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Los especialistas alertan de que la crisis y las apuestas deportivas han multiplicado los casos
Cuando jugar deja de ser divertido

Cuando jugar deja de ser divertido

Las primeras apuestas suelen ser bajas, pero el dinero en juego aumenta de forma progresiva para recuperar la cantidad perdida

Alberto Gómez

Domingo, 30 de octubre 2016, 01:47

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Sus nombres no son reales. Les ofrecemos elegirlos a cambio de que compartan sus historias, donde la ficción no tiene cabida pese a que muchos desearían que los últimos años fueran una película o un mal sueño. «Sergio me parece bien», dice uno de ellos. Tiene 24 años y comenzó a jugar a la ruleta con 16. Quiso parar, creyó hacerlo, «muchas veces», pero las mentiras, los cambios de humor y la ansiedad ya habían activado la espiral autodestructiva que carcome la autonomía de los adictos. «Del uso al abuso hay un paso, pero del abuso a la dependencia la línea es tan fina que nadie se da cuenta hasta que la cruza», explica Raquel Castro, psicóloga de la Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Amalajer).

Los especialistas en conductas adictivas alertan de que la crisis económica y las apuestas deportivas han multiplicado los casos de ludopatía, reconocida como enfermedad crónica por la Organización Mundial de la Salud. La edad media de los adictos al juego, hasta hace poco una patología padecida sobre todo por jubilados, ha descendido más de 20 años. La irrupción de las nuevas tecnologías en los hábitos de juego ya convierte a adolescentes y jóvenes en el mayor grupo de riesgo. Las facilidades para ingresar dinero en las casas de apuestas y los casinos 'online', que permiten tarjetas de crédito, pasarelas de pago e incluso transferencias bancarias, contrastan con la Ley de Regulación del Juego aprobada en 2011, que prohíbe participar a menores de edad. En la práctica, cualquier adolescente puede realizar una apuesta en este tipo de páginas web introduciendo los datos de sus padres o de otro adulto.

Los primeros depósitos suelen ser bajos, en torno a veinte o treinta euros, pero el riesgo de que el jugador aumente la cantidad de sus apuestas de forma progresiva es proporcional al importe perdido, con el objetivo de recuperarlo, o a los golpes de suerte, bajo el convencimiento de que se repetirán. La intangibilidad del dinero en juego es otro de los riesgos de esta práctica. «Cuando apuestas cincuenta euros no estás entregando un billete, sino pulsando un botón con la esperanza de que ese importe vuelva multiplicado por dos o tres. El dinero se convierte en algo ficticio, pero la apuesta es real», cuenta Castro.

El tratamiento, con una duración media de tres años, sitúa a los ludópatas en un escenario casi infantil con el objetivo de que adquieran nuevas conductas de ocio alejadas del juego. «Volvemos a ser niños», admiten. Deben evitar lugares de riesgo, tienen prohibido el manejo de dinero y se les recomienda que cedan de forma temporal la titularidad de sus cuentas bancarias a un familiar directo o una persona de confianza. A las sesiones psicológicas se suman terapias de grupo coordinadas por jugadores rehabilitados y un tratamiento paralelo para familiares: «Es un problema que también afecta a quienes dependen económicamente del jugador, y además continúa establecida la percepción de que se trata de un vicio cuando en realidad es una enfermedad que, como cualquier adicción, distorsiona la voluntad de las personas».

Las apuestas deportivas han desplazado al bingo y los casinos y ya compiten con las tragaperras como primera causa de adicción a los juegos de azar. También la crisis ha provocado un aumento del número de jugadores. «Siempre esperas una racha de aciertos. Esa es la mayor trampa en la que se puede caer. Yo tuve suerte en mi primera apuesta, convertí 20 euros en casi 300, y esa fue mi perdición», confiesa Nacho, un empresario de 34 años obligado a solicitar un préstamo bancario para saldar sus deudas. El perjuicio económico supone la punta de un iceberg que a menudo esconde problemas familiares y laborales: «Al principio creía que lo controlaba, que sabía mucho de deporte y que iba a ser una forma de ganar dinero fácil, pero al final acabé mintiendo a mi socio, dando de lado a mi novia y apostando 400 euros de madrugada a un partido de la liga chilena de tenis de mesa».

El fundador de Amalajer y presidente de la Federación Andaluza de Jugadores Rehabilitados (Fajer), Francisco Abad, confirma que se trata de una adicción «sin sustancia pero con síndrome de abstinencia» y lamenta la alta tasa de abandono durante el tratamiento: «Del 20 por ciento de jugadores que finalizan su recuperación, cerca de un 85 por ciento consigue no recaer». La mayoría de personas dependientes de los juegos de azar presentan irritabilidad, cuadros de ansiedad o problemas de sueño, entre otros trastornos psicosomáticos derivados de su adicción.

Las administraciones públicas se debaten entre las exigencias de los profesionales, que recuerdan que se trata de una actividad legal y reclaman flexibilidad en los trámites, y la necesidad de controlar un sector donde la ludopatía tiene cada vez mayor incidencia. España aprobó la ley que regula el juego en Internet en 2012. En los primeros seis meses tras la concesión de las licencias, Hacienda recaudó 140 millones de euros, cerca de un 30 por ciento más de lo previsto, por los 2.354 millones de euros gastados por un millón de jugadores, según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego. La nueva gallina de los huevos de oro no ha parado de aumentar su ritmo de incubación desde entonces. En el primer semestre de este año, el sector movió 5.393 millones de euros, un 33 por ciento más que en el mismo período de 2015. De esa cantidad, casi la mitad corresponde a apuestas deportivas.

Autorización

En cuanto a la posibilidad de jugar de manera presencial, las apuestas deportivas llegarán a los salones de juego, bingos y casinos de Andalucía en 2017 después de que la Junta, resistente durante años a implantar esta línea de negocio, anunciase su autorización en septiembre. Las empresas que gestionan estos espacios establecerán convenios con firmas como Sportium o Luckia. La presidenta de la Asociación Española de Empresarios de Salones de Juego y Recreativos (Anesar), Isabel Fernández, sostiene que la medida, aunque llega «con diez años de retraso respecto a la mayoría de comunidades autónomas», impulsará el sector, que en Andalucía genera más de 12.000 empleos directos y cuenta con 687 salones y 28.383 máquinas recreativas.

Desde Anesar reconocen que las nuevas tendencias obligan «a cambiar el modelo de negocio» para enfocarlo «a gente joven» y confían en que la inclusión de apuestas deportivas reactive el sector. Como medida preventiva, la asociación elabora un decálogo de juego responsable, aunque Fernández asegura que los clientes de estos salones «no suelen superar los 100 euros» de gasto: «Queremos que la gente se divierta sin apostar más de lo que pueda».

A veces, sin embargo, lo que comienza siendo un juego se convierte en una enfermedad crónica capaz de destrozar la autoestima y las relaciones familiares y sociales de quienes la padecen. Los jugadores rehabilitados solicitan mayor control de la publicidad de las casas de apuestas durante los encuentros deportivos y prohibición «real» para los menores de edad, grupo de riesgo de una adicción que, lejos de languidecer, se ha extendido entre los más jóvenes.

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