Un idilio con medio siglo de historia
La llegada de turistas estadounidenses ha sido una constante desde los años cincuenta, aunque ha sufrido altibajos a lo largo de la historia Michelle Obama reactiva la atracción de los americanos por la Costa del Sol desde que descubrieron Marbella
NIEVES CASTRO ncastro@diariosur.es
Domingo, 1 de agosto 2010, 03:45
Tras el fuego siempre quedan ascuas, después sólo las cenizas, aunque una llama puede volver a prenderse en cualquier momento. Al idilio del mercado americano con la Costa del Sol le ha pasado eso. La chispa la ha vuelto a encender la visita de la primera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, pero los entendidos en este mercado recuerdan como la avanzadilla de artistas y estrellas del celuloide en la década de los 50, se transformó en una inmensa pira que en los años 80 atraía hasta la Costa del Sol 700.000 turistas procedentes del otro lado del Atlántico.
Marcelo Molinari, experto del Patronato de Turismo en el mercado norteamericano, explica que buena parte del mérito para que la Costa del Sol se convirtiera en imán irresistible de estos primeros turistas la tuvo el príncipe Alfonso de Hohenlohe. De su mano comenzaron a llegar aristócratas como Grace Kelly y su esposo Rainiero de Mónaco, que fueron los invitados estrella de la apertura de Puerto Banús en 1969. Cuatro años antes y también bajo invitación del príncipe, el senador Edward Kennedy y su esposa visitaron la zona. Alfonso de Hohenlohe fue uno de los visionarios que ayudó a la transformación de la Costa del Sol y de la Milla de Oro, que comenzó a deslumbrar por sus hoteles convertidos en ciudades jardín y por sus restaurantes de cinco tenedores.
El presidente del Patronato de Turismo, Salvador Pendón, recuerda la importancia que tuvo el nacimiento en el verano de 1953 del hotel Marbella Club tras una pequeña remodelación de un cortijo propiedad de la familia Hohenlohe. Testigo de excepción de la atracción que las estrellas norteamericanas de los años 50 y 60 sintieron por este establecimiento de la Costa del Sol fue Rudolf Graf von Schönburg, Conde Rudi. «En aquel entonces recalaba lo más selecto que se podía atraer gracias al boca a boca entre las grandes familias que viajaban por Europa y que llegaban a la Costa del Sol debido a la promoción tan intensa del destino que hizo Alfonso en EE UU», recuerda Rudi, hoy consejero del Marbella Club.
La primera estrella hollywoodiense que cruzó el umbral del establecimiento fue Deborah Kerr, pero le siguieron otras como James Stewart o Ava Gardner. Las anécdotas que guardan los muros de este exclusivo hotel, que acogía fiestas temáticas en la playa cada martes por la noche, son muchas. Entre ellas, como una ya consagrada Kim Novak quedó prendada por una de las alfombras que decoraban cierta estancia del establecimiento. «No lo dudó y al día siguiente se presentó en la fábrica de esparto creada por monseñor Rodrigo Bocanegra, de donde había salido la alfombra, para adquirir una exactamente igual», relata el presidente de la Federación de Extranjeros de la Costa del Sol, Ricardo Sánchez Bocanegra. Y es que el gusto por las compras fue un rasgo distintivo de aquellos primeros visitantes y de los que llegaron más tarde.
Judy Price, agente especializada en el mercado norteamericano, asegura que el rasgo característico de este turista siempre ha sido el mismo: su alto poder adquisitivo. «Si se toma en cuenta el dinero que tradicionalmente ha gastado cada visitante americano valdría por el desembolso efectuado por varios de otras nacionalidades». Ana Gómez, gerente del Patronato de Turismo refrenda estas palabras. «Tradicionalmente todos los estudios sitúan al turista norteamericano entre los que más gastan durante su estancia, que se sitúa además entre las más prolongadas de todas -unos 18 días de media- y además, entre los que se decantan por hoteles de cinco estrellas», apunta.
La Costa del Sol toma buena cuenta de ello a finales de los 70 y durante toda la década de los 80. «A partir de 1975, se puede decir que el turismo procedente de EE UU comienza a llegar de forma masiva, siempre en grupos de incentivos, desconocidos hasta entonces para nosotros», afirma José Puebla, presidente de Spain Incentives and Meeting Association (SIMA), que explica que las grandes compañías de aquellos tiempos, las automovilísticas y de nuevas técnicas, premiaban a sus empleados con viajes a tierras lejanas y exóticas. «La Costa del Sol, y Marbella en particular, entran en ese momento en la rueda de destinos recomendables a incluir junto a París, Roma y Madrid». Al tratarse de grupos grandes con un mismo itinerario y fechas de estancia, era muy fácil organizar el viaje con vuelos 'chárter' exclusivos que tenían como destino al aeropuerto de Málaga.
De hecho, Price recuerda que en un mismo día se operaban incluso dos vuelos. «Aviones enteros con 500 personas que desembarcaban procedentes de Nueva York para estancias no inferiores a seis días y a todo tren», dice esta especialista. Molinari resalta la importancia que adquirió para la planta hotelera de la Costa del Sol este turismo de incentivos, y ya en la década de los 90, el segmento de congresos y reuniones. «Este visitante generó un impacto económico tremendo y siempre en hoteles de cinco estrellas».
Los agentes de aquel entonces movían grupos de 250 personas que venían con todo pagado y con los que se hacían visitas a Ronda y Mijas. Los touroperadores del momento no daban respiro y trabajaban bajo la fórmula del 'back to back', un tipo de cupo en el que unos clientes salen el mismo día que otros entran, cubriendo así periodos de tiempo consecutivos.
Paralelamente también se desarrolló un mercado residencial boyante. «En los años 80, Marbella se convirtió en el refugio de las viudas ricas americanas que pasaban aquí largas temporadas», rememora Sánchez Bocanegra. Por aquel entonces no era extraño que incluso compraran un coche con matrícula turística que estaba exenta de impuestos. Venían para disfrutar del clima, pero sobre todo de la vida social. «A los americanos les encantaba codearse con la aristocracia europea y en este rincón del mundo podían hacerlo a placer». Idea de la importancia que adquirió la comunidad americana, la da el hecho de que incluso había una revista sobre eventos sociales, 'Marbella Time', cuya editora era Elisabeht Coty, una estadounidense enganchada a los encantos de la zona.
Un nuevo aliciente: el juego
Derogada la ley que prohibía el juego, la Costa del Sol se dota de un nuevo aliciente turístico: los casinos. En pocos meses abren sus puertas el casino de Marbella, en Nueva Andalucía, y el de Torrequebrada, en Benalmádena. Los propietarios del Caesars Palace de Las Vegas intentaron optar a la adjudicación de alguno de los establecimientos de la Costa del Sol y a tal fin hicieron un gran despliegue publicitario y movieron numerosas influencias. Pese a que reunían todos los requisitos, las autoridades de entonces no dieron el plácet, especialmente porque el rumor extendido afirmaba que tras la empresa se encontraba la mafia norteamericana.
«Fuese o no verdad, seguramente la Costa del Sol dejó pasar una oportunidad, lo mismo que sucedería años más tarde cuando se fue al garete el majestuoso proyecto de levantar un parque temático de Disney entre Marbella y Estepona, seguramente por la miopía de las autoridades de la época», comenta Salvador Pendón.
Ya en los 90, los norteamericanos comenzaron a fijar sus ojos en otros destinos. «No siempre se puede estar en la cresta de la ola. Hace veinte años comienzan a surgir destinos competidores en el Mediterráneo, pero sobre todo en el Caribe con los que no podíamos competir en precio, pero sobre todo por el factor de cercanía», asevera Molinari.
Pero si hay un hecho determinante es la entrada del euro en enero de 2002. Así lo estima también Cristina Silva, miembro de la Asociación American Club de la Costa del Sol, quien repara en la subida que experimentó todo. «De una semana para otra, un café pasó de costar 150 pesetas a valer 1,5 euros, al cambio 250 pesetas. Los americanos perdieron poder adquisitivo y eso sí que hizo mella en el número de llegadas», acota Silva. Un año antes, los atentados del 11-S provocaron ya una parálisis del flujo de visitantes a todos los destinos.
En los últimos años, la crisis económica mundial, junto a la falta de una línea aérea estable que comunicara cualquier ciudad norteamericana con Málaga mermaron las llegadas de manera fulminante. «Los intentos realizados por alguna línea aérea -Delta Air Lines- de operar sólo en temporada alta y después desaparecer, no funcionan. Ni en nuestro destino, ni en ningún otro, si desapareces del sistema de reservas de cualquier comprador, ya no vendes el destino», concluye José Puebla.
«No hicimos nada mal -acota Price-. El gusto de un mercado por un destino va por modas y es cíclico. Se acabó una etapa, pero el sector sabe que con la visita esta semana de Michelle Obama y su hija, se abre otra. Los americanos se comportan como esponjas de los hábitos de la primera familia del país». En efecto, la visita de Michelle Obama promete a partir de la semana próxima renovar este idilio de medio siglo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.