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NOEMI R. NAVAS
Miércoles, 7 de septiembre 2011, 03:47
Ha llovido mucho desde que los obreros construyeran la primera zona residencial de la Carretera de Cádiz con zonas verdes, Puerta Blanca, un barrio que finalmente fue ocupado por las clases medias y aún hoy conserva ese tipismo que lo hace diferente al resto del distrito. Y es que a pesar de haber cumplido más de 40 años se conserva como uno de los rincones urbanos con más jardines de la capital.
«Todo un lujo en un entorno masificado como este, solo en Puerta Blanca viven casi 80.000 personas», recuerda el presidente vecinal, Juan Carranza. Algo más de 10.000 metros de jardines acompañados por dos parques infantiles y un área de gimnasia al aire libre mantienen la línea de los nuevas urbanizaciones como Parque Litoral, que a dos calles de distancia, representa el lugar idílico de un distrito marcado por el cemento. Pero no es oro todo lo que reluce, y aunque los vecinos afirman estar satisfechos con Puerta Blanca, reivindican mejoras históricas que no terminan de llegar.
«Las más graves son la inseguridad vial y el ruido. Este barrio siempre ha sido populoso y como tal tiene mucha vida, pero en verano es complicado conciliar el sueño», afirma Dolores Prieto.
Esta vecina de la calle Nuestra Señora de las Candelas asegura que varios grupos de jóvenes «tienen al barrio en vilo y organizan botellones en cualquier banco». «Además de que no se les puede llamar la atención, dejan la vía pública y los jardines en pésimo estado. Demasiado bien están para el uso que algunos le dan», comenta.
Por ello, los residentes reclaman más vigilancia policial en las calles y sanciones «ejemplarizantes». «Se habla mucho de la ordenanza de convivencia ciudadana, pero no se aprecia un cambio ni un temor en el ciudadano. Aún no conozco a nadie que hayan multado por dejar una litrona en un parque infantil o dejar a sus mascotas a sus anchas en jardines donde no están permitidas», asegura Conchi Marfil.
Desde el colectivo vecinal coinciden con la necesidad de aumentar la presencia policial, aunque ahora hay otros temas que centran su atención, los contenedores soterrados. «Se instalaron cinco, de los cuales uno era orgánico y finalmente no ha sido así. Nos han quitado ocho aparcamientos para nada porque seguimos conviviendo con las cubas tradicionales, que son menos higiénicas», dijo Carranza.
La seguridad vial también preocupa en el barrio y piden la colocación de badenes en la avenida Gregorio Diego y el Palma del Río para frenar la velocidad de los coches.
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