Vista de La Rosaleda la jornada de su partido inaugural. Archivo CTI-UMA
A la sombra de la historia

El día que se inauguró La Rosaleda

Sábado, 30 de agosto 2025, 00:11

Hasta 1941, el Club Deportivo Malacitano –antecedente del Málaga Club de Fútbol– jugaba sus partidos en los Baños del Carmen. Sin embargo, aquel campo no ... reunía, ni de lejos, las condiciones necesarias para un equipo que militaba en primera división. El 7 de mayo de 1935 se constituyó una comisión encargada de gestionar la construcción de un nuevo estadio deportivo para Málaga. La presidía José Atencia Molina. Se buscaron los terrenos necesarios y se encontraron al final del parque de Martiricos, en un lugar conocido como 'la rosaleda'.

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El Ayuntamiento dio todo tipo de facilidades para la adquisición de los 11.600 metros cuadrados en los que se pensaba construir el estadio. Solo con la venta de carnés se recaudaron setenta y cinco mil pesetas. En agosto de 1935 se presentó un proyecto firmado por los arquitectos Fernando Guerrero-Strachan Rosado y Enrique Atencia. Se trataba de un campo con capacidad para veinte mil espectadores, seis mil de ellos sentados. En un principio se pensó darle una forma rectangular que posteriormente se modificó a ovalada, por considerarla más bella. El terreno de juego contaba con unas dimensiones de 105 por 68 metros y estaba rodeado de una pista de cinco metros de ancho, destinada a la práctica del atletismo. Las obras empezaron en mayo de 1935 cuando el alcalde, Eugenio Entrambasaguas, colocó la primera piedra.

La Rosaleda hubo de estrenarse precipitadamente el 13 de abril de 1941, debido a que un temporal de levante se había llevado una valla del campo de los Baños del Carmen. Las olas inundaron y destrozaron más de la mitad del terreno de juego. No había tiempo de arreglar el campo para el siguiente partido. El C.D. Malacitano se enfrentó a la A. D. Ferroviaria en un encuentro de la Copa de Su Excelencia el Generalísimo a las cuatro y media de la tarde. Las entradas costaban cuatro pesetas y media y los señores socios protectores pagaron una cuota extraordinaria pro estadio de dos pesetas más.

Pero La Rosaleda aún no estaba terminada. Quedaban por levantar las gradas de preferencia, las casetas de los jugadores, las duchas y la enfermería. El terreno de juego hubo que delimitarlo con una cuerda, para separar al público de los jugadores. Cuentan las crónicas que el primer jugador que pisó el campo fue Navés, el portero del Málaga. El primer gol lo marcó otro futbolista del equipo local: Manolo Fuentes, 'el pistola'. Este primer encuentro celebrado en La Rosaleda acabó con una goleada de seis tantos a cero del Malacitano. Lo arbitró el colegiado murciano Perelló, auxiliado por dos jueces de línea, los hermanos Ricardo y Francisco de la Torre (no el político, sino un deportista homónimo).

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Tras el encuentro, el sentir de los aficionados era que no se podía volver a «la cajilla de mistos» de los Baños del Carmen. El periodista señalaba: «Hay que terminar el estadio de La Rosaleda. Ha de ser empeño malagueñista el que se pueda inaugurar oficialmente lo más rápidamente posible». También alababa la ayuda que había prestado el Ayuntamiento, gracias al tesón del alcalde Pedro Luis Alonso, algo que no hicieron otras corporaciones y organismos malagueños.

Espectadores en el partido inaugural. Bendición del campo por parte del capellán de San Felipe Neri, Luis Vera. Lourdes Alonso realiza el saque de honor. Archivo CTI-UMA

Sin embargo, La Rosaleda no se inauguró oficialmente hasta el 14 de septiembre de 1941. El partido inaugural enfrentó al Club Deportivo Málaga –que estrenaba esta nueva denominación– con el Sevilla Club de Fútbol. Las obras del nuevo campo habían costado más de seiscientas mil pesetas y contaba con una capacidad para ocho mil espectadores, dos mil de ellos sentados en las siete filas de las gradas de tribuna. En la parte superior destacaban treinta y seis palcos con seis localidades cada uno. Había una gran expectación, tanto por la rivalidad sevillana como por comprobar cómo había quedado el nuevo estadio. Las entradas costaban seis pesetas las de general y ocho las de preferencia. Se agotaron rápidamente.

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Aquella histórica tarde comenzó con la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en la enfermería. A continuación, el capellán del club y párroco de San Felipe Neri, el padre Luis Vera, bendijo el terreno de juego y otras dependencias del estadio. En la enfermería se hizo entrega protocolaria del campo por el presidente del comité pro estadio, Modesto Escobar, al presidente del Málaga, Luis Ramírez.

El saque de honor lo realizó «La monísima hija del alcalde, Lourdes Alonso». La banda municipal interpretó el himno nacional y empezó el partido. Digamos, para alegría de la afición malaguista, que, aunque el primer tanto lo marcó el jugador sevillista Torrontegui, el partido lo ganó el Málaga por tres a dos. Lo arbitró Manuel Ocaña. Al periodista que escribió aquella crónica histórica el estadio le pareció bellísimo, rodeado de los Montes de Málaga, a pesar de que el terreno de juego presentaba algunos baches que provocaban fallos en los jugadores.

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Equipo del Málaga. Archivo CTI-UMA

Los regalos de aquella histórica jornada

Los jugadores del Sevilla vistieron camiseta y pantalón blancos, mientras que los del Málaga camiseta a rayas celestes y blancas y pantalón negro. Al inicio del encuentro los futbolistas se intercambiaron ramos de flores y banderines. Además, se obsequió a los jugadores del equipo visitante con una petaca con las iniciales del C.D. Málaga y la fecha de la inauguración de La Rosaleda. Después del encuentro, todos los deportistas fueron invitados a un refrigerio. Al día siguiente, a petición de Modesto Escobar, los jugadores del Málaga acudieron al cementerio de San Miguel para depositar los ramos de flores que habían intercambiado el día anterior sobre las tumbas de Fernando Guerrero-Strachan (que había fallecido el primero de julio anterior, víctima de una epidemia de tifus, con tan solo treinta y cuatro años) y de Manuel Cabo (entusiasta aficionado y gran animador de la obra del estadio), en un emotivo acto.

A continuación, el alcalde Pedro Luis Alonso los recibió en su despacho. Tras felicitarlos por el triunfo, les obsequió con una preciosa medalla de la Virgen de la Victoria, “regalo que les hacía su esposa”, Trinidad Oliva Marra-López. Luego, les agasajó con una copa de vino.

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