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Lleva el título de 'La venta de la Axarquía'. Pero el director Eterio Ortega (Presencio, Burgos, 1962) confiesa que le acabará cambiando esa designación porque ... se presta a confusión. «No tiene nada que ver con el mundo inmobiliario, sino con el vino y su cultura en lagares, ventas y viñedos centenarios», avanza el realizador del documental 'Las catedrales del vino', un apasionado de los caldos que llevaba tiempo pensando que, tras la denominación de origen Málaga, había una «gran historia muy desconocida que había que contar». El bodeguero Juan Muñoz, que produce desde Moclinejo los mostos de Dimobe, coincidió durante un reportaje con Ortega y le animó a que llevara a la pantalla ese relato todavía oculto y ancestral. Y aquí esa nueva «aventura», como lo considera el cineasta.
«Los vinos de Málaga fueron mundialmente conocidos, incluso más que el Oporto y el Jerez, pero a diferencia de estos últimos y del Rioja, a los que dediqué 'Las catedrales del vino', aquí no quedó gran testimonio arquitectónico de aquellas bodegas, pero sí una cultura y una forma de tratar la uva como se hacía hace 500 años», cuenta Eterio Ortega, que no duda que los caldos de esta tierra también son un templo que hay que enseñar porque son muy desconocidos. Y de aquella influencia internacional todavía queda rastro en Suiza. En la bodega Málaga de finales del siglo XIX que construyó Alfred Zweifel para importar los caldos de Jiménez y Lamothe y producir también los suyos propios a partir de las uvas sureñas.
Un coleccionista de vinos que quiere recuperar la historia de aquella bodega centroeuropea y llega a la localidad de Lenzburg será el origen de este documental. «Contaremos varias historias paralelas y empezaremos con Zweifel que envejecía vinos de Málaga en Suiza y llegó a tener tanta influencia en su país que el barrio en el que estaba su empresa se conocía como Málaga», avanza el director Eterio Ortega que, tras el apoyo de Canal Sur al proyecto, busca ahora la coproducción con el país helvético, donde quiere rastrear esa huella un siglo después. Un legado muy visible todavía en la actualidad con Casa Málaga y Villa Málaga, sendas construcciones señoriales edificadas por el bodeguero suizo y que actualmente pertenecen al municipio.
Con un centenar de documentales en su filmografía, el director se confiesa un «apasionado» de los vinos que considera mucho más que una bebida. «Son un tema cultural y lúdico», sostiene el autor, que colaboró con Elías Querejeta en una trilogía sobre ETA que arrancó con 'Asesinato en febrero' y que puso hace dos décadas el dedo en la llaga de la banda armada y la violencia en el País Vasco. Lo de llevar Málaga y el vino a la gran pantalla es un proyecto que el director reconoce como personal, ya que quiere mostrar una serie de historias paralelas que definan no solo la enorme influencia internacional de esta denominación de origen en el pasado hasta el golpe que supuso la filoxera para la industria de la provincia, sino también su presente y futuro con bodegas que han vuelto a despuntar en el ámbito mundial y que conectan la cultura enóloga desde Ronda a la Axarquía, pasando por el valle del Guadalhorce.
«Me gusta trabajar los documentales con elementos que parecen ficción pero no lo son, porque para mí la realidad siempre es más potente que la ficción», sostiene el director, que también ha trabajado con el escritor e investigador Miguel Alba para llevar a la pantalla la diáspora de andaluces a trabajar la caña de azúcar en el documental 'Pasaje a Hawai 1907-1913'. Ahora recorre otra vez las tierras malagueñas pero a la búsqueda de los viñedos, a los que considera de «los más bellos del mundo», particularmente los de la Axarquía, con las vides colgadas de las montañas en laderas imposibles en las que se conservan y mantienen los métodos tradicionales de labranza y recolección. «Detrás de todo eso está una forma de vida y de una cultura que perdura en las ventas y en la gente», afirma Eterio Ortega.
«El vino es un producto que cuesta años, que empieza en una viña dormida, después se hace un mosto que con mimo acabará embotellándose y para eso se necesita mucho cariño y personas apasionadas que es lo que me atrae», sostiene el director que, frente a la inmediatez de la actualidad, aboga por los resultados que requieren paciencia. La que él también pondrá en este largometraje documental cuyo rodaje se desarrollará a lo largo de todo un año para retratar el proceso de creación de los caldos malagueños. «A la película hay que darle su tiempo para que repose, como con los buenos vinos», abrocha el cineasta.
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