Desconcierto y paso atrás
El Unicaja no puede competir sin su identidad, porque cuando pierde el rebote y la agresividad, pierde también el alma
El Unicaja ofreció en Andorra su peor versión de la temporada. El partido se explicaría con una sola estadística: 41 rebotes del MoraBanc por sólo ... 23 del equipo malagueño. Sin rebote no hay ritmo, y sin ritmo, no hay Unicaja. El equipo de Ibon Navarro, acostumbrado a construir su juego desde la defensa, la actitud y el control del tablero, se vio completamente superado en todos los ámbitos del juego.
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El primer cuarto fue un vendaval local: 35 puntos, casi un 80% en tiros de campo y un dominio abrumador del rebote. El Unicaja, sin segundas opciones ni equilibrio en el balance defensivo, fue incapaz de frenar el 'pick and roll' central del rival y su elevado acierto en el triple, que castigó la zona una y otra vez con Pustovyi y Rubén Guerrero en sus continuaciones y con Okoye y Pons como agitadores desde el perímetro.
La reacción del segundo cuarto, basada en la energía de Perry, Djedovic y Duarte, solo maquilló por momentos una desventaja que solo sirvió para acabar igualando este parcial. Sin transición, sin fluidez y con exceso de bote, el Unicaja se estrelló contra la energía y defensa física y bien organizada del Andorra, que siempre consiguió llevar al Unicaja al cinco contra cinco el que los malagueños no encontraron circulación ni acierto.
El tercer y cuarto cuartos confirmaron la desconexión malagueña: sin respuesta ante el bloqueo directo, sin ayudas consistentes y sin capacidad para cambiar el ritmo. Navarro había advertido días atrás de la necesidad de 'consolidar lo básico': balance, defensa uno contra uno y rebote. Nada de eso apareció en La Bombonera.
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Fue, en definitiva, un serio toque de atención. El Unicaja no puede competir sin su identidad. Porque cuando pierde el rebote y la agresividad defensiva, pierde también el alma.
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