Charco de las Viñas: La piscina natural que está junto a uno de los pueblos con más encanto de Málaga
A esta poza del arroyo del Tejar se llega fácilmente por un camino de escaleras de menos de 100 metros de longitud
Una poza cristalina y refrescante, una pequeña cascada e incluso arena fina. Poco más se puede pedir para disfrutar de un baño de agua dulce en pleno verano. No todos esos enclaves tienen por qué exigir una desafiante ruta, con kilómetros expuestos al sol. Hay algunos casos, como el del charco de las Viñas, en el que sólo se necesitan unos cuantos escalones para acceder a él.
Esta poza está situada a un paso del pueblo de Ojén, es decir, a tan sólo 15 minutos de Marbella o de Coín. Concretamente, hay que dirigirse hacia el cementerio (el actual, no el antiguo) para localizar una bajada pronunciada, pero que se atenúa gracias a sus escalones y una barandilla de madera. Nada más empezar el descenso se ve perfectamente la charca, que ha sido hasta hace relativamente poco la piscina de muchos vecinos de este pueblo malagueño.
También se escucha el murmullo que provoca el salto de agua. Si se llega relativamente temprano, incluso se puede encontrar prácticamente vacía en un día laborable. Junto a la poza, hay una zona de rocas algo resbaladizas, pero también arena fina que recuerda a la que hay en la no muy lejana playa de Marbella.
En el charco de las Viñas, se encontrará no sólo un lugar que se antoja recóndito por su ubicación, sino también un pequeño oasis de aguas refrescantes, vegetación frondosa e incluso peces y algunos anfibios tanto en la poza como en su entorno.
Desde la entrada del casco urbano de Ojén, donde se encuentra, por cierto, el antiguo cementerio, hasta el lugar donde se puede dejar el vehículo hay aproximadamente un kilómetro, con una cuesta bastante pronunciada.



Para llegar hasta el cementerio municipal en coche hay que tener en cuenta que hay un carril de hormigón, pero no de asfalto. Esto se nota sobre todo al regresar, ya que, en los días de calor, las pendientes ascendentes y las elevadas temperaturas pueden hacer patinar a algunos vehículos. Por tanto, es recomendable ir en vehículos con cierta potencia y circular con cierta precaución al volver desde el cementerio hasta el casco urbano de Ojén. Otra opción es dejar el coche aparcado en el pueblo y hacer el trayecto de ida y vuelta a pie.
Desgraciadamente, aunque se conserva en relativo buen estado, hay que lamentar algunas pintadas en la roca, a lo que se suma, de forma ocasional, eso sí, la actitud de algunos bañistas que dejan allí botellas, latas o restos de sus envases de comida.
Esta visita en verano se puede complementar con un paseo por el casco urbano de Ojén, donde se conservan sus cuevas, unos abrigos rocosos, tanto en la parte baja como en la alta. Eso sí, estas últimas son las que tienen mejores vistas del pueblo, que queda a sus pies con el telón de fondo del Mediterráneo.
La iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, en la que se encuentran adosados unos atípicos limones trepadores, y la contigua Fuente de los Chorros, son tan sólo dos de los lugares más emblemáticos que tampoco hay que perderse. A ellos hay que sumar las calles empinadas y adornadas con mucho mimo por sus vecinos en el casco antiguo o el museo del Molino, donde se puede hacer un recorrido por el pasado del pueblo. Hay incluso una sala dedicada al Ojén, el aguardiente de fama mundial que lleva el nombre del pueblo. Pero, hay mucho más que ver y descubrir en el entorno.
Es un buen sitio para comer, ya que tiene muchas opciones distintas. Entre ellas, para desayunar, la más llamativa es Er Mojaíto, que tiene ese nombre en honor a sus churros bañados en agua con sal.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.