Calle Nueva en los años sesenta. Archivo Municipal de Málaga

Adiós al último camerano de la calle Nueva

Jueves, 17 de julio 2025, 00:26

Acabamos de recibir con pesar la noticia del cierre de Zaldihogar, el último comercio regentado por cameranos que quedaba en la calle Nueva. Según nuestras ... cuentas, se trata del quinto comercio más longevo de nuestra ciudad, tras las cererías Ojeda y Zalo (fundadas hacia 1720), la farmacia Bustamante (desde 1739), la farmacia Puerta del Mar (de principios del siglo XIX) y la antigua Casa de Guardia (1840).

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Como señala Ricardo Ron Giménez, la historia de este emblemático establecimiento se inicia hacia 1842, cuando Ildefonso y Simeón Jiménez Martínez se establecieron en Málaga (con doce y catorce años, respectivamente), probablemente de aprendices, en el taller de su pariente Luciano Martínez. A ellos se sumó más tarde otro hermano, Pantaleón. Los tres hermanos Jiménez Martínez procedían de la localidad riojana de Nestares y eran familia de Víctor Jiménez Jimenez, padre de Juan Ramón Jiménez, quien acabaría también emigrando a tierras andaluzas.

Tras un período de aprendizaje comercial, Simeón y Pantaleón –Ildefonso falleció joven– se establecieron en 1857 por su cuenta en el número 47 de la calle Nueva, donde abrieron al público un establecimiento de tejidos. Más tarde, con el dinero obtenido por su madre con la venta de unas tierras en Nestares, compraron el edificio de la calle Nueva y levantaron otro de nueva planta, que es el que actualmente podemos admirar. En el local ya estaba establecida la afamada Camisería Española, negocio que los hermanos Simeón y Pantaleón habían comprado por setenta y cinco mil pesetas.

La calle Nueva era entonces la vía comercial más importante de Málaga, pues aún no se había abierto la calle Larios. Los comercios estaban muy cotizados en esta calle, por lo que muchas tiendas tenían tan solo unos tres metros de fachada y algunos metros más de profundidad. A mediados del siglo XIX había en la calle Nueva unos setenta locales comerciales (hoy se reducen a unos treinta y ocho), de los que muy pocos conservan su forma original: corresponden a los números 8 y 21. Víctor Heredia llama a estos locales de «sala y alcoba», pues en la planta baja se ubicaba el comercio, en la primera planta la vivienda de los dueños y en la segunda, el almacén. Llaman la atención al carecer de portal: el acceso a la vivienda se realizaba a través de la propia tienda. Un paseante atento puede descubrir otros parecidos en calles cercanas, como la de San Juan.

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Clemente Solo de Zaldívar, actual propietario de Zaldihogar, tuvo la amabilidad de atenderme cuando escribí mi libro sobre los comercios tradicionales malagueños y me explicó cómo vivían los dependientes en la época de sus tatarabuelos. Los empleados dormían en la trastienda o –incluso– en unos colchones que sacaban con ruedas debajo de los mostradores. Comían en la primera planta. Después del almuerzo se les daba café para que fueran diligentes en su trabajo y, tras la cena, vino, para que no salieran y se durmiesen pronto. Muchos de ellos entraban a trabajar de pequeños y no cobraban nada: al contrario, debían estar agradecidos porque aprendían un oficio y tenían casa y comida gratis. Algunos, los más espabilados, tras diez o quince años de aprendizaje, se establecían por su cuenta. Otros, permanecían en el comercio toda su vida, como un miembro más de la familia.

Camisería española en 1913. Archivo Díaz Escovar

Forma de andar

Según reflejan los padrones de la calle Nueva de mediados del siglo XIX, más de la mitad de los comercios pertenecían a cameranos o a hijos de cameranos. Muchos eran reconocidos por la calle por su peculiar forma de andar, con los pies en ángulo recto, como si fueran 'limpiando la calle', costumbre que mantenían por las muchas horas que pasaban detrás de las tablas del mostrador.

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Los antepasados de Clemente eran los propietarios de la Camisería Española, que tuvo entre sus clientes a Emilio Prados. En los años veinte del siglo pasado vendieron por primera vez «trajes interiores higiénicos», que así se denominaba entonces a la ropa interior. En una foto de 1913, que publicamos en esta página, podemos ver cómo era el comercio en aquellos tiempos, con los clientes sentados mientras se les atendía: entonces se compraba con tranquilidad y se adquirían las prendas con la intención de que durasen por mucho tiempo.

Zaldihogar seguía manteniéndose como un negocio tradicional, de los de mostrador, en los que el dependiente asesora al comprador sobre el producto que este necesita. Su número de teléfono seguía siendo el mismo desde los años veinte, el 2669, al que lógicamente se le añadían los números 952 21, que se fueron anteponiendo con el correr de los tiempos. Doy fe de que el género que allí se vendía era de primera calidad, como lo demuestra la manta que compré no hace mucho y con la que combato los (ya escasos) fríos en mi casa de campo.

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¿Quiénes son los cameranos?

Los cameranos (o castellanos, como eran conocidos entonces entre los malagueños) procedían de una región situada al sur de la provincia de Logroño. Llegaron a Málaga durante más de un siglo a lo largo de tres oleadas: una primera, a finales del siglo XVIII, cuando las primeras medidas de Carlos III comienzan a favorecer a la agricultura en detrimento de la ganadería, de la que habían vivido estos riojanos desde tiempo inmemorial. A esta primera fase de llegada corresponden cameranos ilustres como los Larios, Heredia y Álvarez Fonseca. Una segunda etapa la podemos situar en la década de los años cuarenta del siglo XIX, tras la desaparición de la Mesta, ciclo en el que podemos situar a nuestros protagonistas, los hermanos Ildefonso, Simeón y Pantaleón Jiménez Martínez. Finalmente, la última oleada ocupa el tercer tercio del siglo XIX y a ella pertenecen nombres tan señeros como Félix Sáenz o el farmacéutico Bonifacio Gómez, que tan buen recuerdo dejaron entre los malagueños. Prácticamente todos los cameranos se dedicaron al comercio y a la industria y, gracias a su tesón y esfuerzo, Málaga se convirtió en una de las ciudades más desarrolladas de España. Ellos fueron los verdaderos artífices de su prosperidad.

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