Virginia Calvo: «Me encanta la generación Z y cuanto más frikis, mejor me caen»
Cofundadora y directora de operaciones de GiantX
Virginia Calvo es cofundadora y directora de estrategia de GiantX, el club de esports más laureado de España y uno de los más destacados a ... nivel mundial. También es CEO de Atlas Informática, la compañía malagueña pionera en la distribución de productos y periféricos para 'gaming' en España. Peleona, inquieta, empática, feminista y sensible a las injusticias: así es uno de los principales referentes femeninos de la Málaga tecnológica, que en esta entrevista baja revoluciones y habla de los veranos de su infancia, sus inicios frustrantes con los videojuegos, su secreto para compartir vida, trabajo y negocios con su pareja sin morir en el intento y sus planes para este verano.
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-Sólo un par de preguntas de trabajo. ¿Qué balance hace de la temporada en GiantX?
-Ha sido un año complejo porque no estamos teniendo los mejores resultados, a pesar de estar teniendo muy buen rendimiento en los entrenamientos. En la Superliga llegamos a la final y perdimos y en la LEC no llegamos a la final: al final quedamos quintos. El equipo femenino de Valorant sí que llegó a la final pero perdimos. Perder finales jode mucho. Nos falta ese puntito final y estamos trabajando en ello con los entrenadores y analizando formas de mejorar: una empresa nos está ayudando en todo lo que tiene que ver con el liderazgo y la toma de decisiones y estamos aplicando la IA para mejorar el rendimiento de los jugadores.
-¿Cómo es la vida de un 'gamer' profesional? ¿Les miman mucho?
-Seguramente no están tan mimados como un equipo de fútbol de primer nivel como el Barça o el Madrid. Lo que intentamos es hacerles la vida lo más fácil posible, dentro de unos parámetros normales, para que se puedan concentrar en su rendimiento. Tampoco somos sus mamás, porque ¡ellos no son bebés! Pero bueno, procuramos que descansen, que coman bien. Y les acompañamos también en procesos complicados, porque son gente muy joven y muchos de ellos tienen su primera novia. Gestionar las hormonas en principio no es el trabajo de un equipo de 'esports', pero a veces es lo que toca.
«Gestionar las hormonas en principio no es el trabajo de un equipo de 'esports', pero es lo que toca a veces»
-Ellos son pura Generación Z. ¿Ha aprendido a entenderles?
-Son otra generación y tienen otra forma de ver la vida, sencillamente porque les ha tocado vivir otra realidad. No por eso quiere decir que sean peores que nosotros. Siempre ha habido incompatibilidad entre generaciones. Nosotros con nuestros padres, nuestros padres con nuestros abuelos... Recuerdo a mi padre decir que no nos entendía. No comprendía, por ejemplo, que yo fuera a las manifestaciones de estudiantes; me decía: «¿Para qué tienes que ir tú a manifestarte? ¡Si lo que tienes que hacer es estudiar!». Así que no me parece bien que por el hecho de que nosotros no les entendamos a ellos, les hagamos la cruz y digamos que son unos vagos y unos maleantes. Porque no es verdad.
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-¿Los videojuegos son un puente para conectar con ellos?
-Yo defiendo siempre que los videojuegos nos pueden servir para acercarnos a nuestros jóvenes, para entender su forma de socializar y de ver el mundo, que es muy distinta al nuestro. A mí me parecen unos chavales estupendos, me lo paso muy bien con ellos y cuanto más frikis son, mejor me caen porque me parece que tienen muchísima personalidad.
-Y usted, ¿es jugona?
-No, yo lamentablemente no soy 'gamer'. Digo lamentablemente porque sé que es muy divertido jugar y porque ya soy muy mayor para jugar a videojuegos competitivos, donde creo que habría sido una crack si le hubiera podido dedicar tiempo. A mí la tecnología siempre se me dio bien, pero nunca fui jugona. La verdad es que mi primer encuentro con los videojuegos no fue muy agradable. A unos primos segundos míos les regalaron una videoconsola, no me acuerdo de cuál. Cuando iba a su casa ellos estaban siempre jugando. Yo solamente podía jugar si les mataban y como jugaban mucho, no les mataban nunca. Y las pocas veces que entraba, claro, me mataban a los dos segundos. Así que mi experiencia fue súper frustrante... Me cansé de verles jugar y dije: ahí os quedáis. Le hice la cruz a los videojuegos. Ahora lo que sí me gusta es ver jugar a mis hijas.
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«Mi abuelo cogía un tomate de la mata, lo abría con su navaja, le echaba una pizca de sal y me lo daba: no recuerdo un sabor igual»
-Usted no les regañará por jugar a videojuegos, si es lo que da de comer a la familia...
-Yo prefiero que jueguen a videojuegos a que estén en Instagram o en TikTok. Los videojuegos siguen estando denostados por desinformación, por miedo. Mi generación y las anteriores han crecido pensando que los videojuegos son malos, que son para frikis. Y nada más lejos de la realidad. El miedo impide ver lo maravillosos que pueden ser los videojuegos para conectar con nuestros hijos. Yo siempre animo a los padres, las madres, los profesores... a que se sienten con los chavales y les pregunten a qué les gusta jugar, por qué les gusta, cómo lo hacen, con quién hablan… Intentar entenderlo. O sea, tú no le puedes estar diciendo a un niño constantemente: «Deja de jugar, ¡a que te quito la consola!» Es como si a nosotros nos hubieran dicho: «¡Deja de escuchar música! ¿Qué haces escuchando Eros Ramazotti todo el día?»
-Videojuegos no manejaba, pero ¿alguna frikada confesable?
-Superman. Tenía todas las películas grabadas y me las ponía en bucle. Ahora voy a ir a ver la nueva al cine, claro. Además me gustan todas las películas de ciencia ficción que tengan que ver con viajes espaciales: 'Star Wars', 'La llegada', 'Interestellar', que es mi peli favorita. Y los vampiros me encantan también. Los zombies no, ¡me dan miedo!
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-¿Con qué personaje de videojuego se queda?
-Bueno, uno de los primeros personajes femeninos que conocí fue Lara Croft. Es verdad que era un referente muy sexualizado, como todos los personajes femeninos en muchos videojuegos hasta hace muy poco. Pero al menos era una tía empoderada, a pesar de ir semidesnuda por la vida. Ahora hay muchos más personajes femeninos: en League of Legends, en Valorant … Sigue habiendo personajes hipersexualizados en algunos juegos, pero en general la industria está tratando de mejorar e introducir diversidad para que todo el mundo se sienta incluido.
-¿Cómo va de igualdad el mundo de los esports?
-A nivel profesional estamos jodidos, porque estamos hablando de un 2-3% de mujeres en competición.
«Ahora está de moda hablar de meritocracia: eso está muy bien, pero si salimos del mismo punto de partida»
-GiantX sí tiene un equipo femenino.
-Sí lo tenemos, pero no debería hacer falta. Se han hecho estas competiciones específicas femeninas para fomentar, visibilizar, crear referentes. Lo ideal sería tener un equipo de League of Legends que pueda estar ocupado por mujeres y hombres indistintamente, pero la realidad no es así. La competición femenina necesita más tiempo porque hay menos mujeres jugando y menos carreras competitivas de larga duración de mujeres. Los motivos son diversos: por supuesto el acoso en redes a las jugadoras, pero también hay una cuestión de dedicación y tiempo. Las mujeres tenemos la vida un poco más difícil, arrastramos carguitas desde la infancia. Y esto hay gente que no lo entiende, pero la realidad es que no salimos del mismo punto de partida. El otro día leí que a este ritmo, quedan 130 años para que la mujer y el hombre consigan la paridad. A ver, claro que las mujeres estamos mucho mejor que hace 40 años; solo faltaría... Pero no estamos iguales. Ahora se utiliza mucho la palabra meritocracia. Meritocracia sí, claro, pero saliendo del mismo punto de partida. Y eso no solamente aplica entre mujeres y hombres: también hay mucha desigualdad social.
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-¿Qué es lo más rancio que se ha encontrado en el mundo empresarial?
-Voy a muchos eventos y siempre me han tratado con educación y respeto. Nunca me he encontrado un mal gesto ni ninguna proposición rara. Pero la condescendencia es muy desagradable: eso de que los hombres te expliquen cosas que tú ya sabes. Es algo que muchas veces les sale sin pensar, no son conscientes; de hecho me ha pasado con compañeros y se lo he tenido que decir: mira, esto que estás haciendo se llama 'mansplaining'. Pero bueno, tampoco me gusta quejarme demasiado, porque en seguida te ponen en la lista de histéricas feministas y no me gusta. Yo soy feminista, pero no soy histérica.
-Su marido (José Ramón Díaz, CEO de GiantX) es su socio y su jefe. ¿Cuál es el secreto para que no se hayan tirado los trastos a la cabeza?
-Yo no me atrevo a dar fórmulas mágicas, pero creo que la base es que los dos somos buenas personas, que nos conocemos muy bien y nos admiramos mutuamente. Por supuesto, no siempre es fácil y discutimos muchísimo. Más que la media de los matrimonios, supongo, porque es inevitable llevarte cosas de trabajo a casa. Pero ayuda mucho que compartimos los mismos valores y tenemos la misma forma de entender la justicia en todos los aspectos: social, en la empresa... En las decisiones importantes hemos estado muy de acuerdo siempre. Creo que también es una cuestión de establecer muy claramente los roles de cada uno. Y de todos modos, tengo que decir que es muy fácil trabajar con José. Yo le admiro muchísimo porque es una persona súper inteligente. Tiene muchísima visión e intuición. Yo también soy muy intuitiva con las personas y él lo es con el negocio. Así que hemos hecho buen tándem.
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-¿Qué recuerdos tiene de los veranos de su infancia?
-Yo vivía en Madrid y los veranos los pasaba en el pueblo de mi padre: Durón, que está en la Alcarria, en Guadalajara. Yo aprendí a montar en bici con tres años, tengo las rodillas y los codos llenos de cicatrices. Tengo recuerdos muy bonitos de las fiestas del pueblo, las vaquillas, las orquestas, las excursiones a merendar a lo alto de la montaña... Ibas sin reloj, sin móvil y aún así tus padres sabían que a las nueve ibas a llegar a la cena. Iba con mi abuelo a la huerta y él cogía un tomate, sacaba la navaja, lo abría, le echaba sal que guardaba en un bolsillo y me decía: «Toma, hermosa». Comerte el tomate caliente de la mata allí mismo… yo no recuerdo un sabor igual. Y el olor a la lluvia de verano, esas tormentas que caían en los campos de trigo y subía un olor...
-¿Este verano coge vacaciones? ¿A qué las va a dedicar?
-Las vacaciones son necesarias. A mí me gusta cogérmelas en agosto, mínimo tres semanas. Necesito descansar, desconectar. El año pasado hicimos un viaje largo, estuvimos dos semanas por Indonesia. Pero este año no salimos de España. Vamos a estar diez días en Zahara de los Atunes y después una semanita a Asturias. Básicamente, las vacaciones a mí me gustan para leer y para desconectar.
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«Soy muy fan de El Último de la Fila y de los cantautores: es el remanente de mi época de estudiante rebelde en Madrid»
-¿Qué libros va a meter en la maleta?
-Uno me lo ha regalado mi tía: 'La península de las casas olvidadas', de David Uclés. Habla de la guerra civil y la posguerra, pero con un toque de realismo mágico. El otro es 'Tan poca vida', de Hanya Yanagihara. En verano me gusta leer novela porque durante el año intento buscarme libros de aprendizaje, de cosas de trabajo. Por ejemplo, este año he estado leyendo mucho de IA.
-Usted es madrileña y vive en Málaga. Está cualificada para responder a la gran pregunta: ¿qué es peor, el calor húmedo o el seco?
-Yo creo que el húmedo. El calor seco es un poco más digno; no sudas tanto. El calor húmedo es pegajoso, el pelo se queda hecho un asco, el maquillaje se cae… para las mujeres es un drama.
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-¿Qué concierto no va a perderse este verano?
-Uy, de eso no voy mal. Me encanta la música. He estado en el de Sabina y el de Imagine Dragons. También hace poco fui a la ópera a ver La Traviata y fue increíble. Vimos a Juan Luis Guerra y ya después del verano iremos a a ver Coldplay en Londres y a Gorillaz en Madrid… Para el año que viene ya me he comprado las de El Último de la Fila. Yo soy muy fan de los cantautores y de El Último de la Fila; es el remanente que me queda de estudiante madrileña rebelde.
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