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La superficie de la finca Casablanca era de dieciséis hectáreas de tierras de riego, secano y pastos. :: SUR
Finca Casablanca
HISTORIAS DE MARBELLA

Finca Casablanca

ANTONIO LUNA AGUILAR

Domingo, 22 de agosto 2010, 03:55

LA finca rústica llamada Casablanca estaba situada en el partido de Guadapín, a poniente del arroyo de Calaña o de Guadapín; lindaba al norte con el camino de Estepona y las arenas de la playa la limitaban por el sur. La superficie de la misma era de dieciséis hectáreas, de «tierras de riego, secano y pastos [.] con algún arbolado de higueras y otros», en ella se encontraba una «casa de teja marcada con el número 2, tiene piso alto y bajo con diversas habitaciones y oficinas». También poseía una «noria con su armadura y su alberca» y «se fertiliza con los sobrantes de las aguas que corren por el arroyo de Villanueva, en la parte que no se utilizan en el riego de la huerta llamada de Guadapín y además con las que se extraen de la antes citada noria».

Esta era la hacienda que el 21 de marzo de 1814 la hermandad de las Ánimas, de la parroquia de la Encarnación de Marbella, dio, a censo redimidero, a Joaquín Millán de Acosta por la cantidad de sesenta mil reales. Fallecido el anterior le sucedió en la posesión de esta heredad su hijo Joaquín Millán Portocarrero, quien el 9 de julio de 1838 cedió la propiedad por la cantidad de mil reales, y la asunción del censo, al subteniente de Carabineros y de la Hacienda pública, «estacionado en esta ciudad», Juan de Quijada y Fourrat, nacido en Cartagena, que estaba casado con María Luisa Rosado Campoy. Quijada llegó a ser alcalde de Marbella en dos ocasiones y laureado con la Cruz de San Fernando, por un hecho de armas, un enfrentamiento contra una partida de contrabandistas, acaecido el 6 de agosto de 1841.

Juan de Quijada ingresó a la hermandad de las Ánimas diversas cantidades a cuenta del censo, así abonó 15.000 reales los años 1839 y 40 y 6.000 reales el año siguiente. A raíz de la Ley de 1º de mayo de 1855 (relativa a desamortizaciones) y del Real Decreto de 11 de noviembre de 1864, la Hacienda pública se incautó el censo. El 2 de julio de 1874 Quijada redimió el mismo, con la cantidad de 24.000 reales que restaba. Expidió el certificado que lo atestiguaba el juez municipal e interino de primera instancia Joaquín Chinchilla y Díez de Oñate, que llegaría a ser senador del Reino, presidente del Tribunal de Cuentas e intendente general de Hacienda en las islas Filipinas.

Testamento

María Luisa Rosado feneció el 28 de agosto de 1880; a tenor de las disposiciones testamentarias, establecidas entre ella y su marido, heredó la finca su hijo Francisco Quijada Rosado, que en esas fechas ocupaba el puesto de administrador del hospital de San Juan de Dios de la ciudad.

En el año de 1882 Francisco precisó de un préstamo hipotecario que le dio Luis Solano Pertura, estableciéndose en el contrato que la cantidad a devolver lo sería «en monedas de oro o plata de ley con exclusión de todo papel creado o por crear». Devolvió la cantidad dos años después.

Francisco Quijada vendió el predio, en 1890, a Francisco Claros Postigo, de Fuengirola y casado con Rita Castillo, y a Juan Hinestrosa y Pedrosa, de Marbella; tres cuartas partes al primero y una cuarta parte al segundo, en precio de 17.750 pesetas. No tardó mucho Francisco Claros en hacerse con la entera propiedad, en 1892 le permutó a Hinestrosa la cuarta parte por una tierra que poseía en el cercano Cortijo de Quiñones.

En el año de 1893 consta que la finca estaba «toda [plantada] de viña moscatel» así como que se había procedido al derribo de la casa. Desconocemos la fecha en que se construyó la que la sustituyó.

El Ayuntamiento de Marbella sacó, el 15 de noviembre de 1896, en segunda subasta, el arriendo a «venta libre», por la cantidad de 53.874 pesetas, los derechos de consumos y alcoholes, por el periodo de un año. Se hizo con este arriendo José Amores Rodríguez, «cesante», y Francisco Claros se constituyó en el fiador principal, hipotecando la finca a favor del ayuntamiento.

En la ciudad de Málaga, el 9 de junio de 1906, falleció Francisco Claros; su esposa renunció a la cuota viudal y sus hijos se repartieron la herencia, correspondiéndole Casablanca a su hija Matilde. Disfrutó de la propiedad hasta el año 1954, cuando la vendió a Constructora e Inmobiliaria Rubán, S.A. que construyó la urbanización Casablanca que hoy conocemos.

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