Mujeres malagueñas extraordinarias: la monja torera
No podía faltar nuestro tradicional capítulo monjil, como cada verano. Hoy le queremos contar la historia de la primera mujer torera, María de Gaucín, quien ... profesó en el Carmelo, siguiendo los pasos de Santa Teresa. Conocemos el caso de esta aguerrida religiosa gracias al testimonio de Jane Dieulafoy, una viajera francesa que recorrió España a finales del siglo XIX y que podemos incluir en el grupo de las viajeras románticas. Aclaremos, para un mayor entendimiento de esta sorprendente historia, que madame Dieulafoy solía vestirse de hombre, especialmente cuando viajaba por países árabes, y que esta adelantada feminista sentía especial admiración por otras mujeres de tronío como Isabel la Católica, María de Padilla o la monja alférez y siempre destacaba de los españoles su gusto por lo sanguinario y por lo exaltado.
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María de Gaucín, la monja torera, vivió en el siglo XVIII y tomó el hábito carmelita, pero dejó el convento para dedicarse al noble arte de la lidia. Se distinguió por su valor, hermosura y virtud. Ignoramos si toreaba con el santo hábito o con arreos más acordes a estas profanas diversiones. Después de algunos años toreando por toda España, regresó a la paz conventual. Las monjas la acogieron con gozo y regocijo, pues celebraban los ecos que hasta el convento habían llegado de su fama en las plazas. Y hasta aquí llega lo que conocemos sobre la monja torera.
El propio José María de Cossío recoge esta curiosa historia en su monumental enciclopedia sobre los toros aunque piensa que es «seguramente fabulosa». Lo cierto es que Gaucín es un pueblo con una importante tradición taurina y es la única localidad de la provincia de Málaga en la que se corren toros: se trata del famoso 'Toro de cuerda' de Gaucín, celebrado cada Domingo de Resurrección.
Sin embargo, este jarro de agua fría que supone la autorizada opinión de Cossío no ha arredrado a investigadores como Francis Prieto, quien especula que María de Gaucín pudo ser una niña huérfana acogida por los carmelitas descalzos. Precisamente, el convento de estos frailes está muy cerca de la plaza de toros de Gaucín, donde pudo realizar sus primeros pinitos la monja torera. Este autor nos regala estos originales versos: De Gaucín doña María/ virtud, valor y hermosura/ monja torera apodada/ por vivir en la clausura/ que antes de ponerse el hábito/ se fue a probar fortuna/ toreando en ilustres plazas/ con destreza y con fama/ ganando celebridad/ como torera, ninguna. Aún estamos a la espera de que algún avezado historiador arroje luz sobre este curioso personaje.
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Y de la monja de Gaucín pasamos a la primera mujer futbolista profesional en España, que también fue malagueña. Se llamaba Anita Carmona Ruiz y era conocida familiarmente como Nita. Había nacido en 1908 en el barrio de Capuchinos y era hija de un estibador del puerto. Cuando veía a los chicos de su barrio jugando al football –como entonces se conocía a este deporte– Nita se moría de envidia. Entonces existía una explanada cerca del cuartel de Artillería que hoy se conoce como Segalerva. Allí jugaban los alumnos de los salesianos, dirigidos por el padre Francisco Míguez, gran amante del fútbol. Organizaba partidos y creó el Sporting de Málaga. Él fue quien animó a Nita a participar, siguiendo las peticiones de su abuela Ana. Si faltaba algún jugador o alguien se lesionaba, el cura sacaba a jugar a Nita.
Acabó entrando en el equipo como ayudante del masajista y se encargaba de algo «tan femenino» como era lavar las equipaciones. Se cortó el pelo a lo garzón y utilizaba una boina deportiva, a la moda de la época. Incluso se vendaba el pecho para disimular su fisonomía femenina. Entonces algunos médicos aseguraban que el fútbol podía perjudicar la salud de las mujeres. Cuando participaba en los partidos del Sporting de Málaga, en la alineación figuraba una equis en su lugar. En alguna ocasión llegó a ser arrestada y llevada a la comisaría por alterar el orden público. Se ordenó que dos guardias urbanos se apostasen en el campo de fútbol de Segalerva por si Nita hacía acto de presencia.
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Tuvo que marcharse a Vélez. Gracias a la mediación de un primo suyo entró en el Vélez Fútbol Club con el nombre de Veleta, pues se cambiaba de mujer a hombre como una veleta. Entraba en los vestuarios disfrazada de limpiadora y salía vestida de futbolista. Cuentan que era «alta, fornida y dominadora del juego aéreo». Solo podía jugar fuera de su barrio, para no ser descubierta. Falleció muy joven, a los treinta y dos años, a causa del tifus. La enterraron con la camiseta del Sporting de Málaga. Al sepelio asistieron muchos de sus compañeros, quienes habían guardado el secreto y estaban orgullosos de tenerla en su equipo.
El descubrimiento de Anita Carmona
Debemos el descubrimiento de esta protojugadora de fútbol al periodista veleño Jesús Hurtado. Cuando repasaba los apodos de los futbolistas del Vélez Fútbol Club se encontró con el de Veleta. Le llamó la atención que los viejos del lugar contestaban a sus preguntas con silencios o evasivas, por lo que pensó que quizá se tratase de un homosexual o de un refugiado de guerra. Le acabaron confesando que el motivo de su mutismo era que habían sellado un pacto de caballeros. Entonces le contaron toda la historia. Le dijeron que cuando el público averiguaba que era una mujer, interrumpían el partido, la escupían y hasta le tiraban piedras. El padre Míguez fue fusilado en 1936 por los milicianos y ha sido beatificado en 2007. El relato de Anita Carmona aparece hoy como lectura en el libro de texto de lengua de la editorial Anaya para 1º de la ESO (doce años). Cuando la leíamos en clase, mis alumnos no daban crédito a la historia y les sorprendía que tuviera que vendarse el pecho o que los médicos consideraran que practicar fútbol fuera peligroso para las mujeres. Quiero dedicar este artículo a mi sobrina Jimena, jugadora de fútbol, un deporte cada día menos de hombres.
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