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Marina, la nieta díscola de Picasso

La polémica descendiente del artista anuncia la subasta de 187 piezas heredadas de su abuelo

Antonio Javier López

Domingo, 17 de enero 2016, 00:23

Ningún miembro de mi familia pudo sustraerse, en ningún momento, al suplicio de aquel genio que necesitaba la sangre para firmar cada uno de sus lienzos: la sangre de mi padre, la de mi hermano, la de mi madre, la de mi abuela, la mía y la de todos aquellos que, creyendo amar a un hombre, amaron a Picasso. Así se despacha Marina Picasso con su ilustre antepasado en las primeras páginas de Picasso, mi abuelo (Plaza y Janés), uno de los libros que ha dedicado a su tortuosa relación familiar que, de otro lado, ha hecho de ella una rica heredera.

Marina Picasso ha protagonizado diversas polémicas con otros descendientes del artista y ahora vuelve a colocarse bajo los focos con el anuncio de la subasta en Sothebys de 187 creaciones del malagueño que han formado parte de su multimillonaria herencia. Así, la selección de obras que irá a majos del mejor postor está compuesta por esculturas y piezas sobre papel con las que se espera recaudar hasta 9,8 millones de libras (unos 13 millones de euros). Entre las piezas a subasta destacan el recortable Visage de femme (1962) con un precio estimado de entre 180.000 y 250.000 libras (entre los 239.822,53 y los 333.086,85 euros) o el dibujo a tinta Chevalier picados dans larene (1951), cuya valoración oscila entre las 120.000 y las 180.000 libras (entre los 159.881,69 y los 333.086,85 euros).

La puja se celebrará el próximo 5 de febrero en Londres. Eso sí, las piezas más destacadas se mostrarán en las salas de exposición de Sothebys en Nueva York del 13 al 17 de enero. Posteriormente la colección completa se expondrá en Sothebys Londres desde el 28 de enero al 4 de febrero, tal y como ha anunciado la casa de subastas.

No es la primera vez que Marina Picasso intenta hacer caja con parte de la herencia de su abuelo. Ya el año pasado anunciaba su intención de vender La Californie, la villa del sur de Francia donde Picasso realizó buena parte de obra de madurez. «Forma parte de mis planes. (...) Para mí será una manera de pasar página a una historia bastante dolorosa. Y cuando se quieren hacer grandes cosas en el sector humanitario, es necesario reunir muchos fondos», aseguró entonces al diario Nice-Matin. Y, como trasfondo de esa decisión, asoma una suerte de venganza personal.

Para entender un poco mejor la turbulenta historia familiar conviene echar primero un vistazo al enrevesado árbol genealógico picassiano que, por supuesto, regresa a la Málaga natal del artista. Así, Picasso se casó por primera vez con la bailarina Olga Koklova y juntos tuvieron a su hijo Paulo; este vivió un breve y complicado matrimonio con Emilienne Lotte, con quien tuvo dos hijos: Pablo y Marina. La siguiente unión sentimental de Paulo fue con Christine Pauplin, ahora Christine Ruiz-Picasso, mecenas junto al hijo de ambos, Bernard Ruiz-Picasso, del Museo Picasso Málaga.

Marina Picasso ha echado al artista buena parte de la culpa de los trágicos finales de sus padres y de su hermano Pablo, que se suicidó con apenas 24 años ingiriendo una botella de lejía. Marina Picasso despliega sus reproches, sobre todo, en Picasso, mi abuelo, donde incide en la frialdad, incluso el despotismo, del artista hacia su hijo, su hermano y ella misma. Lo resume en una imagen repetida: la de los tres a las puertas de La Californie, esperando para ver a Picasso y obteniendo a menudo evasivas por parte de los colaboradores del artista del tipo El maestro no les puede recibir. Tras la muerte del artista, las complejas negociaciones para el reparto de su herencia desembocaron en una circunstancia rayana en la justicia poética: a la nieta Marina le correspondió, entre otros bienes, aquella villa a la que, según su versión de los hechos, le vedaron el paso durante la infancia.

Eso sí, los recuerdos despechados de Marina tuvieron respuesta en otro libro de otro nieto del genio: Picasso. Retratos de familia (Algaba Ediciones), de Olivier Widmaier Picasso, hijo de Maya. Ya en el prólogo, Olivier avanza: En 1980, Marina decidió aislarse en Suiza, y no mezclarse nunca con nuestra familia; está en su derecho. ¿Por qué lo hizo? Nadie lo sabe. ¿Pero también tiene derecho a hablar mal de la familia sin ninguna justificación?. Y un poco más adelante, el nieto recuerda (y lamenta) cómo Marina se refiere a Picasso en sus libros como un gnomo de apenas un metro sesenta, mezcla de promesas no cumplidas, abusos de poder, mortificaciones, desprecios, pero, sobre todo, incomunicabilidad, un ser diabólico, rústico, un manipulador, un déspota, un destructor, un vampiro.

La propia Marina relata en Picasso, mi abuelo que sus traumas le llevaron a una terapia basada en el psicoanálisis prolongada durante catorce años: Catorce años de infelicidad para superar tantos años de desdicha. Por culpa de Picasso.

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