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Hay varios limones trepadores adosados a una de las paredes de la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Es una señal de que Ojén tiene un cúmulo de curiosidades que, a veces, pueden pasar desapercibidas. Estas singularidades, muchas de ellas ocultas, son precisamente las que lo convierten en un pueblo muy auténtico.
El brillo de su casco antiguo, de la Fuente de los Chorros o de sus cuevas (las Altas y las Bajas) no deben impedir hacer un recorrido mucho más exhaustivo, sobre todo por el entorno del pueblo. De este modo, se llegará a encontrar enclaves que difícilmente se repitan o imiten en otras localidades malagueñas.
Es el caso de la conocida como ermita de la Virgencita. No es una capilla bendecida por la autoridad eclesiástica. Ni siquiera se conoce su origen real como santuario religioso. En lo que antes tuvo que ser un refugio para ganado o incluso para los propios pastores, en un abrigo rocoso de la montaña, se venera a la Virgen de la Inmaculada.
Hay una pequeña puerta de acceso que habrá que dejar cerrada tras salir. Pero, allí no hay una construcción de muros que proteja este santuario popular entre los ojenetos.
Esta ermita, a la que acuden muchos devotos para dejar sus promesas, se encuentra en la cañada del Nacimiento. Hoy el camino está mucho más frecuentado, gracias a que por allí pasan dos senderos homologados, el del Tajo Negro, de dificultad elevada, y el que lleva el nombre de este enclave, la ruta de la ermita de la Virgencita (SL-A-28), que es menos exigente desde el punto de vista físico.
Además de esta capilla improvisada en la sierra, hay mucho más que ver en la sierra Blanca, que Ojén comparte con su vecina Marbella. Es el caso del jardín Botánico El Cerezal, otro enclave alejado del casco antiguo que merece la pena conocer.
Desde la calle río Almadán se sale del pueblo hacia el norte hasta que se toma una acequia como sendero. Hay muchos acantos y una arboleda espesa que sirven de preludio a El Cerezal. Allí, hay un área recreativa, equipada con mesas y bancos para almorzar o tomar un tentempié si se hace algunas de las rutas que pasan por este valioso vergel.
En este jardín botánico hay acebuches, olivos y encinas, pero también aladiernos, helechos, esparragueras, lentiscos, zarzamoras, hinojos o adelfas. Durante buena parte del día la zona está en umbría, lo que propicia un auténtico microclima. Merece la pena ir después de las primeras lluvias otoñales y antes de que se acerque el verano.
Otro enclave, esta vez algo más conocido, es el mirador del Macho Montés, un enclave que es idóneo para disfrutar de vistas panorámicas desde la sierra hacia Marbella. Hasta allí se puede llegar a través de distintas rutas, pero también desde el Refugio de El Juanar. Un breve paseo basta para acercarse hasta allí. El nombre de este balcón natural se debe a la solemne escultura de un macho cabrío que hay tan sólo unos metros arriba. Son muchos los que por su tamaño y postura lo han llegado a confundir con un ejemplar real.
Entre los lugares insólitos del entorno del pueblo, también hay que mencionar el charco de las Viñas, que hasta hace unas décadas era la piscina de muchos ojenetos. A través de unas escaleras que están situadas junto al cementerio se desciende fácilmente hasta esta poza de agua dulce.
Pero, después de recorrer el entorno de Ojén, también tiene que haber tiempo para deleitarse con las cuidadas calles del casco antiguo, la iglesia, la fuente más antigua de la zona o las cuevas que están en la parte alta y baja del pueblo. No hay mucho rastro del castillo, aunque se sabe que en su día lo hubo en la parte más alta de la actual villa.
Desde allí se disfruta de unas excelentes vistas panorámicas de la amalgama de casas de Ojén con el telón de fondo del Mediterráneo.
No habrá que dejar el pueblo sin visitar el Museo del Molino para conocer tanto su pasado olivarero, pero sobre todo el que le hizo famoso por el aguardiente bautizado precisamente como 'ojén'. Ni tampoco unos churros bañados en agua templada y sal, la especialidad del bar 'Er Mojaíto', otra de las curiosidades poco difundidas de esta villa que mira al mar.
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