Un paseo por las historias del Cementerio Inglés
A la sombra de la historia ·
Víctor heredia
Lunes, 10 de agosto 2020, 01:14
El Cementerio Inglés, con su aire romántico y contenida melancolía, ha fascinado a muchos de sus visitantes, desde el danés Hans Christian Andersen a Juan ... Ramón Jiménez, y ha inspirado a multitud de escritores y poetas, como Clarín o María Victoria Atencia. Un recorrido por sus enterramientos nos muestra un espacio de tolerancia y convivencia que trasciende a la vida y se prolonga hacia la eternidad, con tumbas de personas de decenas de nacionalidades.
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Una vez traspasada la verja de entrada, flanqueada por dos leones vigilantes, dejamos a la derecha la 'gatehouse' diseñada por Diego Clavero en 1856. Una empinada cuesta nos conduce hasta el primer nivel y nos sitúa entre los monumentos funerarios de mayor interés artístico. Una gran columna representa el tesón y la firme voluntad del cónsul William Mark para conseguir la creación de este cementerio. Francisco Cabrera ha reconstruido la trayectoria de un espacio de enterramiento que se habilitó en la playa de La Caleta para pobres, ajusticiados y extranjeros no católicos.
Mark, escandalizado ante el lamentable espectáculo de cadáveres desenterrados por las olas y los perros, consiguió que el Ayuntamiento cediera un terreno en la ladera de Gibralfaro para establecer un cementerio para no católicos, que sería el primero de España después de ser aprobado por el rey Fernando VII en 1830. La primera inhumación, la del marino escocés George Stephens, ahogado en la bahía malagueña, se produjo en enero del año siguiente. Durante el verano de 1831 quedó concluida la tapia del recinto primitivo.
El segundo enterrado fue el militar irlandés Robert Boyd, quien murió fusilado junto con Torrijos y sus compañeros liberales el 11 de diciembre de 1831 en las playas de San Andrés. El cónsul Mark no pudo evitar su muerte pero sí consiguió recuperar su cuerpo para darle sepultura. En los años siguientes, mientras crecía lentamente el número de sus inquilinos, William Mark y su hijo del mismo nombre se dedicaron a embellecer el camposanto plantando árboles y construyendo un pequeño templo de inspiración clásica que sirvió primero como vivienda del guarda y desde 1891 como capilla anglicana dedicada a San Jorge.
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Junto a la capilla están las tumbas del militar inglés George Langworthy y su esposa, quienes habitaron el Castillo de Santa Clara de Torremolinos a principios del siglo XX y son pioneros del turismo en la Costa del Sol. A su lado vemos la de Annie Plews, de soltera Heaton, que falleció en el parto de su cuarto hijo. El ángel de tamaño natural de su sepultura es el símbolo del camposanto. En esta zona encontramos la sepultura del médico y político Joseph William Noble, cuyo fallecimiento en Málaga durante un brote de cólera dio lugar a la creación del hospital de su nombre, donado por sus hijas.
Interesantes tumbas
Algo más arriba hay más tumbas interesantes por las personalidades que albergan o los sucesos que recuerdan. Las de la hispanista Marjorie Grice-Hutchinson, el poeta Jorge Guillén (primer Premio Cervantes), la escritora italiana Irene Mochi, el economista Frank Henius (tan importante en las relaciones entre España y Estados Unidos), el escritor finlandés Viktor Haapakoski, la misionera inglesa Priscilla Studd o los marineros ahogados en el naufragio del buque alemán 'Gneisenau' en el año 1900.
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Hay varios testigos y protagonistas de la Guerra Civil: George Grice-Hutchinson, el 'Inglés del Cruce', padre de Marjorie, que tantos viajes dio con su yate entre Gibraltar y Málaga; los norteamericanos Edward Norton y Gamel Woolsey y el marido de ésta, Gerald Brenan. Estos tres últimos dejaron sus vivencias reflejadas en libros como 'Muerte en Málaga', 'El otro reino de la muerte' y 'Memoria personal', respectivamente.
Atraen nuestra atención las tumbas de conchas del primer recinto y, sobre todo, las de pequeño tamaño que nos reflejan la corta edad a la que murieron sus ocupantes. Precisamente uno de los enterramientos más conocidos de la necrópolis es la diminuta sepultura de Violette Pautard, fallecida con apenas un mes de vida, 'lo que viven las violetas' como dice su epitafio. Muy cerca hay otra tumba de un infante que apenas vivió tres semanas, Paul Anatole Vassilissin. Lo curioso es que este nombre aparece en otra lápida en la localidad inglesa de Barrington. Uno más de los misterios que el Cementerio Inglés propone al visitante curioso de este pedazo de tierra que guarda celosamente una parte esencial de nuestra historia.
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Ecos de la II Guerra Mundial
Las resonancias de la II Guerra Mundial abundan entre las tumbas de este camposanto. Hay cuatro sepulturas reglamentarias de caídos en el conflicto: el australiano John Patterson y los británicos Francis Calladine, Albert Ross y Wallace Stranack, los tres primeros aviadores y este último comandante de un barco torpedeado por los alemanes. También está Grace Bell, una de las primeras oficiales del Women's Royal Naval Service, condecorada con el título de comandante de la Orden del Imperio Británico. A pocos metros descansan desde 2012 los restos de Sydney Knowles, que formó parte del equipo de buceadores que luchó contra los italianos en el puerto de Gibraltar y más tarde limpió de minas los canales de Venecia. No podemos olvidar a la noruega Gudrun Collett, colaboradora de Max Manus en la resistencia contra los nazis, o a Desmond Bristow, espía de los servicios de inteligencia británicos que controlaba los movimientos en torno a Gibraltar y que participó en la operación 'Mincemeat' para despistar a los alemanes sobre los verdaderos planes de los aliados en Europa.
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