Primo de Rivera en calle Cañón. Archivo Javier Gancedo
A la sombra de la historia

La visita de Primo de Rivera a Málaga

Domingo, 27 de julio 2025, 00:28

Miguel Primo de Rivera, presidente del Directorio Militar y marqués de Estella, vino a Málaga en 1924 para visitar con Rafael Benjumea, ministro de Obras ... Públicas, las obras del puente de la Aurora y del Chorro. Nosotros trataremos en este artículo de la visita que realizó el año siguiente, de la que se cumplen ahora cien años. En esta ocasión, el general llegó a nuestra ciudad en hidroavión, procedente del norte de África, el 9 de abril de 1925, Jueves Santo. Todas las autoridades locales, civiles, militares y eclesiásticas esperaban en el puerto. Nos llama la atención la ausencia del obispo de Málaga, don Manuel González, cuando, como nos cuenta La Unión Mercantil, allí estaban el deán, el arcediano, el chantre de la Catedral y hasta el superior de los padres agustinos. Esa misma mañana, el señor obispo había presidido en el primer templo de la ciudad las ceremonias religiosas.

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Por fin, después de un ligero retraso, los cuatro hidroaviones amerizaron en las aguas del puerto de la capital, entre el estruendo de las sirenas de los barcos allí fondeados. Las autoridades fueron recogidas en unas lanchas y conducidas al muelle. Los más aplaudidos fueron el general Sanjurjo y el coronel jefe del Tercio de La Legión, un tal Francisco Franco. Primo de Rivera se subió al automóvil de Félix Sáenz, entonces hermano mayor de Mena, y se fue a almorzar a la casa de este, en el Limonar.

Al ágape asistieron las primeras autoridades de Málaga: el alcalde, José Gálvez Ginachero; el gobernador, Enrique Cano o el presidente de la Diputación, Juan Luis Peralta. Tras los preceptivos discursos, Primo de Rivera, alterando el programa previsto, manifestó su deseo de visitar la Catedral, donde fue recibido por el deán y el arcediano (tampoco estaba el obispo). A continuación, la comitiva se dirigió a Torremolinos, donde el presidente conoció las obras del futuro Campamento Benítez. Aún tuvieron tiempo, en esta apretada jornada, de examinar la construcción del hotel Príncipe de Asturias, en la que Félix Sáenz tenía una participación destacada. Primo de Rivera recibió las explicaciones del arquitecto del proyecto, Fernando Guerrero Strachan, y admiró las bellas vistas del futuro establecimiento.

En estas visitas no participó Franco. 'El bizarro coronel del Tercio', como le llama el periodista, se dio una vuelta por el centro de la ciudad, quizá para conseguir una mayor visibilidad y protagonismo. Estuvo en la sede del Real Automóvil Club de Málaga, en la Alameda, y luego paseó por las calles:

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La presencia del heroico militar atrajo las miradas de todos los transeúntes, que comentaban la actuación del joven coronel en la campaña de África.

Tras la cena, celebrada en el comedor del Hotel Regina, en Puerta del Mar, Primo de Rivera y Franco se incorporaron a la presidencia de la procesión del Cristo de Mena. Ahora sí apareció el obispo, como se recoge en la fotografía realizada para la ocasión.

Fachada de Villa Rosario, casa de Félix Sáenz Archivo Javier Gancedo

Al día siguiente, mañana del Viernes Santo, Primo de Rivera asistió con devoción a los oficios celebrados en la Catedral. Luego recorrió las calles del centro antes de almorzar de nuevo en la casa de Félix Sáenz, Villa Rosario, llamada así por su mujer, Rosario Munsuri. Por la tarde, el marqués de Estella visitó la iglesia de la Victoria y rezó ante la Patrona. Allí mismo, fue invitado por el hermano mayor del Sepulcro, José Álvarez Gómez, a presidir esa misma tarde la procesión, honor que aceptó. A continuación, se acercó para conocer las obras del Seminario, promovidas gracias al tesón del obispo don Manuel González, quien no estuvo presente.

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Primo de Rivera parecía estirar el tiempo en Málaga, porque se dio un paseo por la calle Larios (donde cuentan que fue ovacionado y vitoreado en varias ocasiones) y se detuvo en la sede del Círculo Mercantil para descansar de tanto ajetreo. Esa noche cenó en el Hotel Regina, en un banquete que había organizado el Ayuntamiento. Para celebrarlo, el consistorio tuvo que consultar a las autoridades eclesiásticas, pues se trataba de Viernes Santo, día de ayuno y abstinencia. Una vez conseguidas las oportunas licencias, tuvo lugar el banquete, al que asistió el coronel Franco. El menú –según anota fielmente el periodista de La Unión Mercantil– fue el siguiente: Sopa crema de verduras, langostinos a la Rigein (sic), filetes de lenguado fritos, espárragos, salsa holandesa, helado Elena y fruta. Observe el atento lector cómo se cumplió escrupulosamente el precepto de no tomar carne.

Como al terminar la cena la procesión del Sepulcro pasaba por la Alameda, Primo de Rivera y su séquito se incorporaron a la presidencia. Después del desfile, a la una de la madrugada, embarcó en el crucero Reina Victoria, surto en el puerto, para emprender viaje rumbo a Ría Martín, en el Rif. Habían sido dos jornadas inolvidables para el militar jerezano.

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La primera vez que la Legión desfiló en Málaga

Félix Sáenz, como vicepresidente de la Cruz Roja, realizó varias visitas a Melilla y al norte de África. En 1909, convivió con los militares en el curso de la Guerra de Marruecos, ejerciendo de benefactor y realizando varias obras de caridad con la ayuda de su esposa. Además, también fue un importante promotor en Melilla y extendió redes comerciales por toda la zona del Protectorado. De esta manera, entró en contacto con el joven coronel Francisco Franco, a quien invitó a participar en la Semana Santa de Málaga. Por otro lado, en 1924, Félix Sáenz fue nombrado hermano mayor de Mena. En su pueblo, San Román de Cameros, había vivido desde pequeño cómo bajaban de su retablo un Cristo Crucificado y lo colocaban durante la Semana Santa sobre un catafalco para ser venerado por los fieles. Este recuerdo infantil fue el que replicó en Málaga, en 1925, siendo el origen de la famosa guardia legionaria. Esa misma Semana Santa desfiló también por primera vez La Legión por las calles de Málaga, acompañando al Cristo de la Buena Muerte. Ahora se cumplen los cien años de estas dos geniales iniciativas de Félix Sáenz.

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