Cierra la Droguería Ávila, uno de los últimos comercios tradicionales del Centro
Cuatro generaciones de la misma familia han trabajado en esta tienda situada en la calle Martínez después de un siglo de historia
AMANDA SALAZAR
Jueves, 28 de febrero 2013, 21:09
Las estanterías de la droguería Ávila, situada en un estrecho local de la céntrica calle Martínez de la capital, empiezan a quedarse vacías. Hace una ... semana, colgaron el cartel de 'Cierre por jubilación' en las vitrinas que dan al exterior y durante el próximo mes se dedicarán en exclusiva a vender todos sus artículos de limpieza, perfumería y cosmética hasta fin de existencias.
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Con Ávila, desaparece uno de los últimos establecimientos tradicionales que resistían el embate de las franquicias y de los locales de restauración en el Centro de Málaga. La decisión de poner punto y final a este comercio con un siglo de historia no ha sido tarea fácil. Su propietario, Pepe Ávila, se ha mantenido al frente del negocio durante 65 años, atendiendo a sus clientes para asesorarles a la hora de quitar una mancha difícil o para encontrar el producto de limpieza adecuado. Su hija Marisa, que empezó a trabajar con él cuando apenas era una adolescente, se ha convertido en su gran apoyo en esta última etapa.
Un alquiler demasiado alto
Pero la crisis económica, la caída de las ventas y el aumento del alquiler del local por el que ya pagaban 2.000 euros más el IVA han hecho inviable mantener la tienda. A sus 80 años, Pepe no quiere ni imaginarse el día en el que tenga que entregar las llaves del que ha sido su segundo hogar. «Sé que lo voy a pasar muy mal, este lugar ha sido toda mi vida, por mucho que mi esposa, Mari Llorente, me diga que aquí no se acaba el mundo», explica. Sus clientes tampoco dan crédito a tener que despedirse de una tienda «de las de toda la vida». «Muchas clientas se me abrazan llorando cuando se enteran porque llevan viniendo desde que eran niñas», dice Marisa.
Hasta cuatro generaciones de la familia Ávila han trabajado entre estas paredes. De hecho, el establecimiento conserva algunas de las estanterías originales y un coqueto mostrador con vitrina por el que ya se ha interesado algún anticuario. El abuelo de Pepe, Rafael Ávila, abrió en 1911 este local, que en un primer momento funcionó como taller de pintura. Fue su tía Concha la que orientó la actividad hacia la droguería y quien enseñó a Pepe todos los secretos de la profesión. Y en los últimos tiempos, Marisa y su hija Alba han trabajado codo con codo en la tienda con Pepe.
El trabajo de la droguería ha cambiado mucho en todo este tiempo. Pepe -a quien muchos clientes conocen aún como Pepito porque así era como le llamaban sus tías cuando empezó a trabajar con quince años- explica que antes vendían anilina al peso, «un producto que se usaba para teñir telas y que también demandaban mucho los betuneros para dar color a los zapatos».
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Otro de los productos que desaparecieron fue el palo de quillay, una rama de árbol que se usaba como quitamanchas porque su corteza tenía sustancias jabonosas. Las droguerías también tenían licencia entonces para vender gasolina, que filtraban los propios trabajadores para quitarle la grasa y que se usaba como quitamanchas. Pepe también recuerda cuando empezaron a vender las primeras fregonas. «Las mujeres no se fiaban porque lo habitual era fregar el suelo de rodillas con jabón verde y esparto», dice.
Después, se amplió el negocio para poner una parte de perfumería y cosmética. Aunque los perfumes se vendieron durante mucho tiempo a granel. «Teníamos unos barriles de colonia Tabú, Galardón, Madera de Oriente y Lavanda que íbamos sirviendo a los clientes en tarritos de cristal», dice.
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Eran los buenos tiempos de las droguerías. Ávila llegó a contar con seis empleados y en los años 60 Pepe se dedicó a suministrar a grandes hoteles de la capital y la Costa del Sol como el hotel Miramar, Pez Espada, Tritón, Lago Azul, Los Álamos o Tropicana.
Trato personal y experiencia
Con la llegada de los supermercados y grandes superficies, la situación cambió. Ante el aumento de la competencia, la bajada de precios y las comodidades que ofrecían los centros comerciales, la Droguería Ávila se decidió a ofrecer un trato personalizado y el peso de la experiencia de años. «Puedo presumir de no haberme equivocado nunca cuando he ofrecido un consejo de limpieza a mis clientes, y mi hija Marisa se sabe de memoria el tono de pintalabios y la marca que usan nuestras clientas fijas», señala.
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Y esa máxima funcionó gracias también a la lealtad de su público. «Por esta tienda han pasado, padres, hijos y nietos de una misma familia que se han convertido ya en amigos; siempre enseñé a mis empleados que aquí debíamos tratar al cliente como Su Majestad», asegura. Una de estas clientas, Conchita de la Torre (70 años) asegura que le ha dado mucha tristeza enterarse de la noticia. «Yo me dejo aconsejar mucho por Marisa, que me conoce bien y sabe cuáles son mis gustos, y ahora se queda una sin esa ayuda», asegura. Una despedida que deja un sabor amargo entre muchos malagueños.
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