Hallan enterrada en la bodega de su casa a la anciana desaparecida en Valladolid
La familia ha mantenido el cadáver en la vivienda durante seis años para no comunicar el fallecimiento
R. C.
Sábado, 18 de octubre 2008, 04:20
La Guardia Civil halló ayer en la bodega de su casa de Alaejos, en Valladolid, el cadáver de la anciana a la que los vecinos no habían visto desde hace seis años. Los familiares con los que vivía confesaron el entierro clandestino ayer tras ser internados en la Unidad de Psiquiatría del Hospital Clínico en la tarde del jueves. Los agentes habían localizado en el inmueble ese día al esposo, a una hija y la hermana de ésta, a la que se daba por desaparecida desde hace veinte años y que durante ese tiempo ha permanecido aparentemente en el interior de la casa. Del inmueble sólo salían la hija menor, que efectuaba las compras, y una vez al mes el marido. Los primeros indicios apuntan a que la muerte de la anciana se produjo por causas naturales y que sus familiares decidieron mantener el cadáver en la casa para no comunicar el fallecimiento. El alcalde de Alaejos descartó que obedeciera al deseo de seguir cobrando la pensión. «Creo que fue por sus propias condiciones psicológicas, por el qué dirán», señaló Carlos Mangas. Envuelto en una tela negra y dentro de una bolsa de plástico, el cuerpo había sido enterrado a apenas veinte centímetros de profundidad entre dos pilares utilizados para colocar barricas. Los investigadores suponen que la mujer debió morir hace aproximadamente seis años, coincidiendo con las fechas en las que dejó de ser vista en la calle. Catorce años antes había desaparecido una de las hijas, pero en ese caso su hermana justificaba la ausencia en un supuesto matrimonio al que habría seguido una, intempestiva e inexistente en realidad, fuga. La vivienda carecía de agua corriente desde hace tres años como consecuencia de una avería y la instalación eléctrica estaba anticuada, por lo que en muchas ocasiones sus moradores se veían obligados a utilizar velas. Los servicios sociales del Ayuntamiento habían intentado conocer las circunstancias en las que vivía la familia, pero la hija menor siempre les había negado la entrada. Poco comunicativa, algunos vecinos la recuerdan recogiendo agua en la fuente del pueblo, una localidad de 1.600 habitantes al sur de la capital, pero su extraño comportamiento no había encendido las alarmas más allá de la convicción de que «algo raro sucedía». El informe de los servicios sociales con los interrogantes sobre el estado del matrimonio fue remitido a la Fiscalía de Valladolid y finalmente el Juzgado autorizó el jueves la entrada en la casa de la Guardia Civil. La realidad superó las peores pesadillas. Los agentes encontraron al anciano de 90 años, a su hija Macarena y a otra hija, Maribel, a la que nadie daba por habitante de la vivienda. Sin embargo, no estaba la madre, lo que inmediatamente levantó sospechas sobre su posible fallecimiento. Fueron sus familiares los que, internados en la Unidad de Psiquiatría, terminaron por hilvanar la triste historia de cuatro personas enclaustradas en el sufrimiento y de un cúmulo de silencios y sobreentendidos que alargaron el desenlace de forma incomprensible.
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