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Ian Fleming
Del espía que me amó al bacilo que me mató. Ian Fleming y Anne Brontë

Del espía que me amó al bacilo que me mató. Ian Fleming y Anne Brontë

Tal día como hoy nacía Ian Fleming, futuro padre literario del espía más famoso del mundo, Bond, James Bond, y moría Anne Brontë, absorbida como sus hermanos por el aliento del Bacilo de Koch más entusiasta y familiar

maría teresa lezcano

Domingo, 28 de mayo 2017, 00:05

Tal día como hoy nacía Ian Fleming, futuro padre literario del espía más famoso del mundo, Bond, James Bond, y moría Anne Brontë, absorbida como sus hermanos por el aliento del Bacilo de Koch más entusiasta y familiar.

Ian Fleming. Del 28-5-1908 al 12-8-1964

El veintiocho de mayo de 1908 nacía en el Mayfair londinense Ian Lancaster Fleming, futuro padre literario del espía más famoso del mundo, Bond, James Bond. Antes de crear a 007 y su licencia para matar, Fleming había sido reclutado, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, por el director del British Department of Naval Intelligence de la Royal Navy, ahí es nada, cargo desde el que fue acumulando información suficiente para posteriormente inmortalizar a James Bond en doce novelas y nueve cuentos, a la vez que concebía un plan denominado Operación Ruthless, consistente en birlarles a los alemanes la máquina codificadora Enigma, a través de la que se comunicaba la armada nazi para marcial intercambio de sus proyectos más megalómanos. El plan birlador nunca fue llevado a cabo, se supone que por la inviabilidad empírica del mismo, si bien fue otro británico, el científico Alan Turing, quien consiguió descifrar los códigos cifrados de Enigma sin llevarse el artefacto entero a casa, hazaña intelectual que sus compatriotas agradecieron procesando a Turing por su homosexualidad hasta que el encausado se suicidó mordiendo literalmente una manzana envenenada en la que él mismo había inoculado veneno suficiente para descifrar póstumamente unos cuantos enigmas, y cuyo pomáceo bocado perpetuó después Steve Jobs en su celebérrimo y ubicuo logotipo en el que quiso rendirle homenaje al padre de la Computación. Pero, volviendo a Fleming, tras la desmovilización de mayo de 1945, comenzó a trabajar en Casino Royale, que no era un centro nocturno de ocio donde podía uno apostarlo todo al rojo, batirse al Black Jack contra un crupier o hacer saltar festivamente la banca, sino el título de la

primera aventura de Bond, James Bond, a partir de la cual ya fue un no parar de idas y venidas bondianas, hasta que, Desde Rusia Con Amor va, Diamantes para la Eternidad vienen, una crisis cardíaca fulminó a Fleming cuando tenía cincuenta y seis años y de rebote botó a Bond de los entresijos de la Inteligencia mundial. Y es que El Mundo Nunca Es Suficiente.

Anne Brontë. Del 17-1-1820 al 28-5-1849

Cincuenta y nueve años antes del nacimiento londinense de Ian Fleming, moría en Scarborough la pequeña de los Brontë, ocho meses después de que lo hiciera Branwell, cinco tras Emily, y seis años antes que Charlotte la más longeva de la saga, que murió a la provectísima edad de treinta y nueve años y estando embarazada ; todos ellos absorbidos y regurgitados inanes por el aliento insaciable del Bacilo de Koch más familiar y entusiasta. Originarios de Thornton, en Yorkshire, desde donde se mudaron a Haworth cuando el padre fue nombrado rector de aquel pueblo de los páramos que Emily inmortalizaría en sus Wuthering Heights antes de ser ella a su vez inmortalizada por ambos y por el entrañable y familiar bacilo, los cuatro hermanos Brontë el cariñoso bicho de Koch ya se había llevado a dos de los seis descendientes iniciales, Maria y Elizabeth, además de a la matriarca, crecieron en universos inventados que ellos mismos iban escribiendo; preludios de aquéllos que su escasa permanencia en la edad adulta por culpa del convidado, no de piedra sino de pared celular, les permitirían crear. En el caso de Anne sus veintinueve años de vida le alcanzaron para escribir Agnes Grey, novela basada en sus, breves pero no por ello menos impactantes, experiencias como institutriz, y La inquilina de Wilfred Hall, texto en el que resulta patente y queda latente que las tendencias alcohólicas y opiómanas descritas en el libro son las del mismísimo hermano Branwell, a quien le gustaba el whisky y el opio más que al bacilo de Koch la familia Brontë. Oh, girl.

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