Juan Manuel de Prada: «La izquierda está arrojando a los ciudadanos al caos»
El autor reúne sus artículos más combativos en 'La nueva tiranía. El sentido común frente al Mátrix progre'
TOMÁS GARCÍA YEBRA
Sábado, 23 de mayo 2009, 05:14
Se dio a conocer a los 25 años con la obra 'Coños', un divertido homenaje a la inclasificable 'Senos', de Ramón Gómez de la Serna. Esta humorada llamó la atención de algunos próceres de las letras, como Francisco Umbral y Luis María Ansón. A partir de ahí, la firma y la persona de Juan Manuel de Prada comenzó a aparecer en tribunas, tertulias, columnas, reportajes, novelas y ensayos. En 1997 ganó el Planeta con 'La tempestad'. Un año antes había publicado 'Las máscaras del héroe', un viaje por los escritores malditos que le granjeó el aplauso unánime de la crítica.
Juan Manuel de Prada nació en Baracaldo, pero se crió y creció en Zamora. Tiene 39 años. Se define como una persona que «cuando le da por pensar, lo hace por su cuenta». Colabora habitualmente en el periódico 'ABC' y en el dominical 'XL Semanal'. Una selección de estos artículos -él los denomina «partes de batalla»- los ha recopilado en 'La nueva tiranía. El sentido común frente al Mátrix progre' (Libroslibres).
¿Qué es el Mátrix progre?
El título del libro es una alusión cinéfila a la película 'Mátrix' y a lo que aludo es a una realidad que aceptamos como natural y que es una realidad artificialmente creada. ¿Cómo se ha creado? La ha creado la izquierda y la ha asumido mansurronamente la derecha.
¿Por qué la ha asumido?
Por miedos, inseguridades, complejos.
¿Desde cuándo ha impuesto este modelo la izquierda?
El punto de inflexión habría que situarlo en la caída del muro de Berlín. En ese momento, la izquierda acepta el orden económico de la derecha. Acepta que han caído sus dogmas y entonces lo que dice es que ya no hay dogmas. Ese es su gran argumento. El lema, para nuestra vida, ya no tiene que ser 'haz lo que debas' sino 'haz lo que quieras'. La derecha, de alguna manera, renuncia a plantear el lema alternativo de 'haz lo que debas' y comienza a jugar en campo contrario.
¿Este fenómeno se produce sólo en España?
No, no. Yo creo que es un asunto que se extiende por todo Occidente. Lo que sí es verdad es que en España se percibe de manera más evidente. Digamos que España es el gran laboratorio del Mátrix progre, el campo de experimentos de este nuevo orden.
En algunos de sus planteamientos asocia la democracia con la tiranía.
Todas las formas de gobierno son susceptibles de corromperse o degenerar en una tiranía. Indudablemente. Antes, la tiranía reprimía, prohibía y hasta te podía cortar el cuello. Ahora la tiranía se enmascara en la libertad absoluta, en el 'todo vale'. Los tiranizados de hoy piensan que son absolutamente libres, cuando lo único que han conseguido es la absoluta insatisfacción. Les dicen: consumid, abortad, no estudiéis demasiado, y ellos, en vez reflexionar, en vez de modelarse con un criterio propio, dicen a todo que sí. Los jóvenes siempre eligen lo más fácil, lo que les suponga menos esfuerzo.
¿Usted considera que en esa permisividad se busca un granero de votos, sobre todo dentro de la juventud?
Sin duda. La nueva tiranía inyecta ideología mediante planes estratégicos que ejecutan a través de la educación, de paradigmas culturales, de medios de propaganda. La izquierda está arrojando a los ciudadanos al caos. El caos, a la corta, puede ser tentador, y de hecho lo es, pero a medio plazo te destruye. Te convierte en un pelele.
Pensar por uno mismo. ¿Es esa la asignatura pendiente de la educación?
La libertad de criterio es una aspiración irrenunciable del ser humano ¿Cómo se conquista? Pues se conquista cuando tú transmites conocimiento a la persona para enjuiciar la realidad, y, al mismo tiempo, le das las armas necesarias para que todo aquello que le transmites lo pueda cuestionar. Esa es la esencia de la educación y la esencia de la libertad.
¿Y la izquierda, que en teoría abre todas las puertas, no lo hace?
No. La izquierda ha roto con la tradición. Considera que no hay nada que merezca la pena de nuestro pasado. ¿La religión? Un asco. ¿La familia? Una estupidez. ¿La historia del arte? Para qué. Exalta el nihilismo, el capricho, la ociosidad. No te entrega nada sólido. Lo decíamos antes: ideología de fácil consumo para captar votos y ganar las siguientes elecciones.
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