Las edades comerciales de la Calle Larios
Víctor Heredia
Sábado, 17 de agosto 2024
La calle Larios fue inaugurada el 27 de agosto de 1891. Nació como expresión del poder de la Casa Larios y con vocación de ser ... la principal vía de la ciudad. También representó un paso hacia la modernidad, una pequeña gran vía que fue anterior a muchas otras grandes vías que se abrieron en otras ciudades españolas. Convertida desde el principio en salón de Málaga y punto de encuentro de sus habitantes, la evolución de su actividad comercial es un reflejo de la trayectoria de la propia ciudad.
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Queda pendiente la elaboración de un inventario de los cientos de establecimientos comerciales que han existido en los edificios que diseñó Eduardo Strachan, ardua tarea que excede los límites de este artículo, que solo pretende aportar unos apuntes para distinguir las etapas de la calle a través de las tiendas que se han ubicado en ella a lo largo de algo más de 130 años.
Cuenta Francisco Bejarano que al principio los comerciantes desconfiaban a la hora de abrir negocios en la calle, lo que obligó a la familia Larios a patrocinar la instalación de instituciones y sociedades como el Círculo Mercantil, el Liceo, la Junta de Obras del Puerto y la Cámara de Comercio, además de varios negocios de personas vinculadas a los promotores.
Pero esas reticencias iniciales fueron pronto superadas y a principios del siglo XX los bajos eran una sucesión de comercios en los que se encontraba prácticamente de todo, siempre con un punto de distinción en la oferta. Los muebles de José Cabezas, la ferretería de Pedro Temboury, los productos coloniales y chocolates de La Riojana, la peluquería de Porras (que tenía sala de baños), la confitería de Páez, la farmacia de Pérez de Guzmán, la joyería de Enrique Rosado, las molduras y los espejos de Morganti, los tejidos de Conde y Prados, la droguería de José Gálvez, la zapatería del sevillano Chico Ganga, la sombrerería masculina de Ruiz o la femenina de Ana María Florido. Estos negocios, junto con las exposiciones de las fábricas de mosaicos de Hidalgo Espíldora y de estuches de Federico Vilches, marcaron la primera etapa de la vida comercial de la calle Larios.
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Las décadas de 1920 y 1930 fueron la época dorada de los cafés y las sociedades recreativas. El Círculo Mercantil mantenía sus lujosos salones en el número 5, en el 9 estaba el Real Club Automovilista y en 12 el Círculo de la Unión Patriótica. A lo largo de la calle podíamos entrar en los siguientes cafés: el Imperial, el elegante Inglés (dotado de restaurante y con un reservado para señoras), el Peninsular, el Pay-Pay, el Comercial, el Español, el Málaga, La Cosmopolita, el Bar Plata, los ultramarinos y cafetería de La Palma Real y la Cervecería El Mediterráneo.
Las reformas de la calle Larios
El proyecto para abrir una calle que uniera en línea recta la Plaza con el puerto ya aparece en el anteproyecto de ensanche de Moreno Monroy de 1861, aunque su alineación definitiva fue propuesta por Sancha en 1878 y diseñada por Rucoba. La Casa Larios llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento para ejecutar las obras, que se realizaron entre 1887 y 1891, levantándose los edificios según planos de Eduardo Strachan. El equipamiento de la nueva vía fue muy cuidado, con farolas de gas y un pavimento de madera que le otorgaba un sello muy particular. Los adoquines de madera se perdieron en la riada de 1907. En julio de 1936, en el inicio de la Guerra Civil, fueron incendiados varios de los inmuebles, que se reconstruyeron entre 1939 y 1940. En 1947 las farolas fueron sustituidas por focos anclados en las fachadas. Se renovaron las aceras en 1959, al mismo tiempo que aparecieron los primeros semáforos. La última gran transformación tuvo lugar en el año 2002, cuando se inauguró una calle Larios renovada y peatonalizada que recuperó sus farolas.
En un periódico madrileño se escribía en 1928: «La calle de Larios es la arteria principal de Málaga, su centro vital, el cauce por donde discurre toda la vida malagueña». Para entonces había nuevos negocios: la camisería de Damián Moragues, la librería de Enrique Rivas, el estanco de Raimunda Cavagliani, las loterías de Ana Rodríguez, la óptica de Antonio Entrambasaguas, los instrumentos musicales de López y Griffo, los automóviles de Cristóbal Benítez, los muebles de Prados Hermanos, los artículos de lujo de Alejandro Romero, la joyería La Perla y los almacenes de tejidos de Gómez Hermanos, en una lista siempre incompleta.
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En los años de la postguerra aparecieron nuevos establecimientos: la oficina de Turismo, los tejidos Masó, la cervecería La Mar Chica, la heladería Casa Mira, los ultramarinos Cosmópolis, la confitería La Chavalita, la tienda de aparatos de radio y electricidad de Rodolfo Prados, el Bazar del Fumador, la joyería Marcos, la tienda de moda Ceisa, las zapaterías Segarra, Parriego y Nicolás, el Bar Ricardo, los artículos de viaje de Martín Sáenz o la papelería Imperio.
Con los años sesenta se abrió una nueva etapa. Varios edificios se transformaron parcialmente en galerías comerciales, como ocurrió con el local del Círculo Mercantil en el nº. 3 y la primera planta del nº. 4. Mientras, el nº. 10 fue ocupado íntegramente por los Almacenes Gómez Raggio. Por otra parte, las entidades bancarias consolidaron su presencia. Hasta nueve sucursales se contaban hacia 1990. De la época de las cafeterías solo quedaba una, y era nueva, Lepanto. Por entonces ya había varios comercios de ropa pertenecientes a franquicias, que se han convertido en las grandes protagonistas de la calle Larios desde entonces.
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Han ido cerrando los negocios y en la actualidad, rodeadas de tiendas de marcas presentes en cualquier ciudad, apenas perviven la farmacia Mata, la joyería Marcos, Casa Mira y el incombustible quiosco de Arturo.
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