El increíble proyecto de demolición de la Alcazaba de Málaga
La Alcazaba de Málaga fue construida para ser residencia del gobernador de la ciudad y, al mismo tiempo, para fortaleza defensiva. Las crónicas musulmanas afirmaban ... que el rey Badis la levantó en el siglo XI, entre 1057 y 1063 aunque, en realidad, los análisis arqueológicos han demostrado que la fortaleza ya existía a mediados del siglo X, en plena época califal. Según Torres Balbás, es la fortaleza musulmana más importante de las conservadas en la península.
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Hasta el siglo XVII el estado de la Alcazaba debía de ser bueno. Allí se alojó el rey Felipe IV en su viaje a Málaga en 1624. En cambio, la siguiente centuria supone para este monumento el inicio de su decadencia. Los viajeros y extranjeros nos hablaron de su ruina y abandono progresivos. Francis Carter afirmaba, en 1777, que los tejados y las partes superiores de las murallas se habían desmoronado. En 1786, según informaba Medina Conde, la situación de la Alcazaba era lamentable: «¡Qué derrotado está! ¡Qué multitud de castillos cayéndose! ¡Qué destrozo de murallas! ¡Qué lástima que no se haya conservado una memoria que haría honor a la arquitectura morisca!». La capilla de San Gabriel estaba ya arruinada y se celebraba misa en el oratorio del palacio del alcaide. La famosa puerta de la Cava había sido demolida.
Durante todo este tiempo la fortaleza estuvo gobernada por alcaides que gozaban de un sueldo fijo, con el que estaban obligados a mantener dos tenientes y una guarnición de varios soldados y porteros, quienes se encargaban de tocar los cuartos de vela con la campana. Como señala Javier Ordóñez –autor del mejor estudio publicado sobre la Alcazaba malagueña– el último alcaide del que tenemos constancia documental se llamaba José María de Argumosa, allá por el año 1820.
En 1798 se había proyectado la construcción de un cuartel en la ladera que mira al mar, donde hoy disfrutamos de los jardines de Puerta Oscura. Se trataba de un edificio neoclásico que sería capaz de albergar a unos dos mil militares. Pero, a medida que el ejército iba abandonando el edificio, este empezó a ser ocupado por la población civil, perdiendo su función defensiva y transformándose en un barrio más de Málaga. Según el padrón de 1820, vivían en la Alcazaba un total de 431 personas en 113 casas. Ese año aún se conservaban algunas paredes en pie y las habitaciones de los palacios nazaríes.
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Hasta mediados del siglo XIX no perderá su jurisdicción militar, pasando a ser propiedad municipal. Se paralizó entonces cualquier obra de mantenimiento. Se empezaron a construir casas de un nivel socioeconómico bajo, cuando no marginal, degradándose las antiguas estructuras defensivas. Este proceso de deterioro fue visto con preocupación por parte del ayuntamiento y de la burguesía, de ahí los proyectos de demolición y de reurbanización urbanística, como el que le vamos a contar.
En diciembre de 1874, Juan Nepomuceno Ávila publicó en El avisador malagueño un 'Proyecto para desmontar todo el cerro de la Alcazaba y construcción de nuevas vías'. Esta idea fue retomada, en 1891, por el arquitecto Manuel Rivera Valentín y cartografiada por Emilio de la Cerda. El proyecto contó con el apoyo de Cánovas del Castillo, quien tanto empeño puso en la construcción de nuestro Parque. La razón de este estudio era poner fin a la progresiva decadencia y a la falta de salubridad e higiene de la antigua instalación militar.
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El proyecto consistía en cercenar el cerro de la Alcazaba y, sobre este amplio solar, levantar un barrio burgués, organizado en manzanas cortadas en ángulo recto. La calle principal partiría del final de la calle Granada y llegaría hasta el nuevo Parque. Tendría 368 metros de largo y otros 20 de ancho. Los materiales procedentes de la demolición se utilizarían para las obras de relleno del puerto que se estaban acometiendo. Los promotores defendían que la ciudad de Málaga no podía perder esta oportunidad única. Sin embargo, este curioso proyecto nunca llegaría a realizarse y la Alcazaba se salvó.
Este plan estaba en línea con la construcción de la calle Larios (que precisamente se inauguró en 1891) y la apertura al puerto de la calle Molina Lario. Incluso se proyectó prolongar esta vía hasta la plaza de Capuchinos. Sobre los solares de los conventos desamortizados nacieron otras calles del centro. Hasta se pensó demoler, en 1890, la iglesia del Sagrario.
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Hasta 1933 no comenzaron las obras de consolidación y restauración de la Alcazaba, encargadas a Torres Balbás. En esta labor tuvieron también un papel destacado Juan Temboury y José González Edo, que consiguieron la expropiación de las viviendas que había que eliminar y volvieron a levantar las murallas y torres derruidas. Se trajeron operarios especializados procedentes de la Alhambra, especialmente para la reconstrucción de los Cuartos de Granada.
Los primeros turistas de la Alcazaba
Contaba Torres Balbás que el intrépido turista que se atrevía a visitar a finales del XIX o principios del XX la Alcazaba malagueña no veía más resto monumental o artístico que alguna puerta en recodo o torre ruinosa. Si el viajero ponía más empeño en reconocer algún otro vestigio artístico, un chavea le conducía al final de un estrecho callejón, donde vivía una viejecita en una casa edificada dentro de una torre. En los Cuartos de Granada aún se conservaba una armadura mudéjar que cubría el techo de una amplia estancia, conocida popularmente como 'la Mezquita'. No hay más que revisar las fotos conservadas en el archivo Temboury para comprobar la pobreza y el lamentable estado de abandono de la Alcazaba. Copiemos dos testimonios de sus restauradores: La mayoría de las viviendas existentes son verdaderas chozas, edificadas a capricho, con ladrillos cogidos del suelo o desprendidos de los muros, donde viven gentes prodigiosamente amontonadas, unas sobre otras, en reducidísimo espacio. La Alcazaba se hace guarida miserable de maleantes, rameras y gentes del más bajo vivir, que fueron amontonando durante siglo y medio, año tras año, capas de inmundicia sobre la montaña.
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