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Javier Canivell combina la cocina marinera y popular con otras más actualizadas.
CRÍTICA GASTRONÓMICA

Tres espacios en una misma ubicación

Candado Beach es de esos que engañan por sus apariencias, pues desde fuera puede darnos la impresión de que se trata de un restaurante más de playa. Pero cuando nos adentramos en su interior esa impresión cambia rápidamente

ENRIQUE BELLVER

Sábado, 8 de mayo 2010, 13:20

Este establecimiento es de esos que engañan por sus apariencias, pues desde fuera puede darnos la impresión de que se trata de un restaurante más de playa. Pero cuando nos adentramos en su interior esa impresión cambia rápidamente y ante nuestros ojos aparece un luminoso comedor frente al mar en el centro, a la derecha una coqueta a la vez que sencilla taberna marinera y a la izquierda un cuidado beach de playa. Gonzalo Ramírez ha hecho una apuesta bien distinta a sus otros establecimientos, me refiero esencialmente a Gorki, y aquí ha dejado al frente de todo este entorno gastronómico a un malagueño curtido en diferentes fogones de nuestra ciudad y también de Marbella, Jaime Canivell. La última vez que tuve ocasión de disfrutar de un almuerzo elaborado por este joven e inquieto cocinero me llevé una agradable sorpresa: ahora, en este nuevo restaurante, las cosas han cambiado a mejor. Jaime combina la cocina marinera más tradicional y popular con otras más actualizadas, con texturas más ligeras y con unos muy estudiados toques de creatividad que no ocultan la esencia de lo que realmente se ofrece al comensal.

Las ofertas coquinarias son distintas en cada espacio. Quienes optan por el beach, abierto día y noche, se encuentran con unas coloristas ensaladas, espetos de calamar, sardinas y otros pescados de buen tamaño, pescadito frito y algunos arroces. Los que gustan de carnes pueden tomar pollo auténtico de corral, hamburguesas del Valle del Esla o presa ibérica. Una carta fácil, sin demasiadas complicaciones, con un buen producto en cuanto a calidad y una selección de vinos más que correcta para tratarse de un lugar de playa.

El restaurante propiamente dicho sólo abre sus puertas por las noches y los fines de semana. Es aquí donde vamos a descubrir toda la profesionalidad e imaginación que encierra Jaime, pues la carta sí que está pensada en un cliente que viene a relajarse frente al mar y a disfrutar de una cocina más sofisticada sin caer en el papanatismo gastronómico que ahora nos cerca por todos lados. El servicio de sala es de sobresaliente alto.Así fue el almuerzo

Para abrir boca una sopa fría de té verde y boquerones en vinagre y después hay que dejarse aconsejar por la sumiller, aunque un champagne muy seco puede ser el perfecto anfitrión del almuerzo. Me gustó por su contundente sabor a mar el salpicón de gamba roja-blanca, bolos y concha fina y me entusiasmaron los carabineros con huevo de corral, berenjena frita y patatas violeta. Este mar y montaña reúne en un solo bocado una carga de sabores que nos estalla en el paladar. Tras estos primeros entrantes, el bacalao al carbón con tartar de cítricos a pesar de una textura impecable no lograba concitar los mismos suspiros que los otros platos. La falta de esa fuerza de sabores contribuía a ello.

No podíamos abandonar esta casa sin probar un tentador arroz de anguila ahumada con tuétano y mahonesa tibia de cítricos que estaba espectacular.

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