VIVIR

Carlos Sobera (Antena 3): «En COU llegaron las chicas... ¡Eran 35 en clase!»

PPLL

Viernes, 30 de diciembre 2011, 02:47

Publicidad

Los 17 años de antes en un colegio de curas son como los 12 años de ahora». Y es que Carlos Sobera (Baracaldo, 1960) ... iba a cumplir la mayoría de edad y casi no había tratado con chavalas. «En COU la clase fue mixta. Y de repente teníamos en clase 35 chicas, a cual más guapa, ¡para ventincinco chicos! Era el año 1978 y fue el despertar, la apertura a una vida nueva». Eso sí, solo mirar, nada de tocar. ¿Y qué más daba? «No hacía falta, lo mejor era vivir con esa ilusión, y aquel año en el colegio lo pasamos pipa»

- ¿Alguna le marcó?

- Había muchas. Carmenchu, Elena, Marisol, Ana Mari... Si lo leen ahora se van a reconocer.

- ¿Se resintieron las notas con tanta novedad?

- No, pero sí que despertó en mí un poco el espíritu rebelde. En la primera evaluación todas las chicas suspendieron el examen de Historia del Arte, así que en la segunda decidimos robar los exámenes para que no hubiese notas. El profesor era el padre Eslava, un hombre extraordinario, por cierto. Pero aquello fue nuestra manera de decir adiós a los años del colegio, un acto de rebeldía con sentido del humor.

Luego llegó la Universidad -estudió Derecho en Deusto- y Sobera sacó el expediente con sobresaliente de honor. «Era un cerebrito, daba un poco de asco (risas). Lo celebré con una gran juerga. Inmensa, maravillosa, con detalles que se pueden contar y otros que no».

Publicidad

Más tarde vino la tele -«mi vocación de farandulero me viene de chico»- y el estreno en la serie 'Al salir de clase' en 1997. «Aquel fue otro año importante. Trabajar como actor, vivir en Madrid... Los años de cambios bruscos en mi caso han sido años de ir cumpliendo sueños».

Todavía le quedaban dos por cumplir. «En 2004 conocí a mi mujer, Patricia, y también fue muy especial. Y cuatro años después nació mi hija Natalia». Dio también las primeras campanadas. Este año repite, con Carolina Cerezuela.

Publicidad

Otra noche sin cenar en casa, pelando frío en un balcón frente a la Puerta del Sol. «Espero que nos traigan besugo y angulas», confía. Pero va a ser que no, canapés para llenar estómagos con poca hambre. «El mío no, a mí los nervios no me afectan al apetito».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad