Lo sublime no es el resultado
Análisis ·
Ganar es importante, pero también lo es el placer de descubrir gozosas realidades que alimentan la curiosidad de lo inimaginable: Nzosa, Alberto Díaz, Pablo Sánchez, Brizuela...Hay derrotas que duelen y victorias que saben a triunfo verdadero. Hay partidos para olvidar y encuentros para la posteridad. Estamos viviendo una situación tan ... anómala que el Unicaja se ha camuflado con la realidad y convive con una irregularidad que ciertamente llega a confundir. Utiliza tantos trajes diferentes en la pista que resulta difícil discernir donde radica la belleza de su compostura. Hay unanimidad en las carencias que arrastra una plantilla que, a su vez, despierta tanta ilusión como frustración deja a veces su juego. Es complicado entender la razón de su insistencia en viajar en una montaña rusa cuando podría pacer en una noria observando el infinito de su futuro.
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Llegado a este punto uno sólo espera ansioso la hora de ver jugar al cuadro malagueño para deleitarnos con la hermosura del rendimiento de Nzosa, de su cándida aportación y de su abrupta irrupción en una Liga de pillos, entendida como la astucia que dota la veteranía, en la que a veces, en contadas ocasiones, se impone la inocencia. A punto de cumplir 17 años, cada minuto del congoleño envuelve de magia su presente avasallador. Disfrutar de esta perla que brilla en defensa y luce en ataque ya merece la paciencia que suele estar reñida con el deporte, donde el resultado predomina sobre cualquier otra condición.
Claro que ganar es importante, pero también lo es el placer de descubrir gozosas realidades que alimentan la curiosidad de lo inimaginable. Lo sublime no siempre es el resultado. Nzosa es la belleza de lo abstracto, la apostura de lo inescrutable, de ahí sus inevitables comparaciones con jugadores precoces que dejaron huella en la competición, como Ricky Rubio o Doncic. Cada día aparecen marcos nuevos para encajar el espejo en el que mirar hazañas pretéritas. Su tiempo en la pista va aderezado de récords que merecen la pena disfrutar. No se pide más. Lo suyo es hasta ahora de una dimensión desconocida por estos lares.
Nzosa es la belleza de lo abstracto, la apostura de lo inescrutable; Alberto Díaz define la pasión que alimenta la rutina
Pero es que este Unicaja es más que Nzosa, que representa como nadie el valor de la cantera, entendida como formación, esa que ha llevado a Alberto Díaz a cotas inconcebibles en sus comienzos. El pelirrojo arroja vida, definida como la pasión que alimenta la rutina, a la que hay que abatir con constancia y tesón, las virtudes que hacen del base un ser especial. El malagueño ha superado tantos obstáculos en su trayectoria que ni la ofuscación por la pandemia de irregularidad que asola al equipo ha conseguido que se achique. Como empezó mal la temporada, igual que el resto del equipo, causa albricias sus últimos partidos. En uno llega al tope de asistencias en su carrera, en otro se acerca al techo de recuperaciones del club. Impregna tanta energía a los que le rodean que a éstos no les queda más remedio que contagiarse de su espíritu. ¡Cuánto me alegro de todo lo bueno que hace y le pase a Alberto! Su exhibición el domingo en Valencia será recordada, como alguna que otra en la ciudad del Turia.
¡Y qué decir de la presencia de Pablo Sánchez en la cancha! Otro motivo de orgullo para este Unicaja de remiendos cuando las lesiones entorpecen su continuidad (Mekel causó baja de última hora en la Fonteta). Otro regalo para los ojos y el disfrute generalizado. La juventud al poder...
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Pero es que además Francis Alonso aporta descaro y eficacia en el triple, pese a sus dos últimos partidos. Nada impedirá que recupere el tino tan necesario para la salud ofensiva del equipo; y Rubén Guerrero empieza a mostrar las cualidades que atesora. Quizás nunca sea una referencia, pero sí el complemento ideal.
Brizuela está de dulce. Da gusto comprobar cómo encaja en la estructura diseñada por Luis Casimiro. Salga de titular o desde el banquillo, el guipuzcoano se hace imprescindible. Y se puede decir alto y claro que Abromaitis es un buen fichaje, refuerzo que ancla una posición delicada en la plantilla. Y ya ha vuelto Carlos Suárez, que va cogiendo poco a poco el tono perdido por la lesión. Y Bouteille tiene momentos de brillantez que le hace imparable. Y aún falta por llegar Jaime Fernández, que no olvidemos que es la estrella de este equipo, y cuando regrese Milosavljevic se juntarán las piezas definitivas del puzzle de la plantilla.
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¿Que el Unicaja necesita fichar un pívot? Posiblemente sea conveniente, pero esa medida no debería coartar la progresión de Nzosa, la maravilla de la que todo el mundo habla. Pero la victoria en Valencia, importantísima, cuando las dudas nublaban el horizonte, puede ser un punto de partida, como ocurrió el año pasado, porque el equipo demostró ser capaz de fajarse en defensa y tener la madurez necesaria en ataque para desarbolar a un rival que venía de avasallar al Real Madrid en la capital.
Si miramos la clasificación y los resultados producidos (el Manresa gana en Málaga, el UCAM Murcia vence en Vitoria o el Betis se impone en casa al Valencia), se llega a la conclusión que la única teoría válida para llegar al destino deseado es ir partido a partido, crecer para aspirar a lograr las metas anheladas y confiar en una plantilla que, pese a las carencias, despierta ilusión por el futuro esperanzador que encarna la juventud que arrolla al presente. Ojalá podamos ver el equipo al completo para confirmar las posibilidades reales de este Unicaja.
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Mientras tanto, disfrutemos de lo que tenemos, de lo que se intuye a nada que la confianza se instale en Los Guindos. La imagen final de Valencia es la de un grupo unido que hace frente a las adversidades, llámese mala planificación, lesiones o jugadores desconcertados por la irregularidad. Y recuerden: Lo sublime no es ganar o perder, sino la belleza del logro.
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