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Ana Salinas, en su despacho de la Facultad de Derecho de la UMA. CLAUDIA ARANDA
«No tenemos una traba por ser mujeres per se, pero sí cargamos con una enorme responsabilidad si queremos tener hijos»

«No tenemos una traba por ser mujeres per se, pero sí cargamos con una enorme responsabilidad si queremos tener hijos»

La catedrática de Derecho Internacional Público de la UMA Ana Salinas, nombrada jueza 'ad hoc' del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo el pasado año, asegura: «En la carrera académica no hay vacaciones»

CLAUDIA ARANDA

Martes, 15 de diciembre 2020, 00:04

«La carrera académica es muy exigente. Es una carrera de fondo, exige muchas horas, no hay vacaciones, no hay puentes». Cientos de libros y documentos llenan el despacho de Ana Salinas. Mires donde mires hay una estantería o una mesa repleta de ellos. Se respira un ambiente de trabajo, mucho trabajo. La catedrática de Derecho Internacional Público de la UMA ha dedicado gran parte de su vida y de su tiempo a su profesión, algo de lo que se siente muy orgullosa, aunque reconoce que a veces le hubiera gustado tener más tiempo para ella misma. «Si quieres ser una buena profesora tienes que preparar bien las clases, por lo tanto, cuando no estás dando clase estás aprovechando con un artículo o con un libro que vas a sacar. Y claro, eso básicamente es en vacaciones y fines de semana», explica Salinas. Su actitud es tranquila y pausada, algo que probablemente le haya ayudado a afrontar su sacrificada carrera.

Hace poco más de un año y medio, Ana Salinas fue nombrada jueza 'ad hoc' del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, cargo que combina desde entonces con su labor como profesora de Derecho Internacional Público de la UMA y asesora jurídica del Consejo de Europa. Los jueces 'ad hoc' son, en palabras de Salinas, «jueces sustitutos para cuando la jueza titular tiene que inhibirse o ausentarse». Cada país cuenta con un juez titular y tantos jueces 'ad hoc' como considere necesario. Actualmente en España hay tres jueces sustitutos. De los 47 jueces titulares que componen el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, solo 15 son mujeres, una de ellas española. «Es un lastre que tenemos indudablemente, porque las mujeres hemos llegado más tarde a los sitios», argumenta Salinas.

«Todo el que estudia Derecho de alguna forma aspira a la realización de un ideal de justicia»

La catedrática asegura que lo que más le ha llamado la atención siempre del Derecho Internacional ha sido el individuo. «Cuando yo estudié Derecho Internacional, a pesar de que las partes técnicas de la asignatura me gustaban mucho también, lo que me motivaba era la persona y el papel que jugaba», cuenta. El individuo solo entra a tener protagonismo en el Derecho Internacional a partir de la II Guerra Mundial, cuando se adoptan los grandes tratados en derechos humanos. «Todo el que estudia derecho de alguna forma aspira a la realización de un ideal de justicia. Entonces, quizá, la parte en la que la justicia está más ausente en el Derecho Internacional es la persona», explica la jueza.

Trayectoria profesional

Salinas es experta en terrorismo, le gusta ver la seguridad desde el punto de vista humano, pensar qué efectos tiene sobre la persona, «y donde vemos más claramente la cara del sufrimiento humano es en el terrorismo». «A mí esa idea de justicia junto con la rebeldía de decir 'este sistema hay que cambiarlo, mejorarlo y perfeccionarlo, y la persona tiene que tener otro lugar' me llevó a encaminarme hacia los derechos humanos», cuenta la catedrática con entusiasmo. Por ello trabaja mucho con inmigración, asilo y refugio, campos que tienen que ver con los derechos básicos de la persona en situaciones muy críticas y dramáticas.

Fue alumna de la Universidad de Málaga. El profesor Rodríguez Carrión fue su maestro, dirigió su tesis doctoral y su carrera académica, y fue el que la hizo encaminarse por el Derecho Internacional. Empezó su tesis en la UMA, pero hizo periodos de formación en otras instituciones como el Instituto Universitario Europeo de Florencia, el Instituto de Derechos Humanos de Estrasburgo, donde empezó a tener mucha relación con el Consejo de Europa, y en la Academia de La Haya de Derecho Internacional.

Además, trabajó mucho tiempo en América Latina, a través de ayudas para formar doctores en Latinoamérica. Se formó en Derechos Humanos en países como Brasil, México, Costa Rica o Argentina. «Estuve en Chile explicando la jurisdicción universal cuando Pinochet aún no había muerto, cosa que me daba bastante respeto. Llegué con mucho miedo, estuve tres semanas trabajando con ellos, pero luego me fue fenomenal», cuenta Salinas. A pesar de sus numerosos viajes, siempre ha vuelto a Málaga, leyó su tesis doctoral aquí y fue profesora titular en la UMA. «Estuve en el equipo rectoral también, luego al tiempo de ser titular el Ministerio de Exteriores me mandó a Estrasburgo a trabajar como asesora jurídica en el Consejo de Europa, estuve allí dos años y luego volví y saqué la cátedra aquí. Sigo trabajando con Estrasburgo en comités diversos como experta independiente», explica.

De 47 jueces titulares que componen el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, solo 15 son mujeres

Salinas, que también trabaja con Naciones Unidas y la Unión Europea, está actualmente inmersa en un proyecto de la UE de formación de jueces en materia de radicalización y extremismo violento, con todas las escuelas judiciales europeas.

Ser mujer en la profesión

La carrera académica es muy sacrificada. Combinar varios puestos de poder en ella, aún más. El problema, explica Ana Salinas, es cuando quieres ser madre y tienes que combinarlo todo. «Yo fui madre haciendo la tesis doctoral y, además, a consecuencia del embarazo, tuve un problema con la columna vertebral y me tuvieron que operar. Fue muy duro porque yo era becaria del Ministerio, tenía que leer mi tesis en los plazos establecidos y no me podía retrasar». Salinas explica todo esto con tono tranquilo, parece que, a pesar del sacrificio, todo este esfuerzo le ha merecido la pena.

Asegura que fue una experiencia muy bonita, pero reconoce que esto lo dice ahora, quizá un poco como consuelo, y que es cierto que las mujeres deberían tener más facilidades. «Recuerdo que tenía un niño muy pequeñito y tenía unos horarios de clase pésimos. Entraba el lunes a las 8 de la mañana y era cuando la autovía estaba en obras, venir aquí costaba una hora y media y era muy complicado», cuenta.

¿Existe un techo de cristal para las mujeres en la carrera académica? Para la catedrática, a día de hoy, no, pero llegar a los puestos de poder cuesta mucho. «O sea, no tenemos una traba por ser mujeres per se pero sí cargamos con una enorme responsabilidad si queremos tener hijos y familia. En eso nadie nos puede sustituir, y no es fácil», explica. En el Consejo de Europa, en el que precisamente la distinción es el respeto de la igualdad y la diversidad, el respeto más puro al estado de derecho y a los derechos humanos, porque es la cuna de todo eso en Europa como organización, todo eran facilidades. Cuando Salinas comenzó a trabajar allí su hijo ya era mayor, pero le facilitaron su inserción en un centro educativo en Estrasburgo.

A nivel interno, por otro lado, la jueza asegura que sí había pocas mujeres que tuvieran los puestos de más responsabilidad. En aquel momento el secretario general era un hombre y la adjunta era una mujer, pero solo hoy hay una mujer como secretaria general del Consejo de Europa, la croata Marija Pejcinovic Buric. «A excepción de Catherine La lumiére que lo fue en su día, ha habido muy pocas mujeres que hayan sido secretarias generales de una organización», explica Salinas.

Viajar sola

Ana Salinas reconoce que sí ha tenido problemas por ser mujer en algunos países árabes, aunque no en todos. En países como Mauritania, Libia o Argelia tuvo serios problemas porque los representantes de esos países no querían comunicarse con ella. «Se les tuvo que dejar claro por parte de Naciones Unidas que tenían que trabajar conmigo. Pero hay países árabes que todavía cuesta mucho que acepten el papel directo de una mujer», cuenta.

Asimismo, en Latinoamérica la experiencia era diferente. Mientras que en los países árabes se trata de un tema de religión y el orden social que de la religión se deriva, por lo que para ellos es impensable que una mujer salga del ámbito privado; en América Latina el problema era «el machismo reinante». La catedrática pasó cuatro meses en Ciudad de México, dando cursos de doctorado en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), la Universidad más antigua de América Latina. «Me ubicaron en una especie de despacho prefabricado todo de cristal, y yo me sentía como en una vitrina de exposición porque venían a observar a la profesora europea», explica.

«Yo iba a clase vestida con traje. Un día un profesor mexicano y otro guatemalteco me hicieron un comentario: 'Es que usted es demasiado europea'. Eso quería decir que no llevaba uñas pintadas, tacones, falda y un pelo largo exuberante. Entonces sí que sentí los estereotipos machistas hacia las mujeres y cómo ellas se sometían a ese rol y aparecían por allí cumpliendo perfectamente los cánones. Yo no les parecía suficientemente femenina», narra.

Moverse sola siendo una mujer puede ser complicado en esas circunstancias. Salinas afirma que México era un país muy inseguro. En los despachos de su facultad había un chico que ayudaba en el departamento, «algo así como un camarero». El padre de ese chico era taxista, por lo que ella lo contrató para que la llevase todos los días de su vivienda a la Universidad, ida y vuelta. «Empecé a ir en metro y te sentías muy mal, muy amenazada. Porque era evidente que era europea, entonces no es normal que alguien así vaya en metro», cuenta. En Brasil la asaltaron, por lo que se vio obligada a hacer lo mismo.

«Fui a Israel hace 4 años y me pilló un enfrentamiento entre palestinos e israelíes con cohetes de por medio. Tuvimos que entrar en los búnkeres», cuenta Salinas. El día que volvía a España en el aeropuerto solo dejaban viajar a los israelíes, no dejaban a los extranjeros pasar el control de seguridad. «La vida puede ser muy difícil», afirma.

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