Miriam Rifai, en el helipuerto de la Comisaría Provincial de Málaga. Marilú Báez

Miriam Rifai: «En casa mando yo, aunque ahí ya no soy policía; las madres somos árbitros»

Se ha convertido en la primera mujer de la plantilla de la Policía Nacional en Málaga que aprueba las oposiciones a comisaria

Juan Cano

Málaga

Martes, 19 de agosto 2025, 00:11

Se planteó trabajar como visitadora médica mientras estudiaba Biología, pero no tardó en darse cuenta de que la bata no era lo suyo. Una compañera ... le contó que su primo estaba en la academia de Ávila porque quería entrar en la Científica, una disciplina policial que en aquel momento aún estaba en pañales, y a Miriam Rifai Corpas (Tánger, 1966) se le iluminó su futuro como un camino de baldosas amarillas. Terminó la carrera y usó esa puerta para entrar en la escala de mando (ejecutiva), aunque también superó la oposición a la básica, donde probó el veneno de la calle y se alejó de los laboratorios. No le importó pasar dos veces por la academia porque, dice, le gusta aprender y la disciplina. Ahora tendrá que volver porque, después de tres décadas de servicio, ha aprobado las oposiciones a comisaria, lo que la convierte en la primera agente de la plantilla malagueña en llegar a ese escalafón.

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–¿Comisario o comisaria?

–Comisaria, aunque realmente me da igual. Yo tengo un carné profesional que acredita una categoría, nada más.

–¿Qué es para usted la policía?

–Ha sido mi vida. Me ha salvado de mucho y me ha ayudado a sobrellevar temas personales como enfermedades de mis padres, su pérdida… Coincidió con la etapa en que fui jefa del Grupo de Homicidios, que se convirtió en mi familia. Dentro de lo dura que era la situación que tenía fuera, fue la mejor época profesional de mi vida. Estuve 10 años. En momentos difíciles, la policía fue mi soporte.

–Usted venía precisamente de UFAM, de tratar asuntos de familia, con mujeres, niños...

–Antes sólo había estado en Udyco, donde no tratas directamente con los afectados. En UFAM aprendí la relación con las víctimas y me gustó ver que salían por la puerta mejor de lo que entraban.

–¿Cómo fue enfrentarse a un cadáver? Nadie está preparado...

–Cuando el comisario me propuso Homicidios, le dije: 'Jefe, tengo un problema, no he visto un muerto en mi vida'. Al siguiente me mandó a mí. Al llegar a la escena te mentalizas. Primero ves un pie, la pernera... Cuando volví a comisaría, todo el grupo estaba esperando a ver la cara que traía. Digamos que superé la prueba. Me ofrecieron ser jefa de Homicidios o UFAM. Elegí Homicidios y en la primera semana tuve tres. Dejé el grupo con el 99% de casos resueltos.

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–El 1% será esa espina clavada que todo policía tiene...

–Sí, el bebé de la playa de Huelin. Tuvimos una hipótesis, una teoría, pero no la pudimos demostrar.

–¿Qué caso le ha impresionado más en su vida profesional?

–Fue en UFAM. Un crío de siete años que estaba en la escuela y con el sudor se le cayó el maquillaje y le vieron marcas en el rostro. Me entrevisté con el director y me traje al niño a comisaría. Fui sonsacándole y me contó que su padre le pegaba con el cinturón. Al niño lo ingresaron en un centro y recuerdo que pensé: pobre crío, el camino en el que entra. Me dejó una sensación agria, de no estar bien resuelto. Debía haber ido a un hogar, no a un centro, pero en aquel momento no teníamos recursos.

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–Me ha recordado la frase de Nietzsche, 'cuando uno mira largo tiempo al abismo, el abismo también mira dentro de ti'. ¿Cómo se protege de ello?

–Es un automatismo, lo haces de forma inconsciente. Tengo una especie de coraza y cuando llego a casa sale el rol de madre, de esposa. Creo que soy una buena madre, pero mi parte profesional tiene mucho más peso en mí.

–¿Es comisaria en casa?

–¡No!

–¿Pero quién manda?

–Mando yo (ríe). Pero soy muy respetuosa con las parcelas de cada uno. Mi madre decía una frase que he entendido perfectamente con el tiempo: las madres somos árbitros. Cuando llego a casa, ya no soy policía, soy madre, esposa, tía… Te tienes que sentar a escuchar, negociar, pactar, comprender…

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–¿Y quién la entiende a usted?

–En el trabajo, mi guardia pretoriana, como yo los llamo, mis compañeros del Gabinete Técnico. Son los que me llevan, me ayudan, me mandan de vacaciones o un día de descanso cuando me ven sobrepasada. Es un puesto multitarea, haces mil cosas a la vez.

–Vivirá pegada al móvil...

–No lo he notado tanto porque en mis inicios estuve en Udyco y cuando se ponían los teléfonos 'calientes', como yo digo, era igual. Tenía una maleta en el coche para salir corriendo en cualquier momento. Ahora lo dejo en vibración para que los míos no se enfaden. Pero saben que necesito cogerlo. Siempre atiendo todas las llamadas.

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–¿Hay machismo en la policía?

–Al contrario. En todo caso, en un sentido paternalista, de protección. Recuerdo que la primera vez que salí corriendo por una playa, un compañero me dijo: «Por Dios, no corras delante de mí, que como te pase algo me van a matar». Obviamente, no le hice caso.

–¿Lee novelas policiacas?

–Me encanta la novela negra, sobre todo de autores nórdicos. Son más metódicos, sin grandes artificios y usan la reflexión. Eso es la policía y por eso me siento más identificada. Las trilogías también me gustan mucho. La última que he leído es la de Dolores Redondo.

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–¿Alguien a quien le haya dado pena detener?

–Pues sí. He tenido esa sensación en algún barrio donde la semana anterior habías detenido al padre y volvías a por la madre y veías a los niños pequeños agarrados a su falda. Esa imagen la tengo grabada, es inevitable pensar qué va a ser de ellos. No es mi servicio favorito, pero hay que hacerlo.

–¿Y alguien a quien le hubiera gustado detener y no pudo?

–Mataron a un tío de dos disparos y teníamos claro quién había sido, pero nadie hablaba. Cuando detuvieron al sospechoso por otro asunto, conversé con él y me admitió que habían tenido un problema, que habían discutido... Pero no que lo hubiese matado. En la conversación tuve claro que era él. Pero sin pruebas...

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–¿Te gusta el true crimen?

–No, son muy lentos y se recrean mucho en los detalles. No suelo verlos. Vi el mío, el de Dolores Vázquez, ese sí [participó en la detención de Tony King]. Cuando salgo del trabajo, me encanta la novela o las películas históricas para evadirme. Pero el drama por el drama no. Para eso tengo el trabajo.

–Un rincón en Málaga.

–El morro. Ibas y te evadías de todo. Me encantaba mirar el mar, la inmensidad, el oleaje...

–De no haber sido policía, ¿qué le habría gustado ser?

–Médico.

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