José Manuel Compaña, detectoaficionado: El tesoro es la búsqueda
Me relaja mucho pasar el tiempo con mi detector en la playa / La experiencia es clave para encontrar metales / Se tiene una imagen distorsionada de nosotros
UNA CRÓNICA DE
Jueves, 7 de agosto 2008, 11:16
LLEVA casi cuatro años en el mundo de los detectores. El gusanillo le entró porque su afición favorita es buscar oro en la cuenca de los ríos y entre expedición y expedición se quitaba las ganas con este tipo de rastreo de metales en la playa. José Manuel Compaña es ingeniero químico por la Universidad de Málaga y prepara su doctorado -cómo no- en la especialidad de materiales.
Ha venido con su detector apagado. «No puedo buscar nada si no es con autorización». El joven se resigna, porque antes venía siempre que tenía un hueco y ahora se ve obligado a prepararlo con bastante antelación. «Lo normal es que tarden tres semanas en responder, pero en ocasiones tardan hasta un mes y medio». Desde el pasado año los detectoaficionados tienen que pedir permiso a la Junta de Andalucía o se arriesgan a que les pongan una multa que puede llegar hasta los 250.000 euros.
La nueva normativa ha hecho que muchos seguidores de esta modalidad de búsqueda se lo piensen dos veces antes de venir. Algunos incluso prefieren hacerlo en otras comunidades con tal de evitar los trámites burocráticos. «Es cierto que hay expoliadores, pero se está criminalizando por ello a un colectivo completo», asevera.
«Hay quien viene por la tarde, cuando la gente se va, para intentar recoger lo que se pierde, pero yo prefiero hacerlo por las mañanas, cuando aún se puede aguantar el calor». Y añade: «Hay quien acude para buscar calderilla, otros venimos simplemente a pasar el rato y si aparece algo, pues bienvenido sea», espeta José Manuel Compaña, quien no sólo busca en la playa: «También lo hago en los ríos, allí es donde se puede encontrar oro», comenta.
«La mayoría de lo que encuentro es calderilla», explica. Si un detectoaficionado se topa con algo que no es suyo debe llevarlo a objetos perdidos. «Una vez di con un anillo de plata, ya está a punto de cumplir el plazo y si nadie lo ha reclamado, quizá me lo den». Aunque no fue esto lo que más ilusión le hizo. «Parece una tontería, pero un día encontré siete euros juntitos, no me alegré por la cifra, sino porque estaba todo muy cerca». El hallazgo más sorprendente roza lo cómico. «Una vez encontré el mecanismo de un vibrador», cuenta entre risas. «Hay gente para todo» añade.
Por desgracia, no todo lo hallado es curioso o de valor. «Hay gente que no cuida el entorno y claro, uno se encuentra jeringuillas, latas o botellas de cristal rotas», lamenta José Manuel. «Siempre llevo unos guantes para no cortarme». Normalmente, los detectoaficionados recogen la chatarra que encuentran en los lugares en los que buscan. De este modo dejan el entorno un poco mejor de lo que lo encontraron.
«Mi playa favorita es la de La Malagueta, por la arena y por la cercanía», cuenta, aunque también ha probado suerte en playas de El Palo o Fuengirola. Le gustaría poder algún día marcharse a buscar a alguna playa exótica. «Probablemente no encontraría nada, pero el entorno sería idílico». Si quisiera ser práctico se marcharía a algún desierto de Australia. «Allí se encuentran pepitas de oro enormes», asegura.
«Lo que más me gusta es que me relaja muchísimo, encontrar algo también es importante pero sino, no pasa nada». Para él, lo principal es poder desconectar, encontrarse en soledad con su detector y la infinidad de la arena. «Muchos lo comparan con el golf, pero yo no te sé decir porque nunca lo he probado», dice con una sonrisa.
Un detectoaficionado debe mantenerse concentrado en las señales que su aparato emite, por lo que no puede escuchar música durante las labores de búsqueda, pero a José Manuel Compaña siempre le suenan en la cabeza temas con ritmo que le incitan a moverse. «Me quedo con 'I'm so excited' de las Pointer Sisters o con 'Born to be alive' de Patrick Hernández».
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