reflejaba el poderío de la bailaora.
Este juego de luces dio pie a uno de los momentazos: La Lupi aparecía a la derecha del escenario con una roja bata de cola que 'quitaba el sentío'. Y ya ni hablar de los giros con ella y el dominio que la artista hacía de ella, un juego que acariciaba el flamenco de la forma más cercana posible, de la forma en que lo hace Susana Lupiáñez.
Haciendo maravillas con el mantón y fusionada con él se acercaba al final de la historia que contó a través del baile. El acompañamiento de las bailaoras, el eco de esas guitaras que sonaban con cada movimiento de la artista y los quejíos de las voces. Todo. Y todo acabó donde empezó la historia, en ese foco de luz que la bailaora abrazaba. Un flamenco que nace, evoluciona y seguirá creciendo desde los adentros. Un flamenco que se despidió del Soho con un público al compás de los «Olé» y las palmas malagueñas.
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