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JOSÉ LUIS CABRERA ORTIZ PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CEMENTERIO DE SAN MIGUEL DE MÁLAGA
Sábado, 6 de marzo 2010, 02:41
Leyenda de la literatura contemporánea -amiga de Jack Kerouak, Truman Capote, Tennessee Williams-, representante del nomadismo cosmopolita que recaló en Tánger, autora de culto que hizo de su propia vida un episodio más de su obra narrativa, personaje de filme de Bertolucci, todo eso y mucho más es Jane Bowles.
Y Jane Bowles está enterrada entre nosotros, en mitad de la ciudad de Málaga, entre la barrida de las Flores, la de Capuchinos y la Fuente de Olletas. En un cementerio mítico que lleva el nombre del arcángel más bello y guerrero, el de la espada y las preces piano-leoninas de la antigua misa: San Miguel.
Curioso el destino que ha unido al espíritu seráfico que aplasta la serpiente con su pie, y a un ángel caído nacido en Nueva York. Ángel con vaso de güisqui y tabaco, sensualidad y conversión, talento y demencia, ironía intensa y descorazonadora soledad.
Jane Bowles duerme en una ciudad a veces incapaz de cuidar de sí misma, custodiada por algunos de sus lectores -Francisco Chica, Alia Luque, Alfredo Taján, Pepe Carleton- y venerada por ciudadanos anónimos que la han convertido en una especie de santa laica.
Fue en abril de 1967, cuando Paul Bowles, aconsejado por los médicos, decidió traer a su esposa a Málaga e ingresarla en una clínica mental para mujeres. En 1968 es trasladada a la clínica de los Ángeles, también en la capital malagueña, donde permanecerá, salvo breves intervalos, hasta su muerte en 1973.
Escasos recuerdos
No han quedado demasiados testimonios de la estancia de Jane en esta ciudad. Los recuerdos son escasos, porque las personas que la rodearon no formaban parte de una sociedad ociosa, no estaban para enunciar frases ingeniosas o para recordar el ingenio de los demás, no conocían quizás la dimensión literaria y la vida original de la enferma. El destino puso a personas muy normales, que cumplían con una tarea profesional o una vocación, ajenas al mundo sofisticado que había rodeado a la escritora neoyorquina.
Jane parecía tener la gracia de la bilocación. Mientras unos la recuerdan completamente alienada, otros la vieron tomando el aperitivo en La Cosmopolita y almorzando en el Parador de Gibralfaro. Sin duda todos los testimonios son verídicos y prueban que Jane, vieja y niña a un mismo tiempo, vivió sus últimos años en un carrusel de lucidez, fábula y locura.
Málaga es exactamente igual a Jane Bowles -extraña, divertida, imprevisible, a ratos irresponsable, pero siempre bienintencionada- y hay algo providencial en que sea su sepultura.
Entrar en el cementerio de San Miguel es viajar al siglo XIX. El camposanto es un auténtico milagro patrimonial que ha llegado casi intacto hasta nosotros, no por respeto, sino por esa desidia que a veces preserva lo valioso por la mera pereza de derribarlo.
Dentro de la necrópolis cree uno posible la llegada de un cortejo antiguo con cruz alzada, carruaje fúnebre tirado por caballos empenachados, clero con tres capas y niños expósitos con velas encendidas. Y que, a su paso, dos damas muy serias se santigüen bajo la espesura de los velos de luto.
Pero Jane es la rara del cementerio. Su tumba actual parece el atril de un predicador metodista y desentona en un mundo de mármoles y estatuas. Me dicen que el Ayuntamiento va a rehacer esta sepultura, para que sea digna de la autora de 'In the Summer House'. Será sin duda un acto de justicia.
Con Salvador Rueda
Ni en novela podríamos imaginar un lugar mejor. La tumba es vecina de la del escritor Salvador Rueda. Cruzando la hilera de naranjos reposa la familia malagueña de la emperatriz Eugenia y en una calle paralela están los tíos y primos de Pablo Ruiz Picasso. Este milagro llamado San Miguel es una ciudad de la memoria y un monumento al olvido.
El Ayuntamiento de Málaga está haciendo un gran esfuerzo en la rehabilitación del recinto. San Miguel necesita funcionar como uno de los mejores enclaves culturales y artísticos de la ciudad de Málaga. En él cabe todo: los homenajes cívicos como el que se va a rendir a Jane Bowles, las misas de réquiem, los turistas, los columbarios familiares, los conciertos de música clásica, el rodaje de películas, y el museo que albergue por fin la memoria funeraria de la ciudad.
La Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Málaga, por iniciativa del Instituto Municipal del Libro, prepara un magno homenaje a Jane Bowles. Ya enferma, ella dijo a su amigo David Herbert «si quieres darme una fiesta házmela en el cementerio, porque ya estoy muerta».
La mejor fiesta es recobrar la memoria tras un largo período de amnesia: la memoria de esta singular escritora y la de la entera ciudad de Málaga. La rehabilitación integral de la tumba y de todo el cementerio. Es difícil pero, con ayuda del arcángel Miguel y de Jenny Bowles, podemos lograrlo.
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