La Plaza de las Flores, antes de su remodelación
Verano 2020: A la sombra de la historia

De las Siete Revueltas a la plaza de las Flores: De cómo una calle equívoca se convirtió en una gran terraza

La gestación de este espacio urbano permitió abrir un vacío entre las calles Larios y Nueva

víctor heredia

Viernes, 31 de julio 2020, 00:08

Durante poco más de tres décadas existió en pleno corazón de Málaga un pequeño oasis donde poder tomarse un respiro de la agitada vida ... comercial del centro, un lugar en el que personas de todas las edades y condiciones podían sentarse gratuitamente y que se prestaba a los juegos infantiles, aunque no existiera ningún artefacto previsto para este uso. Nunca llegó a hacer honor a su nombre, ya que la Plaza de las Flores tenía algunas plantas y una discreta fuente, pero siempre estuvo escasa de adornos florales.

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La gestación de este espacio urbano permitió abrir un vacío entre las calles Larios y Nueva, transformando profundamente una de las últimas pervivencias del trazado medieval en el plano de la ciudad, la calle Siete Revueltas. Ésta era una vía muy estrecha y de recorrido sinuoso, con varios callejones sin salida, ubicada a la espalda de la Plaza Mayor. No hay que confundirla con otra de nombre similar pero mayor número de recodos, la calle Doce Revueltas, que se extendía entre las actuales Calderería y Muro de San Julián.

Las Siete Revueltas tenían entrada por la calle Especerías y después de varios giros se bifurcaban, dirigiéndose un tramo, con nuevos recodos, hacia la calle Toril (actual Nicasio Calle), mientras que el otro tomaba orientación sur con el nombre de San Juan de los Reyes, hasta confluir en lo que hoy es Liborio García.

Este auténtico laberinto constituía un excelente escondite y, de hecho, sirvió de tapadera para el mismísimo general Torrijos, que conspiró durante un tiempo desde una habitación oculta situada en la casa del impresor Luis de Carreras en la Plaza Mayor, pero a la que se accedía por una puerta posterior a través de uno de los callejones de Siete Revueltas. Francisco Bejarano nos ofrece en su 'Calles de Málaga' unos apuntes sobre algunos de los establecimientos que existieron en estas estrechuras. Especial importancia tuvo el Café del Sevillano o del Señor Bernardo. En la acreditada opinión de Paco Percheles fue el mejor de los cafés cantantes malagueños, el preferido por los señoritos y la sede principal del cante y baile flamencos en la ciudad hasta su cierre a finales del XIX.

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La calle Siete Revueltas en el plano de Carrión de Mula de 1791.

La apertura de la calle Larios, en 1891, provocó la desaparición de parte de las Siete Revueltas. En las esquinas de la vieja calle con la nueva gran vía malagueña se instalaron conocidos negocios como el Café Inglés, la librería de Enrique Rivas y, más recientemente, dos locales aún recordados por la calidad de sus mariscos y pescados: La Mar Chica y La Mar Serena. Pero cuando los transeúntes se internaban en el resto de la antigua calle el ambiente iba adquiriendo otro tono dominado por los burdeles y las tabernas de mala muerte.

Callejón del Gato

Por el lado de San Juan de los Reyes existía un callejón largo y oscuro, el del Gato, escenario trágico de numerosas reyertas, como la que protagonizaron dos 'guapos', El Cueto y El Rubio, que se mataron mutuamente en una pelea nocturna a principios del siglo XX.

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La transformación de esta trasera indeseable de la calle Larios se emprendió en los años cuarenta. El proyecto primitivo pretendía trasladar a la nueva plaza los puestos de flores existentes en otros puntos del centro. En 1948 se iniciaron las expropiaciones y las demoliciones se completaron en 1961, creando un amplio solar que sirvió de aparcamiento durante algún tiempo.

Al año siguiente se presentó un proyecto de urbanización redactado por Luis Blanco Soler, que la concibió «como un remanso en la parte más bulliciosa de la ciudad», con un edificio municipal de uso cultural. Este plan cayó en el olvido, aunque se le dio el nombre de este conocido arquitecto madrileño al tramo que ha pervivido de la calle Siete Revueltas.

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Finalmente se realizó una urbanización sencilla pero efectiva, con una fuente luminosa en el centro y jardineras rodeadas de bordillos que servían para sentarse. Su inauguración se llevó a cabo en el verano de 1971. En el año 2005 fue sometida a una remodelación en la que se cambió el pavimento y se plantaron naranjos. Desde entonces la Plaza de las Flores está ocupada en su mayor parte por terrazas de locales de restauración. Queda lejos aquel «mundo extraño, equívoco y en mucho malsano de Siete Revueltas».

Botijas halladas al hacer los derribos de la Plaza de las Flores.

De arqueología y fuentes

Las demoliciones de las viejas calles Siete Revueltas y San Juan de los Reyes depararon curiosas sorpresas a principios de los años sesenta. A poca profundidad aparecieron botijas peruleras –de las utilizadas en el comercio con América- dispuestas horizontalmente, formando una cámara de aire destinada a proteger las primitivas viviendas de la humedad del suelo. Este sistema de aislamiento, conocido como embotijado, se ha documentado en otros puntos de la ciudad. Otro hallazgo arqueológico se produjo en 2004, cuando fueron localizadas seis grandes tinajas, pero sin duda el más significativo fue el de una tenería medieval que quedó integrada, de forma ejemplar, en el local comercial de Andrés Olivares.

Una fuente ornamental procedente de los derribos fue instalada en el Museo de Bellas Artes de la calle San Agustín. La insulsa fuente central que se instaló en 1971 fue sustituida por otra de mayor aspiración monumental en la reforma de 2005. Está colocada junto a la pared de la iglesia de la Concepción e integra varios fragmentos de la portada del desaparecido Palacio Larios de la Alameda.

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