Narciso Díaz de Escovar. SUR
A la sombra de la historia

José Gutiérrez, el malagueño que tuvo 38 hijos

Sobre la veracidad de la sorprendente historia que les vamos a relatar el curioso lector no debe albergar duda alguna, pues el propio Narciso Díaz de Escovar, dechado de los historiadores malagueños, la recogió de labios de un anciano letrado

Martes, 15 de julio 2025, 00:09

Fecundador sin par, atleta del coito, ganador de mil batallas en campos de pluma y paladín de la natalidad malagueña. Este fue José Gutiérrez, natural ... de Colmenar, donde debió de nacer en las postrimerías del siglo XVIII. Trabajaba en Málaga como escribano público y estaba dotado de un carácter generoso y de ingenio chispeante. Sobre la veracidad de la sorprendente historia que les vamos a relatar el curioso lector no debe albergar duda alguna, pues el propio Narciso Díaz de Escovar, dechado de los historiadores malagueños, la recogió de labios de un anciano letrado.

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José Gutiérrez contrajo primeras nupcias con una chica de sin par hermosura y de asombrosa fecundidad, ya que le dio la friolera de veintidós vástagos en once partos, aunque sobre este último detalle no se ponen de acuerdo las fuentes consultadas, pues algunos aseguran que los alumbramientos fueron quince o dieciséis. Como quiera que nuestro protagonista enviudara de manera prematura, se casó por segunda vez, matrimonio que le proporcionó otros dieciséis hijos (y ya suman treinta y ocho). «El señor Gutiérrez estaba destinado a favorecer a la población malagueña con un contingente asombroso», exclamaba sorprendido Díaz de Escovar.

Añadamos, para mayor entendimiento de esta inaudita historia, que José Gutiérrez acogió en su hogar a la madre de su primera esposa, su cuñada y un cuñado idiota, «que no servía para trabajo de ninguna especie» y, del segundo matrimonio, a su otra suegra y a otra cuñada. Si las cuentas no están equivocadas, me salen cuarenta y tres bocas que alimentar. Para colmo de dichas, el cielo fue aún más generoso con este sin par escribano, pues ninguno de los treinta y ocho hijos falleció de manera prematura, hecho insólito en una época caracterizada por las altas tasas de mortalidad infantil.

Como llegase un momento en el que los panaderos y otros proveedores no daban abasto para alimentarlos y el peculio del funcionario público estaba exhausto, este decidió alquilar cuatro galeras (coches de caballos de una gran capacidad) donde es fama que metió a sus treinta y ocho hijos, dos suegras y tres cuñados destino a la capital de los reinos de España. El objetivo no era otro que pedir ayuda a la reina regente Maria Cristina, viuda de Fernando VII. Gracias a alguna alma tan caritativa como la suya consiguió audiencia con la reina, quien no daba crédito a la historia que estaba oyendo.

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María Cristina de Borbón, reina regente de España.

Posibles descendientes

Tuvo que asomarse a uno de los balcones del Palacio Real para comprobar con sus propios ojos cómo la familia de José Gutiérrez la saludaba, todos alegres y alborozados. Por gracia de la reina regente, José Gutiérrez pasó a ocupar desde entonces el puesto de escribano principal del Real Consulado de Málaga, que estaba vacante. Hoy debe de haber en Málaga, a buen seguro, descendientes de este padre ejemplar que llenó las calles malagueñas de niños.

Relatemos a los ávidos lectores otra historia, no menos sorprendente, recogida también por Díaz de Escovar. El 13 de febrero de 1676 se celebraba en la iglesia de los Santos Mártires solemnísima función religiosa. En un momento de la misa, Pedro y Sebastián Carranque acometieron con sus espadas a los hermanos Luis y Francisco Velásquez y Angulo. A la refriega se sumaron otros jóvenes aristócratas malagueños. La sangre salpicaba el pavimento del templo. Las devotas gritaban, apiñándose junto a la puerta.

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El párroco de los Mártires intentó acabar con la trifulca acercándose con el Santísimo Sacramento, pero los contendientes, cegados por la ira, golpearon al sacerdote y le hirieron en una mano. Desconocemos las causas de este histórico altercado. En Málaga, durante varias jornadas, no se habló de otra cosa. Al día siguiente, fue enterrado en esta iglesia don Luis Cristóbal Alderete. El sepelio tuvo lugar con las puertas del templo cerradas, para evitar que se reprodujeran los enfrentamientos.

La sentencia fue ejemplar. Se condenó a don Pedro y a don Sebastián Carranque a ser ahorcados. A su padre, a seis años de destierro. A don Felipe Pedrosa, don José Benítez y don Juan Terraz, a diez años de galeras. A don Pedro de la Mota y a don Alejandro Natera, a doscientos azotes y otros seis años de galeras. Y a don José de Alsa, a cinco años de cárcel.

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Nueve años más tarde, don Francisco Velásquez y Angulo todavía sufría prisión en la cárcel de Málaga, instalada entonces en la plaza de las Cuatro Calles. El 17 de julio de 1685 logró escapar escondido en un gran baúl y se acogió a sagrado precisamente en la iglesia de los Mártires. Los alguaciles rodearon el templo durante más de dos meses, hasta que el 7 de octubre Velásquez intentó fugarse y fue herido en una pierna. Falleció cuatro días después en la cárcel donde había pasado sus últimos años de vida.

'Málaga curiosa': una pechá de historias boqueronas

Historias como las que que acabamos de contar las han rescatado del olvido Salvador Valverde y Antonio Márquez en sus dos entregas de 'Málaga curiosa'. En sus libros nos hablan del elefante Pizarro, el primer paquidermo que vieron con sus propios ojos los malagueños, o de Jules Buislay, el primero en surcar en globo los cielos de nuestra ciudad allá por el año 1856. Cuentan que cuando su aparato aterrizó elegantemente en las huertas del Arroyo de los Ángeles, unas trescientas personas se acercaron a ver qué era aquel extraño artilugio y empezaron a rajar el globo con sus navajas, sin que el piloto francés pudiera hacer nada para evitarlo. Otras historias que nos descubren estos rastreadores de los archivos son la de espectacular nevada que cayó sobre Málaga el 2 de febrero de 1860; el asesinato del conde de Donadío, gobernador de Málaga, en julio de 1836, mientras bajaba la escalera principal del convento de la Merced; la Virgen de Servitas saliendo un Domingo de Ramos de 1856 ¡acompañada por tres bandas de música!; o los primeros partidos de fútbol que hubo en Málaga, que se disputaron dentro de la plaza de toros de La Malagueta.

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