Un enclave con encanto surreal
En los Baños del Carmen nos encontramos tal vez en el mejor rincón de Málaga, pero qué complicado es adecentarlo
Pablo Aranda
Lunes, 11 de agosto 2014, 00:54
A las nueve de la mañana confunde la visión de un hombre de pasos torpes y envuelto en ropa de goma negra cruzar hacia la playa con el semáforo en rojo. Como un invasor extraplanetario que se alejase decepcionado. Se trata de un hombre rana que viene vestido de casa, las gafas y las aletas en las manos, el cuchillo en la cintura, la barriga estirando las costuras de neopreno. En la orilla ya hay una señora, de unos 100 años, recorriendo despacio la arena mojada con el vestido remangado y un hombre que ha estado corriendo se da un chapuzón. Cerca de la puerta -esta playa tiene puerta, aunque lleve lustros abierta- un señor con coleta barre lo imposible, barre la playa, la peina, y se nota. Se llama Miguel Ángel y es argentino. «Llevo 3 años aquí pero no trabajo para nadie, yo trabajo para mí», cuenta, «y claro que se nota, cómo no. ¿Alguien va a querer celebrar un evento con todo esto sucio y descuidado?», duda, mira, se limpia el sudor de la frente, «¿sabés lo peor?, que ayer me robaron la escoba de púas, una desgracia. Y eso que yo uso métodos propios para limpiar». Poco a poco van llegando las primeras familias, ocupan su lugar ordenadamente, muchas se conocen, día tras día, año tras año colocando la toalla en el mismo sitio. Auxi no parece muy mayor pero recuerda cuando había que pagar para entrar. «Allí estaba la parte de las mujeres, la de mujeres acompañadas también, y aquí donde estamos se bañaban los hombres, qué tiempos», recompone con gestos las casetas y hace que nos fijemos en la taquilla. «Y los bailes, ahí en El Balneario», evoca, mirando el edificio antiguo, imponente, las columnas que no sostienen nada, «aunque yo era muy chica en aquella época». Aunque El Balneario de los Baños del Carmen no ha perdido la imagen de provisionalidad (como en el poema de Aleixandre, parece «apenas detenido en su vertical caída a las ondas azules»), el lavado de cara lo ha resuelto con agradecimiento. Sin ser en absoluto aquella recreación que nos ofreció la portada del periódico con el proyecto de Salvador Moreno Peralta, se aleja de la semejanza con las ruinas romanas de Tipaza en Argelia, más que por la casi fusión con el mar, que también, por lo de ruinas. Nos encontramos tal vez en el mejor rincón de Málaga, pero qué complicado adecentarlo. «Es uno de estos sitios de Málaga tan cargados de electricidad emocional», explica Moreno Peralta, «tan de todos, que cada cual lleva un proyecto debajo del brazo, y ven el tuyo como una intromisión».
Además de que por fin se ha habilitado el carril bici en el acceso tan peligroso, el lavado de cara ha devuelto el placer de volver al mejor sitio de Málaga y tomar algo a pie de mar, cenar, viendo oscurecerse la línea del cielo de la ciudad, con la torre de la catedral, la farola y las cinco jirafas enormes de las grúas del puerto. Los mediterráneos blanco y azul, el toldo claro frente al frescor antiguo del cañizo, «y los baños, no te olvides de los baños», señala una cliente, «la calidad de un restaurante empieza porque no te dé asco usar el baño, y antes nadie que pudiera evitarlo los usaba». «Es el lugar más mágico del hemisferio norte», comenta Paco Carreño, director de marketing de Natural & Mente, que gestiona, entre otros restaurantes y espacios para eventos, El Balneario, «es nuestro proyecto más emblemático y de mayor calidad. Para Málaga, uno de los lugares más malagueños y que más queremos. Para un extranjero, The Most charming place in Málaga. Ideal para casarte, comer con tus amigos, tomarte un vino, un espeto». En la novela 'La casa del padre', el escritor Justo Navarro narra los bailes celebrados en los Baños del Carmen por la burguesía, en los que destacaba un hombre que había vuelto de la guerra con metralla en el cuerpo y al que los médicos concedían seis meses de vida. Hace nada, anteayer, el 8 del 8, aprovechando la luna llena, las ganas de juerga y las nostalgia ochentera, se celebró una gran fiesta, con cerca de mil personas -que compartieron bares, EGB, golpe de estado y goleada a Malta, pero sobre todo bares- que le dieron la bienvenida al pasado. La idea de la fiesta es de Chicho Marín, que no duda de que este fuera el espacio idóneo para celebrarla: «me parece un sitio emblemático que se perdió esa época dorada de los 80. Hemos tenido que llegar al siglo XXI para que muchos de nosotros que vivimos los bares de aquella época recuperásemos El Balneario. ¿Dónde estaba durante aquellos años? De todos los bares que hemos recordado para la fiesta, este era el que nos faltaba». Esta sucursal de La Habana en Málaga, este trozo de Cádiz, esta mezcla que es Málaga, aparece condensada aquí, en este lugar medio abandonado pero que al menos ha recuperado El Balneario.
Cae la tarde, dos parejas de recién casados se mezclan con los bañistas para un reportaje fotográfico. Un submarinista gordo surge de las aguas con un pulpo enrollado en el antebrazo. Sin hacer caso a las miradas, se quita las aletas y se dirige a la carretera, contribuyendo a este encantador surrealismo que de todas formas necesita un arreglo. No es fácil. «La sobrecarga de simbolismo que contiene los Baños del Carmen», concluye Salvador Moreno Peralta, «imposibilita cualquier proyecto».
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