Antonia Guevara, en su domicilio, rodeada de cuadros pintados por David Guerrero. :: SALVADOR SALAS
MÁLAGA

Antonia Guevara: «No imagino a mi hijo David secuestrado»

Madre de David Guerrero GuevaraLa madre del niño pintor recuerda de forma pormenorizada la desaparición de su hijo y no pierde la esperanza de abrazarle algún día

J. M. ALDAY

Martes, 14 de mayo 2013, 14:25

Aquel lunes de 1987, en el modesto domicilio de la familia Guerrero Guevara, el tiempo se detuvo bruscamente para Antonia Guevara, la madre de David. « ... Mi vida transcurre dedicada a mis dos hijos, ya mayores, a mi marido, jubilado, y nada más», relata esta mujer enjuta y con un fondo de tristeza en su mirada que delata el sufrimiento que supone no saber nada de su hijo durante estos larguísimos 26 años.

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«No pierdo la esperanza de que, a pesar del tiempo transcurrido, David aparezca algún día», dice. Y añade: «Mientras no surja nada nuevo..., aquí estamos».

Casos como el largo secuestro de las tres jóvenes americanas, que han permanecido desaparecidas una década hacen que, irremediablemente, afloren de nuevo los interrogantes acerca del paradero del niño pintor. Y Antonia no es ajena a este pensamiento. «Al enterarme de estos casos me viene a la mente mi hijo. Y me duele mucho pensar que pudiera estar retenido o encerrado tanto tiempo, pero en fin...Se escuchan tantas cosas que ya una piensa que todo es posible». «Pero que no se haya puesto en contacto durante tantos años...», reflexiona a renglón seguido.

David tendría ahora 40 años y su madre lo imagina a esta edad «tan guapo como sus hermanos y tan bueno». «Si apareciera por esa puerta le daría un gran abrazo...», dice. Una puerta, la de su domicilio, que ella dejó durante mucho tiempo encajada en la creencia de que David decidiera regresar de noche de nuevo al hogar familiar tras imaginar alguna travesura inconfesable.

Su padre le hizo un mapa

Pero esa puerta no se abrió en todo ese tiempo. Conforme pasaron los años, la esperanza decayó y la puerta de la casa se cerró, «aunque no echo las llaves por si llamara en algún momento para abrir corriendo», aclara presurosa.

La realidad es que David cruzó aquel lunes 6 de abril de hace 26 años el umbral del domicilio familiar para no volver más. «Ese día -recuerda Antonia- iba a ir a la galería de arte donde exponía un cuadro suyo porque le iban a realizar una entrevista. Merendó un yogurt y su padre le hizo un croquis para que supiera en qué parada de Muelle Heredia debía bajarse».

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Comenta que ya con 13 años, David solía coger el autobús para ir al Centro de la ciudad, donde recibía clases de pintura en un local calle Granada. Pero advierte que su marido siempre lo recogía a las nueve y el chico «nunca regresaba solo».

«¿Quieres que te lleve David?». «No, que yo sé ir», le dijo el chico a su padre, al tiempo que revisaba el papel con el plano que éste le confeccionó para que supiera donde bajarse. Dos besos y adiós. Como el resto de los días, el padre quedó en recogerlo al salir de las clases de pintura. David se supone que recorrió los trescientos metros que hay desde su domicilio hasta la parada de autobús más próxima para tomar el autobús que le llevaría a Muelle Heredia. Pero David no llegó a la galería de arte de Duquesa de Parcent. Tampoco apareció en la peña de calle Granada, a donde fue su padre a buscarlo.

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Entonces no había móviles como ahora, y en el domicilio familar no disponían de teléfono. «Eran cerca de las diez de la noche. Yo estaba preparando la cena cuando llegó mi marido y me dijo. «¿Pero David no está aquí?». «No», fue la respuesta de Antonia. Hasta el día de hoy.

Esa misma noche, el padre del niño pintor acudió a la policía a denunciar la desaparición del menor. Pero la denuncia la tuvo que formular a la mañana siguiente por indicación de la propia policía, que entonces requería que pasaran 24 horas para formalizarla. «Dijeron que las desapariciones de menores eran muy corrientes y que antes de denunciar había que esperar ese plazo porque casi siempre los menores aparecían al poco tiempo». No fue el caso.

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Desde entonces, Antonia no celebra nada. «Ni una boda, ni un cumpleaños, ni una comunión. Yo no voy a ningún lado». «Si vive mi hijo, no sé si estará mal o si estará bien. Muchas veces cuando veo un mendigo por la calle no sé qué pensar», exclama suspirando profundamente.

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