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El marqués de Paniega.
Los nobles también trabajan
SOCIEDAD

Los nobles también trabajan

Llevan con honor el título de duque, marqués o conde, pero en el día a día se ganan la vida como el resto de los españoles «En los juicios, trataba a los magistrados de la Audiencia de Ilustrísima, y yo también lo soy», dice el marqués de Casares, abogado

REGINA SOTORRÍO rsotorrio@diariosur.es

Domingo, 10 de octubre 2010, 15:01

En su pueblo, Beas del Segura (Jaén), algunos le apodan El Marqués. Francisco José Salmerón Frías vive bien, viste con elegancia y es educado. Lo que muchos de ellos no saben es que ese mote encierra una gran verdad: él es el actual marqués de Casares, descendiente de Pedro Sarmiento y Pastrana, caballero de la Orden de Calatrava a quien en 1629 Felipe IV concedió el marquesado de esa localidad malagueña, probablemente, por su labor en el Consejo de Guerra en Flandes. «Pero yo nunca he hecho ostentación del título ni lo he utilizado para conseguir algo. Todo lo que tengo es fruto de mi trabajo», asegura Salmerón.

Así son la inmensa mayoría de los nobles del siglo XXI, personas que, como el resto de los españoles, se levantan a las siete de la mañana para trabajar como abogados, economistas, arquitectos, agricultores... Los privilegios y las millonarias herencias quedaron atrás hace tiempo. Eso sí, en su casa guardan «con honor» y como un tesoro ese documento que acredita que sus antepasados formaron parte de la Historia del país.

Un vínculo «sentimental»

El marqués de Casares no vive en Málaga. Tampoco el conde de Mollina, ni el marqués de la Peña de los Enamorados, ni tantos otros. Los avatares de los siglos han hecho que a muchos aristócratas de origen malagueño -por nacimiento o por título- sólo les quede ahora «una vinculación sentimental e histórica» con la provincia, como explica el marqués de la Peña de los Enamorados, el sevillano Joaquín Guajardo-Fajardo y Carmona, de 47 años. Por contra, Málaga ha atraído a nobles de diferentes puntos de la geografía que han fijado aquí su residencia, como es el caso del marqués de la Paniega, del conde de Las Lomas o del de La Jarosa.

Ellos desmitifican la imagen estereotipada y «totalmente equivocada» de una nobleza altanera que vive de las rentas. «Es una vida normal, de lo más austera, la única diferencia es que tienes el orgullo de ostentar un título que ha pasado de generación en generación». Lo dice Marcelino Martos y Azlor de Aragón, conde de Mollina y Grande de España. Carlos II concedió el condado a su antepasado, Francisco Chacón y Enríquez, regidor perpetuo de Antequera y Caballero de la Orden de Calatrava. «Es un honor grande, pero hoy no es significativo. No abre puertas, ni supone una ayuda en lo laboral. No le quepa la menor duda de que durante toda mi vida me he levantado cada mañana para trabajar», explica este empresario agrícola, ya jubilado, que vive en Madrid.

De la clase trabajadora

«Yo también soy de la clase trabajadora. Me levanto temprano para desarrollar mis responsabilidades laborales y comer al mediodía, como todos», añade Javier Zorrilla y Yáñez, Inspector de Renta y Exacciones del Ayuntamiento de Málaga. Él es el octavo conde de las Lomas, un reconocimiento concedido por Carlos III a Miguel Porcel y Manrique de Arana, capitán general del campo de Gibraltar y fundador de los Hospitales de la Caridad. Se cuenta que la villa Las Lomas, de la que era señor en Extremadura, «era tan inmensa, que el rey acudía allí de cacería». El linaje llegó a Málaga en 1952 cuando el padre del actual conde, un reputado genealogista y oficial del Ejército, se trasladó a la capital. «Me enorgullece el título y procuro honrarlo y engrandecerlo como hicieron mis antepasados; pero en la sociedad de hoy día no tiene mayor incidencia. No me ha regalado nada», aclara Zorrilla.

En la vida diaria, Joaquín Guajardo-Fajardo es «arquitecto y punto» y, durante años, Francisco José Salmerón Frías ha ejercido como un abogado más. «Cuando iba a juicios, tenía que tratar a los magistrados de la Audiencia de Ilustrísima, y yo también lo soy. Pero nunca dije nada y me hablaban de usted, como a los demás», explica el marqués de Casares. No quería un trato diferencial.

«Yo no hablo de ello a no ser que me pregunten, porque la gente tiene muchos prejuicios». A José Lizasoain Freüller, marqués de la Paniega, no se le caen los anillos al reconocer que ha trabajado en tiendas o recogiendo pelotas en un campo de golf para adquirir experiencia en ese sector, en el que se especializó tras estudiar Dirección y Administración de Empresas en EE UU. Después, dirigiría un campo de golf en el Puerto de Santa María y en la actualidad estudia un MBA en Sevilla. «Tengo el orgullo de poder decir que absolutamente todos los empleos los he conseguido por mí mismo», afirma este malagueño, de 31 años. Cuando termine la formación buscará una ocupación en lo suyo, pero tiene muy claro que si no la encuentra... «cogería lo que hubiera, hay que vivir».

A los 28 años, José Lizasoain heredó el título de su tía Teresa y, con él, la responsabilidad de ser la cabeza visible de «un legado familiar importante, con miembros de la familia que han hecho algo relevante por el país». Como José Freüller Alcalá-Galiano, V Marques de la Paniega y el primero de esta línea aristocrática en llegar a Málaga. Destacó como mecenas, siendo el primer presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, y como político, llegando a la alcaldía de la capital. Por eso, José Lizasoain es consciente de que el título no es suyo, «sino de la familia y tengo una obligación para con ellos». Y muy especialmente con su madre, Pepa Freuller, a quien José no deja pasar la oportunidad de agradecerle sus cuidados y su educación. «Es una gran señora», apostilla.

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