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FEDERICO J.C.SORIGUER ESCOFET
Lunes, 14 de noviembre 2011, 02:36
Ya no es lo que era esta enfermedad, afortunadamente. Hoy se celebra el día mundial de la diabetes y como otros años y desde hace muchos años SUR me brinda la oportunidad de hablar sobre esta enfermedad. No, la diabetes ya no es lo que era. Por un lado los conocimientos se han incrementado notablemente y las nuevas tecnologías han proporcionado a los médicos, a las enfermeras, a los pacientes y a sus familiares posibilidades que han facilitado la «democratización» de la atención médica. Pero, sobre todo, la calidad de la prestación sanitaria ha ido aumentado año tras año. El objetivo ya no es que los niños o los jóvenes no entren en «coma diabético», aquella dramática situación que podía llevarles a la muerte y hoy felizmente casi desaparecida. Tampoco que los adultos con diabetes no tengan aquellos síntomas tan clásicos y que en la Facultad estudiábamos con los de las cuatro pes: «polidipsia, poliuria, polifagia y pérdida de peso». No, los objetivos ahora son que las personas con diabetes, jóvenes o viejas, sean «autónomas», es decir capaces por un lado de compartir con los médicos y con las enfermeras la solución de sus propios problemas, y por otro, de independizarse a través de esta autonomía, del propio sistema sanitario.
Todo esto se ha conseguido a cambio de un alto coste pues cada día el número de personas con diabetes, especialmente de la de tipo 2, aumenta hasta afectar en este momento al 13,8 %de la población española lo que supone alrededor de 5 millones , más otro número parecido de personas en situación de prediabetes. Una barbaridad de personas. La consecuencia de aquella «democratización « de la diabetes y de este incremento enorme de la prevalencia ha sido una cierta banalización actual de la enfermedad. Ya no se habla como se hablaba hasta no hace mucho de la «Lucha Antidiabética», una sección incluso de la antigua Cruz Roja española, lo que está llevando a una pérdida de la atención a un problema que sigue siendo la causa más importante de ceguera y amputaciones y una de las causas más importantes de mortalidad por enfermedad cardiovascular, representando hasta el 1-2 % del gasto sanitario total. Difícilmente en los próximos años podremos alcanzar mejores cotas científicas o técnicas de atención a los enfermos, pero me temo que con la crisis se reduzcan sensiblemente la calidad de la atención a las personas con diabetes como está ya ocurriendo con prestaciones como las de las tiras reactivas. Por eso es muy importante volver la mirada a algo en lo que se ha avanzado muy poco que es en la prevención. La diabetes mellitus tipo 2 era casi desconocida en los principios del XX y no es un acontecimiento telúrico e ineluctable que les ha tocado en(mala) suerte a los ciudadanos del XXI. Tiene un componente genético pero tiene sobre todo una estrecha relación con los cambios en la manera de vivir de los últimos cincuenta años. Diferentes estudios, algunos de nuestro grupo, han demostrado que se puede prevenir en hasta un cincuenta por ciento. Esto significaría que en los próximos, pongamos, diez años, si hoy comenzáramos a actuar, podríamos reducir el numero de afectados en España desde cinco a 2,5 millones. Los beneficios humanos, sociales y económicos de este empeño son ingentes.
El esfuerzo para conseguirlo lo es aún más pues supondría cambiar por completo el modelo de atención a las personas con diabetes pero, sobre todo el modelo de entender el mundo de nuestros contemporáneos. Y esto son palabras mayores pues atenta contra el intocable modelo cultural, de relaciones de producción y el modelo económico de nuestro sistema político y social. Comer menos (comer mejor) y trabajar más (en el sentido termodinámico) es tan fácil de decir como difícil de hacer. Apelar a la libertad y a la responsabilidad individual se ha demostrado claramente insuficiente pues se lleva haciendo desde hace años y el número de personas con diabetes aumenta. Es probable que la crisis, con el aumento de las desigualdades, contribuya aún más a este incremento. Pero también es posible que esta revolución de la frugalidad económica que nos están imponiendo fuese el instrumento más adecuado para transformar el discurso oficial y la sensibilidad y los valores dominantes, cambiando el paso a mucha gente que habría cifrado su libertad y su felicidad en consumir y en holgar. Vivir es sencillo. Vivimos de milagro y por un milagro. Pero es más complicado cuando se tiene que pensar sobre cómo se debe vivir.
La palabra enfermo se ha quedado muy pequeña para albergar a muchas de las enfermedades de nuestro tiempo. ¿Cómo hacer que viva como un enfermo una persona que pudo comenzar su diabetes con diez años y que tiene ahora setenta?.. Sesenta años de enfermedad son demasiados para vivirlos como enfermo. Las coordenadas sobre las que hoy hay que plantearse la atención a las personas con diabetes no se parecen en nada a las de hace solo unos años. Dias como los de hoy que convocan a todas las personas con diabetes del mundo, a todos sus familiares y amigos, a todos los que tiene riesgo de llegar a tenerla y a todos los implicados, ya sean políticos, administradores o sanitarios, son un buen momento para reflexionar sobre cómo podemos hacer frente a esta gigantesca pandemia del siglo XXI.
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