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Usain Bolt quiere volver a dar espectáculo en los Juegos Olímpicos. :: REUTERS
Al fin Usain Bolt encuentra un rival
JUEGOS OLÍMPICOS DE LONDRES

Al fin Usain Bolt encuentra un rival

El joven jamaicano, compañero de entrenamientos del plusmarquista mundial, le ha batido esta temporada dos veces Yohan Blake amenaza su reinado en los 100 metros

J. GÓMEZ PEÑA

Viernes, 3 de agosto 2012, 03:38

El atletismo cabe hoy en día en cien metros. Antes ocupaba todo el programa. Ahora necesita la cita olímpica para sacar la cabeza ante otros deportes que le han quitado el protagonismo. Las páginas de los periódicos solo se fijan en las carreras populares -son un éxito de participación- y en el trozo más breve del calendario atlético: los cien metros. En ese decadente paisaje, de repente, apareció Usain Bolt, un rayo. La luz.

En los Juegos de Pekín 2008 este deporte recibió un regalo fantástico: Bolt, ganador del 100, del 200 y el 4x100, récords mundiales incluidos. Un velocista que había llegado desde el futuro para rescatar al alicaído atletismo, machacado por escándalos de dopaje. Al fin, la pista volaba con las alas de Bolt. Solo faltaba un ingrediente: un rival. Y ya lo tiene. Yohan Blake, también jamaicano, colega y compañero de entrenamientos de Bolt. Un tocho musculado que llega a Londres como campeón del mundo de 100 metros y sin complejos. «Soy el más rápido del planeta», retó al aterrizar en la capital inglesa. Pero el récord es de Bolt: 9.58. El domingo lo revisan. Es la gran cita de estos Juegos.

Ser el hombre más veloz tiene una cifra: 100 metros. Así se mide. Siempre ha sido una prueba especial. Lo fue cuando Jesse Owens y sus 46 cortas y rápidas zancadas (Bolt necesita 41) enervaron a Adolf Hitler en Berlín 1936. Y también lo fue con Bob Hayes en Tokio'64, el portento que combinó el atletismo con el fútbol americano. Lo fue luego en México'68 con Jim Hines, el primero en bajar de 10 segundos. Después llegó Carl Lewis, que estuvo década y media al frente y que vio caer a su rival, Ben Johnson, en la red del dopaje. Johnson, con trampa, marcó 9.79 en aquellos Juegos de Los Ángeles'84. Parecía una frontera inalcanzable sin atajos farmacológicos.

Pero ya había nacido el milagro. En 1984, Bolt tenía dos años. Otro niño caribeño de genética privilegiada. La naturaleza los hizo veloces. Balas. En 2007 disputó su primer 100 y marcó 10.03. A la tercera, batió el récord del mundo, 9.72. Luego vino Pekín y sus 9.69 levantando el pie en los últimos quince metros. Y por fin, su actual récord, el 9.58 de Berlín en 2009. Hay más: nadie ha corrido como él la prueba de 200 metros, su preferida. Asustan los dígitos: 19.19. Inalcanzable salvo para él. Eso parecía.

Unos minutos antes de la final de 100 de los Juegos de Pekín 2008, otro elegido jamaicano corría del instituto hacia su casa. Era Blake. «Estaba nervioso. Encendí la tele. Quería ver ganar a Bolt. Lo deseaba», contó.

Vida plácida

El domingo deseará lo contrario. Vencerle. Tiene argumentos: 9.75 en 100 metros y unos extraordinarios 19.26 en 200 metros. Ese registro, logrado el año pasado, asustó a Bolt. Le despertó de su letargo de vida plácida, de fiestas, coches deportivos y acelerador pisado. Demasiado lujo y alguna lesión de más. Había alguien que le discutía la corona y había crecido al lado. Era el chaval que se hizo grande admirándole y que se entrena cada día con él a la órdenes de Glen Mills, el escultor de los dos mejores velocistas actuales. «Somos amigos fuera de la pista -apuntó Blake-. En el estadio, cada uno a lo suyo».

Le apodan la 'Bestia'. Eso pone en sus zapatillas. Mide 1,80, un palmo menos que Bolt (1,93), pero tiene todos los músculos posibles. Y algo más: ambición. «Yo no necesito hacer gestos en la salida para asustar a mis rivales. Pero por dentro solo pienso en destrozarlos».

Hace un mes, en el preolímpico de Jamaica, Bolt probó algo desconocido, la derrota: Blake le batió en 100 y en 200. Durante cinco años había sido intocable, indiscutible. Ya no. De esa excitante rivalidad vivirá el atletismo de estos Juegos. Bolt, displicente como es, sonríe. Es el rey del mundo aún. Y lo sabe. Habla del chaval, de Blake, en futuro: «Va a ser un grande». Todavía no le ve a su altura. Conoce su capacidad física, pero duda de su coraza mental: «No se ha enfrentado a un verdadero desafío». Es decir, a la presión de los Juegos. Blake contraataca: «Me da igual dónde compita. Me trazo una línea y a por ella».

Son amigos, defienden la misma bandera, comparten entrenador... Pero cada uno correrá por su calle. A muerte. Bolt ni se plantea la derrota. «No le dejaré jamás que me venza en 200 metros», zanja. «Es mi distancia preferida. He aprendido a correrla a base de trabajo. Si alguien que lleva tan poco en esto viene y me gana, me pondría de los nervios», declaró antes de los Juegos.

¿Y si Blake le gana en cien metros? «Tampoco. Ese título es la gloria». Bolt quiere reeditar el tríptico olímpico de Pekín: 100, 200 y 4x100. «Quiero ser una leyenda». Y eso que ya lo es. «Me siento capaz de hacerlo», apuesta. Aunque parezca mentira, Bolt tiene margen de mejora. «Nunca he hecho una carrera perfecta para mi entrenador. Ni siquiera cuando batí el último récord».

No será fácil romper el 'crono' en estos Juegos. Londres no es Pekín. En la capital china, el calor estaba asegurado. En Gran Bretaña, el verano es caprichoso, huidizo y con tendencia a abrirle ventanas al otoño. Sin calor, la velocidad se reduce. A no ser que Bolt y Blake eleven con sus piernas la temperatura del estadio. Bolt tiene al fin un rival, Blake, un vecino. Cuidado con el 'fuego amigo'.

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